Inteligencia y Seguridad Frente Externo En Profundidad Economia y Finanzas Transparencia
  En Parrilla Medio Ambiente Sociedad High Tech Contacto
Frente Externo  
 
09/04/2006 | México: Incertidumbre democrática

Francisco Valdés Ugalde

No viene mal recordar que la democracia incluye entre sus ingredientes uno que aún está poco y mal instalado entre nosotros: la aceptación de la incertidumbre.

 

Es probable que no haya elemento de la política que nos provoque mayor alergia que la incertidumbre. Por todas partes encontramos demandas de grupos, pequeños o grandes, de personas simples o prominentes y de organizaciones de todo tipo que demandan certeza. Normalmente se la exigen al Estado, entendido como la entidad colectiva que proporciona reglas del juego y ordena la vida pública.

Un ejemplo palmario es la actitud detrás de la "Ley Televisa": un intento de las grandes compañías de la radiodifusión y telecomunicaciones para asegurarse un mercado cautivo, una piscina con truchas para ser pescadas sin mayor esfuerzo. Un asalto a las reglas de la convivencia económica para eliminar el incómodo desafío de competir e innovar en serio, sin protecciones artificiales.

Los esfuerzos por reducir la incertidumbre han sido una constante en la historia humana, pero esa misma historia enseña que las posibilidades de conseguir certidumbre son limitadas. La restricción principal es que no podemos conocer ni predecir el futuro. Los atisbos hacia delante son solamente eso, atisbos. La tragedia, como género literario, es una de las formas ejemplares de representar el problema. Maquiavelo decía que los resultados de la política derivaban de la "virtud" y la "fortuna". Entre los inventos más preciados de la vida social está la democracia. En este sistema de relación entre gobernantes y gobernados hay una combinación de certeza e incertidumbre que es ya un lema de la filosofía política: la democracia proporciona certidumbre en las reglas e incertidumbre en los resultados de la lucha por el poder del Estado.

Desde la precampaña electoral del año pasado se ha venido observando la presencia de un puntero en las preferencias electorales. Gracias a su "virtud" o habilidad López Obrador ha sabido calar en las intenciones del mayor número de votantes potenciales. Esta tendencia que parecía presentarse en el escenario como una constante ofreció satisfacción a muchos, especialmente los más ansiosos por anticipar (vano esfuerzo) la certidumbre de los resultados. Al sesgo natural por aferrarse a una "verdad" prevista se agrega el patrón cultural de nuestro ancestral requerimiento de certeza providencial. Pero ambos han recibido un mentís de la realidad.

Todos los competidores están sujetos a la "fortuna", a la aparición de fenómenos que no dependen de su voluntad, aun si se desprenden de sus propios actos. Las encuestas recientes revelan un cierre de la distancia que separa al primer corredor del segundo y el tercero. En días pasados el diario Milenio dio a conocer la encuesta de María de las Heras, que revela que las preferencias han cambiado; que AMLO tendría 34% de simpatizantes, mientras que Felipe Calderón y Roberto Madrazo, 31%. Tres puntos de diferencia representan prácticamente un empate técnico, porque regularmente las encuestas tienen un margen de error en sus estimaciones que oscila entre 3 y 5%.

Ya en marzo, la encuesta de Consulta Mitofsky daba cuenta de una leve caída de AMLO y un repunte de los otros dos candidatos principales. En ese momento, esta encuesta registraba una diferencia de 6 puntos entre la primera (AMLO) y la segunda (Calderón) preferencia electoral. Si la encuesta previamente citada está en lo correcto, esta diferencia se ha reducido a la mitad en un lapso muy corto. Otro tanto ofrece la encuesta más reciente de GEA-ISA, que reporta un empate entre Calderón y López Obrador en 35%.

Es difícil, si no imposible, dar una explicación satisfactoria de las razones por las que el electorado podría estar moviéndose en direcciones distintas a las que registraba previamente. Una de ellas es la natural propensión de los ciudadanos a poner mayor atención al proceso electoral a medida que se aproximan las elecciones. No es lo mismo definir una preferencia seis meses antes de la elección que a los cien días de que ocurra. No es lo mismo imaginar una decisión mucho antes de que se tenga que tomar que a la hora de la verdad, cuando finalmente hay que decidir. Este factor de aproximación temporal será importante para evaluar las preferencias a medida que la fecha se acerque aún más. Otro elemento para la explicación es el efecto de las campañas negativas de Calderón y Madrazo contra AMLO. Agregando y no restando a esas campañas de sus contrincantes, el puntero extralimitó su virtud al proferir ese "cállate, chachalaca" que dirigió al Presidente de la República y que el público parece haber recibido como una insolencia fuera de lugar. De este modo, el "efecto chachalaca" exhibe sobre todo que la "virtud" del puntero (su habilidad coloquial) ha arrojado una sombra nada despreciable sobre su posible fortuna.

Combinado con el elemento anterior, el balance entre las ventajas y desventajas que representa cada candidato y partido es más concienzudo, y a ello aportan los elementos que se ofrecen en las diversas campañas, la propia memoria de los ciudadanos sobre las experiencias pasadas de gobierno y lo que en la ciencia política se conoce como la minimización de la máxima pérdida posible o, dicho en lenguaje llano, la apreciación del menos malo como posible mejor alternativa. Desde luego, este criterio no abarca a todos los ciudadanos, pero es evidente que sí pesa en el votante promedio cuya identificación con partidos y candidatos no es nunca una identificación fuerte.

Todo indica que la realidad nos ha regresado a la incertidumbre sobre los resultados el 2 de julio. A medida que el tiempo avance, el escrutinio ciudadano sobre candidatos y partidos será más cuidadoso, a pesar de que el ciudadano promedio no tenga mucha información. Por esta misma razón los dicharachos, los sesgos que impongan los medios de comunicación a las campañas, la capacidad de los candidatos para saltar esta barrera y comunicarse con los ciudadanos e infundirles confianza incidirán cada vez más en las preferencias. Lo mismo puede decirse de otros sucesos cuya ocurrencia puede ser decisiva para inclinar a la mayoría en alguno de los sentidos posibles. Nada está decidido todavía. Las encuestas son sólo indicadores de los gustos ciudadanos en el momento en que se levantan. No pueden sustituir ni al voto ni a la urna. No hay nada que pueda ocluir la incertidumbre democrática a la que no acabamos de acostumbrarnos.

ugalde@servidor.unam.mx

Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM

El Universal (Mexico)

 



Otras Notas del Autor
fecha
Título
08/08/2010|
13/12/2009|
13/12/2009|
05/10/2009|
02/08/2009|
02/08/2009|
16/03/2009|
16/03/2009|
24/03/2008|
25/03/2007|
22/01/2007|
22/01/2007|
17/09/2006|
19/03/2006|
04/12/2005|
26/06/2005|

ver + notas
 
Center for the Study of the Presidency
Freedom House