Es así que tras reunirse con Fidel Castro y Hugo Chávez, era lógico que el próximo agasajado fuera José Luis Rodríguez Zapatero, líder socialista que en más de una ocasión ha expresado su simpatía por la ola "progresista" en América Latina. Sin embargo, esta visita ha generado cierta polémica y preocupación en España, principalmente debido al hecho de que el "Cóndor de los Andes", como algún medio lo ha bautizado en España, ganó la elección a caballo de su promesa de nacionalizar los recursos energéticos y revocar los millonarios contratos existentes con empresas extranjeras, muchas de las cuales son justamente españolas.

España es hoy el primer inversor extranjero en el país andino, y ha colocado allí más de 3.000 millones de dólares, cuyo futuro inquieta a las autoridades madrileñas. Tanto es así que las primeras palabras del canciller Moratinos al recibir a Morales fueron un reclamo para que se dé "seguridad jurídica" a los inversores, así como abundantes promesas de ayuda al desarrollo y hasta rumores de condonación de la deuda externa, que no lograron extraer del novel mandatario boliviano ninguna palabra tranquilizadora.

Este parece ser un nuevo ejemplo de que a la hora en que empieza a pesar el bolsillo, las afinidades ideológicas no parecen ser un elemento demasiado valioso.

Más allá del trillado tema de la cercanía política entre el presidente Tabaré Vázquez y Néstor Kirchner, olvidada en medio del fragor de la guerra papelera, la historia reciente del continente muestra otros casos, como el choque del mismo Kirchner con el socialista Raúl Lagos por el suministro de gas, o los conflictos entre Argentina y Brasil por las trabas comerciales a los productos norteños.

A juzgar por las declaraciones de Morales a poco de su victoria, tampoco parece que la cercanía ideológica entre socialistas a uno y otro lado de la cordillera sea un factor decisivo para mejorar las agitadas relaciones entre Chile y Bolivia. Es que más allá de las declaraciones rimbombantes y la palabrería fácil de muchos dirigentes de la nueva ola continental, la realidad suele ser más dura, y cuando los intereses económicos empiezan a pesar, la solidaridad ideológica es lo primero que se tira a la papelera.