El presidente de México ataca más a los ciudadanos que en el marco de la legalidad disienten de su gobierno, que a los narcotraficantes que imponen su ley. ¿Será que ve a unos como enemigos y a otros como aliados?.
¿Por qué el Presidente de México Andrés Manuel López
Obrador y su partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) parecen
simpatizar más con los narcos que con los ciudadanos que ejercen en el marco de
la Constitución su derecho a disentir de él y su régimen? ¿Por qué para los
narcos hay "abrazos” mientras que para ciudadanos que actúan en la
legalidad
hay agresividad, insultos y
campañas de odio desde Palacio Nacional?
Desde que inició en diciembre 2018 su gobierno AMLO ha
dicho que no hará la guerra contra los productores y traficantes de droga.
Desde entonces su política pública es de "abrazos, no balazos” hacia esos
criminales. En contraste, AMLO tiene una guerra declarada hacia académicos,
artistas, escritores, líderes sociales, organizaciones no gubernamentales
defensoras de derechos humanos y civiles, periodistas y ciudadanos de a pie. Sin tregua, el Presidente agrede furioso a quienes piensan
de manera diversa a él, a quienes lo cuestionan o quienes en el marco de una
cultura de rendición de cuentas publican información que resulta incómoda para
él, su familia o gobierno.
Uno de los episodios más cruentos de la guerra de AMLO es lo ocurrido en el
marco de la manifestación llevada a cabo en la Ciudad de México y otros puntos
dentro y fuera de territorio nacional el
pasado domingo 13 de noviembre. Miles de ciudadanos se manifestaron
pacíficamente contra la reforma electoral propuesta por AMLO que pretende
desmantelar al Instituto Nacional Electoral (INE) y todas las instituciones electorales
actuales- que están en manos de ciudadanos- para sustituirlas por un monopolio
que concentre la organización de todas las elecciones a nivel nacional y que
esté bajo el control del gobierno y el partido hegemónico, que actualmente
representan AMLO y MORENA.
Colérico e insidioso desde antes de la marcha, el
presidente intentó boicotearla acusando a los ciudadanos que participaran de
ser "clasistas”, "racistas”, "hipócritas”, "corruptos” y "rateros”, con el
claro propósito de desalentar la asistencia, e incluso el temor a represalias
por parte del gobierno o de sus adeptos. Si AMLO dedicara la misma constancia,
ardor, empeño y tiempo en combatir a los carteles de la droga y otras organizaciones
de crimen organizado, que las que dedica todos los días a descalificar,
denostar y boicotear a los ciudadanos- incluyendo periodistas-, seguramente los
índices de inseguridad nacional y de poder real de las organizaciones
criminales hubieran ya disminuido sustantivamente en lo que va del sexenio.
Pero no es así.
Los ataques coordinados perpetrados por AMLO, su partido
y simpatizantes- pagados o voluntarios-, demuestran claramente que para sus
intereses son más peligrosos los ciudadanos que disienten del régimen que los
criminales que asesinan, secuestran y extorsionan a los mexicanos, interfieren
en los comicios electorales para alterar la democracia y compran partes del
Estado mexicano para imponer su ley de plata o plomo. Ya había mostrado esta actitud en los
comicios del 2021, cuando agradeció a los narcos su comportamiento en los comicios- secuestro
de candidatos, robo de urnas e intimidación a funcionarios electorales en
Sinaloa- pero se lanzó a insultar a los electores de la Ciudad de México en donde
MORENA perdió varias de las alcaldías en lo que antes era el principal bastión
de simpatizantes de AMLO.
Para los ciudadanos que el Presidente considera
disidentes hay denostación todos los días mientras que para los narcos hay
órdenes de liberación, como el caso de
Ovidio Guzmán López narcotraficante del Cartel de Sinaloa arrestado en octubre
de 2019 y liberado por orden directa de López Obrador. Hay cordialidad, como
aquella que AMLO tuvo con la madre de Joaquín Guzmán Loera – padre de Ovidio-
condenado a cadena perpetua en 2019 por sus crímenes de narcotráfico y a quien
saludó personalmente en marzo de 2020 en plena pandemia. E incluso ahora
miembros del partido MORENA quieren construir museos del narco, como propuso el
alcalde de Badiraguato, Sinaloa, José
Paz López Elenes, quien piensa usar recursos públicos para perpetuar la imagen
de los sanguinarios narcotraficantes originarios de la región como Joaquín
Guzmán Loera, "El Chapo” e Ismael Zambada García "El Mayo”, líderes
del Cartel de Sinaloa.
La peligrosas filias y fobias de AMLO
¿De qué lado está López Obrador? Y ojalá no respondan
como resorte él y sus autómatas que con la gente más desprotegida, más pobre o
vulnerable. Porque es ese sector el más perjudicado con la ingobernabilidad y
el mayor poder del crimen organizado, ocasionados por los "abrazos” del
gobierno federal.
Los ciudadanos que habitan en los 32 estados de la
República están a merced de al menos 109 organizaciones criminales entre
grandes, medianas y pequeñas que se disputan el país como si fuera un pastel.
Esto de acuerdo a un informe de inteligencia elaborado por la Secretaría de
Marina en el mes de septiembre pasado, del cual tengo copia y cuyos datos pude confirmar a través de diversos
documentos que forman parte de los archivos de la Secretaría de la Defensa
obtenidos por Guacamaya Leaks.
A consecuencia de la inacción del gobierno para combatir
de manera estratégica e inteligente el crimen organizado, lo cual es
competencia federal, las 109 organizaciones se dedican a un amplio abanico de
delitos: extorsión, secuestro, tráfico de personas, tráfico de órganos, robo de
hidrocarburos- a través de la ordeña de ductos o robos de pipas de Petróleos
Mexicanos- y narcotráfico. En prácticamente todo el país ocurren estos delitos de
manera simultánea asfixiando y pervirtiendo la economía legal, exprimiendo los
recursos económicos de los ciudadanos e imponiendo el terror. Justamente porque
la población más pobre tiene menos instrumentos económicos y culturales para
resistir el embate de las organizaciones criminales, son los más vulnerables.
Son los más afectados.
AMLO presume que su gobierno está dedicado a los pobres y
a la transformación de México. Pero una condición esencial para que la gente
pueda gozar de cualquier programa social es estar vivo y el gobierno de AMLO no
puede garantizar eso a los habitantes de México. Las altas cifras de homicidios
violentos y desapariciones siguen prácticamente inmóviles desde el inicio de su
gobierno, mientras que el control territorial que ejercen las organizaciones
aumentó. En mi próxima columna hablaré de la evolución del crimen organizado en
México durante el mandato de López Obrador.
Si cuando AMLO
habla de "transformar” a México se refiere más bien a acelerar la
deformación de la nación y extender la muerte, la violencia y la impunidad, ese
no es el tipo de cambio que el país necesita.
Aliados y enemigos
Esto me hace pensar, ¿cuándo AMLO ha llamado adversarios
a los miembros del crimen organizado, quienes son enemigos públicos de México?,
¿Cuándo les ha reclamado de la muerte de casi 400 mil personas en los últimos
18 años de los cuales más de 125 han sido asesinados en su gobierno? ¿Por qué
parece que un ciudadano que protesta o cuestiona pacífica y legalmente es más
peligroso para AMLO que un narcotraficante armado?
Durante los casi cuatro años de gobierno de López Obrador
para los narcos no hay solo los abrazos, amabilidades y agradecimientos ya
descritos. Ahora incluso hay reconocimiento público y apología. Así quedo
manifiesto en el tradicional festejo del Día de la Independencia llevado a cabo
el 15 de septiembre pasado en el Zócalo de la Ciudad de México. La verbena
popular organizada y pagada con dinero público por el gobierno federal y el
gobierno de Claudia Sheinbaum, jefa de
gobierno de la capital, fue amenizada por el grupo musical los Tigres del
Norte.
De forma por demás simbólica el grupo abrió su concierto
con la canción "Jefe de Jefes” cuya letra hace apología del
narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, ex líder del Cartel de
Guadalajara, precedente del Cartel de
Sinaloa. Y si como dice AMLO "amor
con amor” se paga, en paralelo a las notorias deferencias del gobierno de AMLO particularmente hacia el Cartel de
Sinaloa, MORENA ganó con amplio margen en los comicios para elegir gobernados realizados en 2021 y 2022,
en 10 estados donde el cartel ejerce
hegemonía: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa,
Nayarit, Colima, Michoacán, Guerrero y
Oaxaca.
Quizá sean estos elementos los que hagan que AMLO y su
partido vean como aliados a los narcos, y no a los ciudadanos que libremente no
votan por ellos ni están a favor de sus propuestas regresivas. Quizá es por la
misma razón que el lunes 14 de noviembre, un día después de la demostración
masiva, López Obrador dijo textualmente
que sentía menos aversión hacia la corrupta ex líder sindical Elba Esther
Gordillo, que hacía José Woldenberg ex titular del entonces llamado Instituto
Federal Electoral (1996-2003) cuyo papel trascendental fue encabezar la
organización de las primeras elecciones presidenciales realmente libres en el
año 2000 en las que por primera vez en la historia perdió el Partido
Revolucionario Institucional que se había perpetuado 70 años en el poder ganó
el partido opositor Acción Nacional.
El domingo 13 de noviembre será el día que recordaremos
cómo el ciudadano Woldenberg, con visible poca experiencia en el teatro
político- lo cual se agradece- gritó en el emblemático monumento a la Revolución,
seguido por el coro de miles: "¡No al autoritarismo!”, "¡Sí a la
democracia!”. México no es propiedad de
un solo hombre ni de su séquito, ya sea el Presidente, el líder de un partido
político o de un Cartel de la Droga.
Las filias y las fobias de AMLO lo alejan del
entendimiento: estoy segura que la gran mayoría de los ciudadanos que salieron
a las calles a defender al INE no marcharon contra el presidente cuyo paso en
la vida política de México es efímero en
comparación a los siglos de historia de la nación. La sociedad civil más bien
salió a reivindicar masivamente el derecho a la unidad constructiva y la libertad de buscar por sí misma su futuro,
por las vías democráticas y no militaristas ni autoritarias. Sin que la comande
un cacique o virrey.
Construir una democracia plena es un fatigoso e
ininterrumpido trabajo porque en su edificación y mantenimiento participan
seres humanos con defectos y virtudes. A todos los que creemos en la libertad,
la legalidad y la paz nos corresponde seguir poniendo el material para
fortalecer los cimientos, nos toca remover las piedras que estorben y la mala hierba, y ayudar a que en la
igualdad y trabajo en equipo la faena sea menos difícil.