Sentada la gran prioridad estratégica de su presidencia, las escalas de la gira europea de Obama subrayan los pilares que considera capitales: Reino Unido, Alemania, Francia y Turquía, aliados privilegiados en el seno de la OTAN.

El comportamiento del resto de los miembros de la UE -España, en particular- confirma en Washington las más profundas reservas hacia la seriedad del compromiso europeo con los desafíos de la seguridad global, que tiene en la frontera «Af-Pak» un inflamable punto de crisis.

En el terreno militar, el nuevo compromiso de Obama contrasta con la fragmentación europea. Una victoria «definitiva» contra las fuerzas de los señores de la guerra, los talibanes y Al Qaida requeriría el recurso a decenas si no centenares de miles de soldados. La estrategia de contención del general David Petraeus exige un compromiso militar que contrasta con el comportamiento de países como España en Kosovo.

En el terreno de la «construcción de una democracia», la reconstrucción de un país devastado (Afganistán) exigirá años si no décadas de inversiones a fondo perdido. Algunos aliados europeos (Francia, Alemania, Reino Unido) esperan participar en los hipotéticos réditos.

Consciente de tales incertidumbres, Obama lanza un vasto proceso diplomático en el que Europa solo juega, por ahora, un papel marginal. En el vértice «Af-Pak», Washington reclama la colaboración de Irán, India, Rusia y China, en un proceso político regional en el que la UE queda bastante eclipsada, y España es sencillamente invisible.