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01/11/2021 | México - Opinión: AMLO, el populista de derecha

Cecilia Soto

El presidente López Obrador es un populista de manual al que frecuentemente se le compara esquemáticamente con Chávez y Maduro, pero uno tenía el prurito de no compararlo con Jair Bolsonaro, el presidente brasileño, quien se sitúa a la derecha de la ultraderecha. Pero esta semana, el Presidente mexicano nos pide que tiremos ese prurito a la basura y sí, lo hermanemos con Bolsonaro. Aunque llegan por vías diferentes —el mandatario brasileño por la ultraderecha y el mexicano por el nacionalismo desarrollista—, arriban a las mismas conclusiones: abrazar y empoderar el militarismo como única alternativa para mantener el orden, atacar a los periodistas y medios críticos porque son enemigos de sus proyectos; no reconocen la legitimidad de la oposición política porque sólo puede haber una verdad y quien se oponga a ésta es enemigo; atacan y critican la división de poderes y a la Suprema Corte de Justicia cuando muestra algún signo de independencia; en la práctica, rechazan el Estado laico; denuncian el ambientalismo como una conspiración contra sus proyectos.

 

Como Bolsonaro, López Obrador sospecha y rechaza la lucha por el respeto a los derechos humanos. Cito al Presidente en sus dichos del 29 de octubre: “Una de las cosas que (los neoliberales) promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales. Muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar todas estas nuevas causas para que no reparáramos, para que no volteáramos a ver que estaban saqueando al mundo y que el tema de la desigualdad en lo económico y en lo social quedara afuera del centro del debate. Por eso no se hablaba de corrupción, se dejó de hablar de explotación, de opresión, de clasismo, de racismo”.

No vale la pena mencionar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada en 1948, es la base para esos “nuevos derechos”, quizá con la excepción del animalismo; más bien, lo relevante es demostrar cómo la manía de decir faltar a la verdad, de mentir sistemáticamente, con falsedades entre más grandes y bombásticas mejor, es parte sustancial del guion populista. Como lo mencioné en mi artículo de la semana pasada, Un producto llamado López Obrador, la simulación de autenticidad, uno de los elementos claves de cualquier líder populista que se respete, identificado por la académica Catherine Fieschi en su libro Populocracy, es pieza fundamental de la puesta en escena. Como es auténtico, el populista no puede guardar sus emociones (“su pecho no es bodega”), las tiene que expresar sin filtro alguno. No importa que no sean creíbles para los que han corrompido sus mentes estudiando carreras y posgrados. Sus seguidores tampoco las creen a pie juntillas. Se lo perdonan como un pecadillo, un exceso de su “autenticidad”, de su “enojo sincero” contra las élites depredadoras. Lo importante para sus seguidores, como dicen varios autores, es que por fin alguien habla por ellos.

Me extiendo citando a Fieschi porque lo expresa mejor que yo:

“La autenticidad es, antes que nada, un concepto que favorece un ejercicio político basado en el instinto y no en la razón. Por tanto, resulta útil (1) acusar a todos los demás de hipócritas; (2) como una excusa para expresarse sin filtro en las formas más disruptivas posibles, sin verse limitado por las normas políticas y sociales aceptadas, y (3) hacer valer la afirmación populista de que el instinto y el sentido común triunfan sobre la razón y la estrategia. En este sentido, es una vía para la disrupción que busca el populista […]. El argumento de ser auténtico la da el comportamiento más inverosímil una pátina de sinceridad (y de ahí viene un vínculo interesante entre mentir y autenticidad, uno que el populismo explota incesantemente) […], este tipo de autenticidad bombástica conseguida a través de la mentira también se usa a menudo como una marca de atrevimiento de desafío al sistema[…].”

Y sigue Fieschi:

“A diferencia del populismo de izquierda que —generalmente— está basado en la concepción que reconoce en todo ciudadano derechos humanos inalienables que deben ser protegidos colectivamente, el populismo de derecha carece de una comprensión metafísica de la transformación de ciudadanos únicos en un colectivo que decide regirse colectivamente por un conjunto de leyes. Sólo cree en una masa real que está ligada orgánicamente. De ahí, el rechazo abrumador de los populistas de derechas al concepto de derechos humanos”. Ya lo había dicho, de manual.

ceciliasotog@gmail.com

https://www.excelsior.com.mx/opinion/cecilia-soto/amlo-el-populista-de-derecha/1480127

Excelsior (Mexico)

 



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