La súbita muerte del presidente Harding, de quien era vicepresidente, le sorprendió (agosto de 1923) mientras estaba de vacaciones en la granja paterna en su estado natal de Vermont. No había teléfono ni electricidad. Estaba ayudando con las labores familiares, cuando llegó un mensajero con la noticia. Dijo una oración, hizo el juramento sobre la Biblia de casa, del que su padre, notario, dio fe, y preparó su maleta para marchar a Washington. No hacía nada para la galería, nunca tuvo un jefe de prensa, y no hubiera soñado con llamar a un periodista por su nombre de pila.

Según relata Paul Johnson en su Historia de Estados Unidos:

Pensaba que la esencia de la república no era tanto la propia democracia como el estado de derecho, y que la principal función del gobierno era defenderlo y aplicarlo.

Pero el propio Coolidge lo decía con mayor claridad:

La obligación de obedecer la ley por encima de todo deseo personal es la esencia del gobierno civilizado y constitucional, sin la cual toda libertad y toda seguridad desaparecen, y solamente prevalece la fuerza. ¿Acaso pueden aquellos a los que se encomienda la más grave de las responsabilidades ser ejemplares de algún otro modo que no sea mediante la más escrupulosa obediencia a la ley?

Su apodo era “El silencioso Cal”, pero su atributo era en realidad la concisión, como lo demuestra el discurso que pronunció como presidente del senado de Massachussets en 1914:

Hagan su trabajo cotidiano. Si se trata de proteger los derechos de los débiles, se oponga quien se oponga, háganlo. Si se trata de ayudar a una poderosa compañía porque es la mejor manera de servir al pueblo, se oponga quien se oponga, hagan eso. Cuenten con que les llamarán reaccionarios, pero no sean reaccionarios. Cuenten con que les llamen demagogos, pero no lo sean. No duden en ser tan revolucionarios como la ciencia. No duden en ser tan conservadores como la tabla de multiplicar. No esperen poder favorecer a los débiles perjudicando a los poderosos. No se apresuren a legislar. Den a la administración la oportunidad de aplicar toda la ley.

Como lo había hecho bien, fue reelegido. Tenía que pronunciar otro discurso. Fue fiel a su imagen:

Conserven los firmes fundamentos de nuestras instituciones. Hagan su trabajo con el espíritu de un soldado en el servicio público. Sean leales a la comunidad y a ustedes mismos. Y sean breves, por encima de todo, sean breves.

Coolidge era un firme creyente en el valor moral del comercio y de la economía libre. Consideraba que más allá de la búsqueda del negocio y del logro de beneficios respondía a una idea de servicio a los semejantes. Todo ello exigía que reposara en la verdad, la confianza y la justicia. Correspondía pues al estado propiciar las condiciones de la competencia en un marco de seguridad. 

El primer elemento en el valor de toda propiedad es la convicción de que su pacífico disfrute será públicamente defendido.

El conciso presidente gobernó uno de los periodos de mayor prosperidad de la historia de su país. El incremento de las propiedades (casas, vehículos, acciones,…) de sus compatriotas durante este tiempo demostró la potencialidad económica de la democracia en una época en que se estaban incubando las más terribles tiranías antiliberales en Europa.

Para ilustrar uno de sus discursos, que, ciertamente no sería largo, dijo una frase que denota su interés por no intervenir en la sociedad y dejar a la gente en paz:

La primera ocupación del pueblo americano es comerciar.

Resultó reelegido en 1924. Tenía una especial repugnancia por los políticos que pretenden agarrarse al poder y hacer de la carrera política, de oficio en oficio público, un sustituto de la vida personal. Tenía además un profundo respeto a la tradición de no servir como  presidente más de dos mandatos – costumbre que el Demócrata Franklin D. Roosevelt pulverizaría veinte años más tarde, antes de que se convirtiera en norma obligatoria – y decidió que no se presentaría en 1928.

En la actualidad, el candidato B. Hussein Obama – el cambio en el que se puede creer, “sí podemos”… - hombre de simples consignas y eternos discursos, se encuentra en la mejor de las posiciones para convertirse en el cuadragésimo cuarto presidente americano. No se trata sólo de que su incontinencia verbal le separe de Coolidge, sino de que hay al menos tres aspectos en los que su política podría resultar extremosa. Estos tres asuntos son: Irak, las cuestiones morales y la economía.

A pesar de sus múltiples manifestaciones es complejo deducir cuál sería la política de un presidente B. Hussein Obama respecto a las amenazas exteriores de América. En cuanto a Irak es lo más probable que se produjera una retirada de tropas a lo largo de un periodo de año y medio. Teniendo en cuenta lo que dice Gerard Baker en el London Times acerca de la victoria que las tropas americanas están cosechando allí y las de la OTAN en Afganistán puede que incluso no sea necesario retenerlas más tiempo, pero habrá que ver. El éxito de Bush, cuyo plan de incremento de tropas apoyó McCain y criticó Obama, puede ser finalmente provechoso para el Demócrata.

B. Hussein Obama goza del apoyo de la mayor asociación pro-abortista de los Estados Unidos que le otorga su máxima valoración. NARAL Pro-choice, que así se llama, premia así su posición favorable al uso de fondos públicos para abortos y en contra de las restricciones a la atroz práctica de abortos a los parcialmente nacidos. William McGurn lo explicaba en estos términos en The Wall Street Journal:

En resumen, si quiere saber lo que las posiciones de Obama significan, es esto: fondos financiados por los contribuyentes para la práctica de abortos según demanda.

Esta cuestión, relacionada con otras sobre las que el presidente de los Estados Unidos tiene escasas competencias, se vinculan no obstante a la posibilidad de que nombrara jueces para el Supremo favorables al aborto, la eutanasia o el suicidio asistido.

Por fin, en cuanto a la crisis económica la receta de B. Hussein Obama es sencilla y aparentemente saludable: reducir el déficit público. El problema es que sólo propone para ello aumentar los impuestos.

Las encuestas se muestran hoy abrumadoramente favorables al candidato Demócrata y algunos explican los descensos de la bolsa neoyorquina porque estaría descontando sus anunciadas medidas económicas previstas para el 2009.

Mientras, McCain, que ha cultivado su imagen de centrista y caballo solitario respecto a las posiciones tradicionales de los Republicanos, convence escasamente entre las bases habituales del partido. Como recordaba recientemente el LATimes entre los evangélicos y aquellos que se identifican con la derecha religiosa no llega al 60%. Sin embargo, McCain es uno de los máximos defensores del reciente éxito en Irak, propone mantener los impuestos como están y no ha obtenido el apoyo entusiasta de NARAL. Quizá no quiera enemistarse más con quienes dieron por dos veces la presidencia a Bush. De otro modo, el elocuente B. Hussein Obama será un presidente que no se parecerá nada a Coolidge.

El mayor peligro para Obama no está en la nostalgia por Coolidge, sino en Europa. Ha logrado un respaldo incondicional que ha llevado incluso a Le Monde a perdonarle sus pecadillos por tratar de acercarse al centro. En cuanto se enteren en las llanuras boscosas de Ohio o hasta en la orilla de los Grandes Lagos que la progresía europea le tiene cariño, olvidarán sus preocupaciones económicas y no irán a votarle. “Progresistas” del mundo, uníos, confiamos en vosotros…para acabar resucitando a Coolidge. Sí, podéis. 

Juan F. Carmona Choussat es Licenciado y Doctor en Derecho cum laude por la UCM, Diplomado en Derecho comunitario por el CEU-San Pablo, Administrador civil del Estado, y correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Su libro más reciente es "Constituciones: interpretación histórica y sentimiento constitucional", Thomson-Civitas, 2005.