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31/01/2009 | Europa posmoderna y sharia se dan la mano en Ámsterdam

Juan F. Carmona y Choussat

Como en la granja de Orwell, todas las sensibilidades son iguales, pero algunas son más sensibles que otras.

 

Hace unas semanas, coincidiendo con la ofensiva israelí contra los terroristas de Hamas, el político del partido socialista holandés Harry Van Bommel, gritaba a quien quisiera oírle, y a quien no: Intifada, intifada, Palestina libre. En esa misma manifestación se coreaban gritos como Israel, genocida, o Anne Frank se estaría revolviendo en su tumba. ¿En qué tumba?

 
A finales de los 90, el ascenso de la inmigración musulmana en Holanda genera una corriente de opinión que se sale del sacrosanto consenso de los Países Bajos. La acaba liderando el político homosexual Pim Fortuyn, que escribe en 1997 el libro titulado La islamización de nuestra cultura. Su verbo inteligente pero agresivo encandila a algunos pero suscita odio e incomprensión. En 2002, tras un imparable ascenso electoral, es asesinado por un activista de los derechos de los animales.

 
En el verano del 2004 la política holandesa Ayaan Hirsi Ali, de origen somalí y formación musulmana, escribió el guión de una película denominada Sumisión, Islam, en la que criticaba su trato a la mujer. El reportaje lo filmó el cineasta Theo Van Gogh. En noviembre de 2004 era asesinado por un islamista radical que dejaba clavado sobre su cuerpo una carta con los siguientes amenazados. Entre otros, Hirsi Ali en particular, y Geert Wilders.


Ambos se ven obligados a ocultarse. Durante un tiempo gozan de popularidad y simpatía por el peligro que corren. Pronto, la marea cambia. Hirsi Ali es perseguida por la prensa "progresista" que le tiende una trampa en un programa televisivo en plena discusión sobre la aplicación de ley holandesa para la restricción de la inmigración.


En ese momento Hirsi Ali es diputada por el partido liberal y tiene la nacionalidad holandesa desde 1997. Se pone en marcha la maquinaria administrativa del ministerio del Interior dirigido por la también liberal, compañera de partido pero rival, Rita Verdonk. Como Ali reconoce haber dicho a las autoridades en su entrada en el país, en 1992, que procedía de Kenia en lugar de Somalia, se alega que al mentir en su solicitud todo el proceso queda viciado y se le despoja de la nacionalidad y de la residencia. Esto le obliga a dimitir. Anteriormente, sus vecinos le habían puesto una demanda que el juez admite a trámite. La sentencia: su presencia era peligrosa; debe mudarse. La mudanza no se iba a poder limitar a cambiar de barrio. Se exila en Estados Unidos.

 
Dos miembros del Hofstadgroep, nombre con el que se conoce el entramado terrorista al que pertenecía Mohammed Bouyeri, el asesino de Van Gogh, depositan chocolates y flores ante la emisora televisiva que logró la expulsión de Hirsi Ali.


A finales de 2007, ante los crecientes rumores de que Geert Wilders prepara una película sobre el Islam, el gobierno, atenazado por el temor, comienza a advertirle públicamente que no lo haga por el peligro que podría causar. Se cita a los soldados holandeses destinados en Afganistán. Y a los innumerables intereses económicos holandeses en el exterior, en particular en Dar al Islam. Todos estos dimes y diretes proporcionan una publicidad desmesurada al reportaje que Wilders acaba emitiendo en febrero de 2008. Denominado Fitna – lucha - usa pasajes del Corán para argumentar que el Islam es una religión violenta, pide que se limite la inmigración en Holanda, y pinta negro el cuadro de su exceso en las generaciones futuras.


Como ninguna televisión holandesa, pública o privada, ha querido su película, se ve obligado a publicarla en Internet. A las pocas horas el proveedor tiene que retirarlo por amenazas de muerte contra sus empleados.
 
Tras la emisión varias personas presentan demandas ante diversos organismos judiciales. Al cabo de cierto tiempo la fiscalía holandesa declara que tanto el documental como las reiteradas manifestaciones de Wilders en el ámbito público pueden resultar ofensivas para el Islam pero se encuentran en el marco de lo admisible en el debate público. No contienen indicios de delito.


Enero de 2009: el tribunal de apelación de Ámsterdam, que ha centralizado las querellas, ordena a la fiscalía imputar a Wilders. Califica sus expresiones de penalmente reprobables, tanto por su contenido como por la manera en la que son presentadas. Cita jurisprudencia europea según la que estima que se pueden condenar penalmente expresiones cuestionables o que supongan un llamamiento a la violencia, sin que se vulnere la libertad de expresión. Desde el punto de vista de la "oportunidad", añade el organismo judicial sometido a Derecho, que la incitación a la violencia es especialmente grave en un estado de derecho democrático, y que es necesario establecer la frontera de lo admisible en el debate social.


El 22 de enero, Wilders explica al diario NRC Handelsblad:

 

El tribunal ha entrado en el fondo del asunto. Así que ya no tendré derecho a un juicio justo. Si voy al juez inferior, tendrá sobre su mesa el ukase del tribunal superior. Y si apelo, me encuentro ante el tribunal que ya me ha condenado, quizá en otra sala, pero con los colegas directos de los jueces que han decidido este caso.


El Wall Street Journal de 22 de enero escribe en uno de sus editoriales:

 

Un tribunal holandés importa la norma saudí sobre la blasfemia a Europa. (…) Esta no es una victoria menor para los regímenes islámicos que pretenden exportar sus leyes sobre la censura a donde sea que residan otros musulmanes.

 

La intifada que corea Van Bommel significó innumerables atentados suicidas con miles de muertos. Pero por alguna extraña razón, fundada sin duda en diferencias de sensibilidad, acusar a Israel de genocida o poner banderas israelíes con cruces gamadas en lugar de la estrella de David no suscita sentencias por apología del terrorismo, ni hace pensar que se pueda estar denigrando a las víctimas del Holocausto.

 

No hace falta estar de acuerdo con Wilders para descubrir una pauta. De los personajes de esta historia, bien real, hay dos muertos y una exilada. Tanta mezcla de miedo insuperable y buena conciencia acabará por someter a Europa. No hace ningún favor a los musulmanes, sino a los más radicales e inconciliables de entre ellos. Promueve la tiranía en el exterior y la opresión entre nosotros. ¿Vamos a seguir - ejemplares en nuestro coraje, valentía y multicultural espíritu “progre” - defendiendo a los que ejercen la violencia, o protegeremos a los que la sufren?


Juan F. Carmona Choussat es Licenciado y Doctor en Derecho cum laude por la UCM, Diplomado en Derecho comunitario por el CEU-San Pablo, Administrador civil del Estado, y correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Su libro más reciente es "Constituciones: interpretación histórica y sentimiento constitucional", Thomson-Civitas, 2005.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 



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