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02/05/2024 | México - Elección presidencial2024, Opinión: Encuestas

Yuriria Sierra

En la política mexicana actual, la fiabilidad de las encuestas, un elemento fundamental para cualquier democracia moderna, ha sido cuestionada de manera preocupante tanto por la clase política, como por algunos medios y sociedad. Este rechazo generalizado a las encuestas como herramientas legítimas para medir las intenciones de voto del electorado representa un golpe significativo para la democracia mexicana, que aún lucha por consolidar sus instituciones y procesos democráticos.

 

En una democracia joven como la mexicana, las encuestas han desempeñado un papel crucial en los procesos electorales, proporcionando una instantánea del ánimo del electorado y ofreciendo a los políticos y al público una visión más clara de la dinámica electoral. Sin embargo, en los últimos años, la desconfianza hacia las encuestas ha crecido a un ritmo alarmante, en parte debido a la retórica de la clase política y la polarización social.

Una de las razones detrás de este escepticismo es la manera en que los resultados de las encuestas son interpretados y utilizados por los actores políticos. En lugar de considerarlas como herramientas imparciales para medir la opinión pública, muchos políticos las desestiman o manipulan para adaptarlas a sus propias agendas. Esto ha llevado a un ciclo de descalificación en el que los resultados que no coinciden con la narrativa de un partido o candidato son inmediatamente cuestionados, contribuyendo a la erosión de la confianza en el proceso democrático.

Además, la polarización social ha exacerbado esta desconfianza. En un contexto en el que la opinión pública se ha fragmentado en bandos opuestos, las encuestas se han convertido en un campo de batalla ideológico, en lugar de un reflejo objetivo de la intención de voto. Las respuestas de los encuestados a menudo reflejan más sus lealtades políticas que una evaluación objetiva de la situación política, lo que a su vez alimenta la percepción de que las encuestas no son fiables.

Sin embargo, esta desconfianza es profundamente injusta para las casas encuestadoras que, durante décadas, han trabajado para perfeccionar sus metodologías y construir su prestigio. Estas organizaciones han desarrollado técnicas de muestreo, ponderación y análisis de datos para proporcionar resultados precisos y confiables. La negación sistemática de sus resultados no sólo menosprecia su labor, sino que también perjudica la percepción de las encuestas como un componente válido y esencial del proceso democrático.

La importancia de las encuestas en una democracia va más allá de su función electoral inmediata. Proporcionan un indicador valioso de la opinión pública sobre una variedad de temas, desde políticas gubernamentales hasta cuestiones sociales y económicas. Esta información es crucial para que los líderes políticos comprendan y aborden las necesidades y preocupaciones de la ciudadanía. Sin la orientación que brindan las encuestas, el proceso democrático pierde un elemento fundamental para la toma de decisiones informadas y representativas.

Para restaurar la confianza en las encuestas, es esencial que la clase política y la sociedad en su conjunto reconozcan su valor y las utilicen de manera constructiva. Los políticos deben evitar la tentación de descalificar los resultados que no les favorecen y, en cambio, aceptar las encuestas como una herramienta válida para guiar su toma de decisiones. La ciudadanía, por su parte, debe resistir la tendencia a ver las encuestas a través de una lente ideológica, reconociendo su papel en el fortalecimiento del proceso democrático.

En última instancia, la democracia mexicana necesita recuperar la confianza en las encuestas para avanzar en su consolidación. La desconfianza hacia estas herramientas fundamentales no sólo socava la legitimidad de las elecciones, sino que también obstaculiza la capacidad de la democracia para representar y servir a la ciudadanía. Para que la joven democracia mexicana prospere, debe restaurar la confianza en sus instituciones, y esto incluye la percepción de las encuestas como un componente legítimo y valioso del proceso democrático.

Nunca han faltado las casas encuestadoras que ajustan sus mediciones a los deseos de sus clientes. Que aparecen y desaparecen cada seis, nueve o 12 años. Aciertan por buena suerte o fallan por falta de seriedad. Por eso recomiendo quedarse con la lectura de aquellos que tiene el respaldo de años de aciertos y que por lo general son publicadas por medios con prestigio que las respaldan.

https://www.excelsior.com.mx/opinion/yuriria-sierra/encuestas/1649738

 

Excelsior (Mexico)

 



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