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30/01/2008 | Modales para europeos: ¡eso no se dice!

Juan F. Carmona y Choussat

Aristóteles decía que el hombre es un animal social. El hombre europeo que aspire a seguir siéndolo –social-, en particular en el ámbito de la Unión Europea, necesita una guía de lo que no puede decir. Es de mala educación mencionar ciertas cosas, que no permiten disfrutar de la conversación de los bienpensantes. Ahí van algunas:

 

Prohibido decir que Europa está en crisis

Se parte de la premisa: Europa igual a instituciones de la Unión. No es sólo que no sea de buen tono referirse a los aspectos poblacionales, económicos, migratorios, de civilización, sino ni siquiera a lo que llevó al rechazo de la Constitución. Como se supone que el nuevo tratado ha venido a resolverla, ya no hay crisis. Al contrario, se han puesto las bases para el consenso del futuro de la Unión.

Prohibido decir que la inmigración islámica es en ocasiones la punta de lanza del islamismo radical

Se puede proponer o aplicar, todo lo más, un sistema de cuotas, así como la restricción de políticas  como el reagrupamiento familiar. Lo que en ningún caso procede es la crítica del Islam como tal, ni siquiera de sus elementos más radicales.

La disidente Hirsi Ali, amenazada de muerte tras el asesinato de Van Gogh, lo hizo en Holanda y acabó privada de su nacionalidad holandesa, que ha recuperado, pero en el exilio. No goza ya de la protección que antes garantizaba el estado holandés. Al considerarse su discurso demasiado poco matizado, ponía en peligro la convivencia. Así lo consagró el juez que la desahució de su vivienda, por la demanda de sus vecinos que se sentían amenazados. En cambio, Tariq Ramadán, el controvertido ideólogo del nuevo Islam integrable en Europa, es profesor de la Universidad Erasmo de Rótterdam e invitado en la de Leiden. Asimismo, los imanes cuyas prédicas tenían por objetivo denigrar a Hirsi Ali y justificar que fuera objetivo del terrorismo, permanecen en Holanda.

Prohibido afirmar que ni la globalización, ni el cambio climático son los problemas claves de Europa (si es que son problemas); sino el decrecimiento de la población y sus eventuales consecuencias sobre la economía

Jean Paul Sardon un demógrafo del Instituto Nacional de la Estadística y los Estudios Económicos de Francia, destaca que en la Europa a 25, durante el periodo 2000-2004 se ha producido un crecimiento anual medio de 1,8 millones de habitantes. Son debidos al crecimiento natural 400.000, viniendo los restantes de la inmigración. En el año 2004, en España, de un crecimiento total de 692.693 sólo procedían de crecimiento natural 84.470 personas. Sardon escribe: “Esta progresión (de la población en 2004) procede en un 80% del saldo migratorio que se ha triplicado desde 1997, mientras que desde el 2000 el crecimiento natural registrado refleja una ligera degradación (…). Para el conjunto del continente, “el número de nacimientos ha disminuido de 5,9 millones (es decir – 43%) en relación con 1960, de 3,3 millones (-30%) en relación con la media correspondiente a la década de 1980, y de 1,9 millones (-24%) desde 1990”.

Añade: “Los Estados Unidos registran cada año desde 1999 un número de nacimientos más elevado que el de la antigua Europa de los 15 (…). Esta mayor vitalidad demográfica, a la que se suma un crecimiento migratorio más fuerte, constituye una baza para asegurar el desarrollo económico futuro de los Estados Unidos”. La fecundidad por mujer en la Europa a 25 en 2004 era de 1,51, cuando la tasa de reposición se estima en 2,1. Indica: “De las generaciones nacidas después de 1960, más de una mujer de cada cinco no tendrá nunca hijos en Austria, Finlandia, Inglaterra, y quizá tampoco en Irlanda y los Países Bajos”.

“En Europa occidental se observa un ligero crecimiento del uso del aborto, signo, sin duda, de un mayor rechazo a los fracasos de la contracepción”. En la Europa a 25, en 2004, alrededor de un 16% de personas tienen más de 65 años; en 2050, serán más del 28%.

Según datos de la Unión Europea, esta seguiría teniendo un crecimiento demográfico hasta 2025, para alcanzar unos 470 millones de habitantes. Comenzaría entonces a descender, llegando a tener menos habitantes de los que tiene ahora en 2045. Así, la potencia demográfica de España para 2045 sería... 43 millones de habitantes.

El historiador McDougall escribe: “Este suicidio demográfico (tal y como lo ha denominado George Weigel http://www.gees.org/documentos/Documen-916.pdf) es prácticamente desconocido en la historia biológica. Ciertamente, decadencias de este tipo han tenido lugar periódicamente, pero eran debidas a hambrunas, epidemias, o guerras. Los europeos de hoy, al menos al Oeste de Rusia, están tan bien alimentados, saludables y pacíficos como lo haya estado ninguna civilización en la historia. Simplemente han decidido no tener hijos. ¿Por qué? Estudios hechos por instituciones de la Unión apuntan al declive de valores familiares y del matrimonio, leyes favorables al aborto y al divorcio, omnipresente contracepción, la elección por parte de las mujeres de seguir su carrera laboral, y la preferencia de las parejas por dos ingresos en lugar de hijos. La crítica moral culpa al egoísmo de la muerte de los nacimientos (…). Pero, moralidades aparte, es claro que muchos europeos ya no consideran a los hijos parte de su búsqueda de la felicidad y que podrían incluso considerarlos un impedimento”.

Por su parte, la economía europea a 27 habrá crecido el 2007 alrededor de un 2%, con una inflación algo superior a esta cifra. Los ingresos per cápita de los europeos son un 72% de los americanos. Estas cifras, que no son negativas, son sin embargo poco incitantes. Lo son aún menos si se les añade una relativamente baja productividad y una creciente dependencia de las fuentes de energía externas.

Prohibido reconocer que los Consejos europeos hablan cada vez más de acuerdos fáciles sobre banalidades inconsecuentes para esconder su inanidad

En el último, en el que se firmó el Tratado de Lisboa, salvo la reiterada aparición de palabras como globalización y cambio climático, y la firmeza francesa contra Irán en política exterior, no hay casi nada que signifique algo. ¿Es así como se pretende atraer al ciudadano al proyecto de la Unión? Es esencial insistir en que la Unión es ante todo un sistema de libertades de circulación, de bienes y personas, con la garantía de la existencia de una comunidad de Derecho, y la protección de un sistema de libre mercado mediante criterios de competencia. La continuidad de la UE pasa por su consagración; lo demás es secundario. Proporcionar objetivos gaseosos sobre la nada permite celebrar en cada Consejo los logros insustanciales que se pusieron como hitos en los anteriores, pero dar la impresión de progresar y hacerlo son dos cosas distintas.

Hace cincuenta años se pusieron los mimbres para una unificación de los países de Europa sobre la base económica del Plan Marshall, la política de una reconciliación de las naciones en guerra durante medio siglo, y la espiritual de la existencia de un continente que era parte fundacional de lo que llamamos Occidente. Ese resultado se resumía en tres elementos: la filosofía griega, la idea de Mando según Derecho procedente de Roma, y la herencia judeo-cristiana.

Todo ello ha proporcionando una estabilidad, prosperidad y paz desconocidas en la historia de Europa. Merece la pena preservar este legado e incrementarlo.

Ese último Consejo ha creado un grupo de reflexión dirigido por Felipe González - ¿podrá compatibilizar esta tarea con la de embajador de España para la celebración de la independencia de las repúblicas hispanoamericanas, y sus otras labores? –, que se orienta a estudiar el futuro de Europa a largo plazo. Ahí va una pista para los sabios:

Dos ideas han hecho su camino desde que se habla de libertad en Europa. La primera considera que se garantiza mediante el ejercicio del Derecho, que ha ido creándose espontáneamente en la generación de instituciones jurídicas por parte del libre funcionamiento de la sociedad. Su manifestación primigenia es la Magna Carta de 1215.  

La otra línea estima que la libertad del individuo puede forjarse en un esquema teórico utópico, que debe aplicarse por el estado como razón pura, para lograr una situación deseada de igualdad.

Desde entonces nos hemos debatido entre ambas concepciones, una fundada en la historia, y la segunda en la razón pura. La prevalencia de la segunda en el actual proceso de construcción europea, y en las mentalidades vigentes, no está exenta de riesgos, incluso para la urbanidad y las buenas costumbres.

Dicho de otra manera, ¿podrán explicar los sabios cómo hemos llegado los europeos al punto en que hay cosas que se pueden decir, y otras, que no? ¿O tendrán modales?


Juan F. Carmona Choussat es Licenciado y Doctor en Derecho cum laude por la UCM, Diplomado en Derecho comunitario por el CEU-San Pablo, Administrador civil del Estado, y correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Su libro más reciente es "Constituciones: interpretación histórica y sentimiento constitucional", Thomson-Civitas, 2005.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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