En la polÃtica mexicana actual, la fiabilidad de las encuestas, un elemento fundamental para cualquier democracia moderna, ha sido cuestionada de manera preocupante tanto por la clase polÃtica, como por algunos medios y sociedad. Este rechazo generalizado a las encuestas como herramientas legÃtimas para medir las intenciones de voto del electorado representa un golpe significativo para la democracia mexicana, que aún lucha por consolidar sus instituciones y procesos democráticos.
En una democracia joven como la mexicana, las encuestas
han desempeñado un papel crucial en los procesos electorales, proporcionando
una instantánea del ánimo del electorado y ofreciendo a los políticos y al
público una visión más clara de la dinámica electoral. Sin embargo, en los
últimos años, la desconfianza hacia las encuestas ha crecido a un ritmo
alarmante, en parte debido a la retórica de la clase política y la polarización
social.
Una de las razones detrás de este escepticismo es la
manera en que los resultados de las encuestas son interpretados y utilizados
por los actores políticos. En lugar de considerarlas como herramientas
imparciales para medir la opinión pública, muchos políticos las desestiman o
manipulan para adaptarlas a sus propias agendas. Esto ha llevado a un ciclo de
descalificación en el que los resultados que no coinciden con la narrativa de
un partido o candidato son inmediatamente cuestionados, contribuyendo a la erosión
de la confianza en el proceso democrático.
Además, la polarización social ha exacerbado esta
desconfianza. En un contexto en el que la opinión pública se ha fragmentado en
bandos opuestos, las encuestas se han convertido en un campo de batalla
ideológico, en lugar de un reflejo objetivo de la intención de voto. Las
respuestas de los encuestados a menudo reflejan más sus lealtades políticas que
una evaluación objetiva de la situación política, lo que a su vez alimenta la
percepción de que las encuestas no son fiables.
Sin embargo, esta desconfianza es profundamente injusta
para las casas encuestadoras que, durante décadas, han trabajado para
perfeccionar sus metodologías y construir su prestigio. Estas organizaciones
han desarrollado técnicas de muestreo, ponderación y análisis de datos para
proporcionar resultados precisos y confiables. La negación sistemática de sus
resultados no sólo menosprecia su labor, sino que también perjudica la
percepción de las encuestas como un componente válido y esencial del proceso
democrático.
La importancia de las encuestas en una democracia va más
allá de su función electoral inmediata. Proporcionan un indicador valioso de la
opinión pública sobre una variedad de temas, desde políticas gubernamentales
hasta cuestiones sociales y económicas. Esta información es crucial para que
los líderes políticos comprendan y aborden las necesidades y preocupaciones de
la ciudadanía. Sin la orientación que brindan las encuestas, el proceso
democrático pierde un elemento fundamental para la toma de decisiones informadas
y representativas.
Para restaurar la confianza en las encuestas, es esencial
que la clase política y la sociedad en su conjunto reconozcan su valor y las
utilicen de manera constructiva. Los políticos deben evitar la tentación de
descalificar los resultados que no les favorecen y, en cambio, aceptar las
encuestas como una herramienta válida para guiar su toma de decisiones. La
ciudadanía, por su parte, debe resistir la tendencia a ver las encuestas a
través de una lente ideológica, reconociendo su papel en el fortalecimiento del
proceso democrático.
En última instancia, la democracia mexicana necesita
recuperar la confianza en las encuestas para avanzar en su consolidación. La
desconfianza hacia estas herramientas fundamentales no sólo socava la
legitimidad de las elecciones, sino que también obstaculiza la capacidad de la
democracia para representar y servir a la ciudadanía. Para que la joven
democracia mexicana prospere, debe restaurar la confianza en sus instituciones,
y esto incluye la percepción de las encuestas como un componente legítimo y valioso
del proceso democrático.
Nunca han faltado las casas encuestadoras que ajustan sus
mediciones a los deseos de sus clientes. Que aparecen y desaparecen cada seis,
nueve o 12 años. Aciertan por buena suerte o fallan por falta de seriedad. Por
eso recomiendo quedarse con la lectura de aquellos que tiene el respaldo de
años de aciertos y que por lo general son publicadas por medios con prestigio
que las respaldan.
https://www.excelsior.com.mx/opinion/yuriria-sierra/encuestas/1649738