Se celebra el cincuentenario de las aventuras de Asterix el  galo y ante la peligrosa desaparición de la escena mundial del gigante americano, se sugiere vagamente la alternativa francesa.

Pero esto no puede ser, y, como añadía el torero, además es imposible.

Es más, no sólo no hay sustituto al poder americano, sino que la propia prolongación de Europa como la segunda zona más próspera del planeta es dudosa.

La Europa posterior a la II Guerra Mundial acabó por cansarse del esfuerzo de la reconstrucción y por ceder al statu quo del equilibrio con el comunismo durante la Guerra Fría (III Guerra Mundial). El miedo a una guerra total, impedía precisamente su desencadenamiento, y era preferible a una América dominante con pretensiones de extensión de la democracia y la libertad en el mundo. La confirmación de esta postura de repugnancia hacia el poder de los Estados Unidos iba a llegar con el ominoso discurso de Villepin, ministro de Exteriores de Chirac - y hoy procesado por calumnias - en la ONU, con ocasión del ultimátum a Sadam.

Hubert Védrine, ex ministro de Exteriores de Jospin, usó la expresión hiper-potencia aplicada a los Estados Unidos. La idea se resumía en ese echar de menos un contrapeso a los Estados Unidos, por ejemplo la URSS, porque la democracia y la libertad están muy bien, pero hay que moderar el poder de los sajones. Es decir, la hiperpotencia era un mal.

Había sido con la caída del Muro de Berlín, peor el remedio que la enfermedad, porque las ideas vencedoras se impondrían sin contradicción. Este que fue bautizado como el fin de la historia, era un desenlace particularmente triste para Francia, cuya revolución había quedado definitivamente arrumbada por la americana.

Francia carece de los mimbres para ser dominante. Le falta además lo fundamental: la firmeza en las creencias occidentales y la voluntad de defenderlas. Reagan decía que el mayor arsenal de los Estados Unidos era la libertad. ¿Lo tiene Francia? 
   
Empiécese por lo accesorio, la economía. Sobre la base de la producción de PIB calculada teniendo en cuenta paridades de poder adquisitivo, es decir, atendiendo a la evolución de la inflación y a las diferencias en coste de la vida, los Estados Unidos aparecen los primeros en la lista (2008) del Banco Mundial con 14  billones de dólares. Francia aparece la octava, con alrededor de dos billones de dólares de PIB, por detrás de China (8), Japón (4), India (3), Alemania (3), Rusia (2) y Reino Unido (2).

En PIB per cápita está un 30% por debajo de los Estados Unidos. El cálculo de esta magnitud depende de la productividad por hora trabajada, que es una de las más altas de Occidente, horas trabajadas, que es de las menores de Occidente, y la población activa, que siendo elevada en términos absolutos es un 68,8%. El desempleo, estancado alrededor del 9%, es de los más altos de Europa.

Francia es (2004) el 5º exportador mundial y el 4º importador de bienes manufacturados. Es, además, el país que mayor inversión extranjera obtiene si se exceptúa Luxemburgo, cuya inversión está localizada en los depósitos bancarios, y es el segundo mayor inversor en el extranjero después de los Estados Unidos (pero pesa menos de una tercera parte de estos). Es también, de entre los siete países más industrializados, el que menos CO2 emite por su proporción de energía nuclear. Debido a una localización y extensión geográfica beneficiosa, además de la mitad del presupuesto público de la UE, Francia es el mayor exportador de productos agrícolas de Europa.

Francia tiene un ejército de aproximadamente 350 mil soldados y gasta el 2,6 % de su PIB en defensa. Lo que equivale casi a los soldados que tiene hoy desplegados los Estados Unidos fuera de su territorio; y a catorce veces menos el gasto militar de los americanos, siendo, con todo, el mayor de Europa.

Hay en Francia 65 millones de habitantes con lo que en Europa sólo Alemania está más poblada, pero su crecimiento natural sigue existiendo, en contraste con el resto de Europa, con una tasa de fertilidad de 2,02 en 2008. Su crecimiento es prácticamente todo el incremento natural de Europa, descontada la inmigración. Es decir no hay más europeos, hay más franceses, que son europeos.
  
Pero en economía la conclusión es simple: en Europa, aunque no se diga, sólo hay dos alternativas después de la desmesura del último año: o quiebra el estado de bienestar, o quiebra el estado. Tertium non datur. Sencillamente no hay suficiente ahorro en el mundo para sostener las inversiones en la nada que se han hecho en los últimos doce meses. Por primera vez, esta generación que representamos va a dejar una herencia más pobre que la que recibió. Somos la excepción al dicho clásico “Nuestros padres, peores que nuestros abuelos, nos tuvieron a nosotros que engendraremos una progenie aún más incapaz”. Los más incapaces, los más miserables, hemos sido nosotros.

La deuda pública acumulada en Francia era en el segundo cuarto de 2009 de 73,9% del PIB. Se espera además un 8,2 % de déficit para este año y un 8,5 % para el que viene. Lo que lleva a pensar a Nicolas Baverez que se acercará al 100% del PIB en 2012: deber todo lo que se produce en un año. Todo esto no es ya, aunque sea la moneda corriente del retorno del keynesianismo, un desequilibrio financiero sino un modelo (?) económico  insostenible. En especial cuando la burbuja que está por explotar ya no es la de los préstamos bancarios sino la de los préstamos a los estados - habiéndose transferido el riesgo de lo privado a lo público en la convicción arraigada pero no siempre cumplida de que los estados no quiebran -. Entretanto Alemania, contracorriente, ha inscrito en su Constitución el principio del equilibrio presupuestario público, a partir de 2020.

Charles Murray ha identificado la actitud de Europa como un síndrome en el que no cuentan ya las cosas que durante generaciones han importado a Occidente y lo han hecho prosperar espectacularmente en la segunda mitad del siglo XX: la realización personal, la vocación, la familia, la comunidad, la religión, una economía científica y, en definitiva, la protección de una herencia que estuvo a punto de quedar completamente destruida por las dos guerras mundiales. Considera que este estado adolescente está a punto de cambiar y desembocar en una madurez en que se constate lo necesario para reemprender el vuelo.

Durante un tiempo y a través de sutilezas y pretendidos razonamientos que harán parecer sensatas las discusiones bizantinas y normales los argumentos kafkianos se intentarán eludir estas realidades. Es igual. Al final, se impondrán.

Occidente no se puede permitir el vacío en plena IV Guerra Mundial: Irán está a punto de obtener un arma nuclear; ni Afganistán ni Pakistán mejoran; los terroristas resurgen en Irak ante las dudas americanas; Corea del Norte sigue probando misiles; sigue habiendo guerra en Darfur y ahora además en Yemen; Hezbolah sigue rearmándose en el sur del Líbano y la comisión de derechos humanos de la ONU considera - sin que voten Francia e Inglaterra ni a favor ni en contra -indecente que Israel se protegiera de los ataques con misiles procedentes de Gaza el año pasado. Obama, premio Nobel de la paz y atacando a la prensa no adicta para pasar el rato.

Ante una época similar, Reagan aseguró: Dicen que el mundo es demasiado complicado para respuestas sencillas. Se equivocan. Se equivocaban entonces, se equivocan hoy.

Occidente no es consciente de lo que significa – la libertad y la prosperidad - y de la importancia que tiene defenderse. Los Estados Unidos no son un país cualquiera. Están obligados a liderar, y sus aliados a serlo. Es sencillo, pero hay que hacerlo.

**Juan F. Carmona y Choussat es Analista del GEES.