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16/02/2010 | México - Ciudad Juárez: aspirina para la neumonía

Jorge Chabat

Ciudad Juárez es, desde hace años, una ciudad en crisis. La criminalidad y la impunidad se han enseñoreado en la ciudad desde hace más de una década cuando comenzaron a aparecer las mujeres asesinadas sin que el gobierno estatal o federal pudieran hacer algo para resolver el problema. El desarrollo exponencial de la criminalidad asociada al narcotráfico es una consecuencia del monumental descuido y tal vez complicidad de las autoridades en los últimos años.

 

Ciertamente, la masacre de varios jóvenes en una fiesta el pasado 31 de enero ha hecho que la opinión pública se haya centrado en la ciudad fronteriza, al grado que el gobierno federal ha anunciado una nueva estrategia para combatir el crimen en Juárez con gran énfasis en medidas de prevención: desarrollo de empleos, escuelas, lugares de recreación, combate a las adicciones. En fin, un catálogo de medidas que difícilmente alguien podría cuestionar. Sin embargo, todo indica que la nueva estrategia en Juárez responde más a la presión política derivada de la matanza de los jóvenes juarenses que a la magnitud del problema.

Las medidas anunciadas por Calderón buscan satisfacer a aquellos sectores que piensan que el desarrollo del crimen organizado está directamente vinculado a la desigualdad social. No obstante, dicha posición no es exacta en definir el problema. Es cierto que el crecimiento de la delincuencia común está directamente asociado con la desigualdad social. Y también lo es que la delincuencia organizada se alimenta de la delincuencia común. Esto es, la carrera delictiva inicia con delitos menores hasta escalar al crimen organizado. Por eso son importantes las medidas de prevención y desarrollo social así como aplicar la ley frente a delitos menores, a fin de evitar que los jóvenes desarrollen una carrera criminal. El problema está en que una vez que la delincuencia organizada se desarrolla, como ha sido el caso de Ciudad Juárez y de buena parte del país, las medidas preventivas tienen poco o nulo efecto para revertir el fenómeno. Pueden, ciertamente contribuir a evitar que el problema se agrave pero aún eso es difícil dado que la propia presencia del crimen organizado inhibe el desarrollo de estas medidas preventivas. Desde este punto de vista, el establecimiento de más escuelas o de campos deportivos por sí solo no va a resolver el problema de la delincuencia organizada. Es más, si esta delincuencia no se desmantela con acciones policiacas efectivas y con el desarrollo de un sistema de justicia que castigue a los delincuentes, las escuelas y los campos deportivos van a ser también campo de acción del crimen organizado. En otras palabras, tratar de acabar con la delincuencia organizada, con los niveles de desarrollo que ésta ha alcanzado ya en México, es como dar una aspirina o una dosis de vitamina C a un paciente que ya tiene neumonía. Esas medidas funcionan antes de que se desarrolle la enfermedad. Por eso son preventivas. Pero una vez que se ha desatado la crisis, dichas medidas son simplemente insuficientes.

En Ciudad Juárez fallaron sin duda las medidas de prevención del delito. No se atendió inicialmente el problema del deterioro del tejido social y la delincuencia común creció. Pero también falló la aplicación de la ley. Cuando la delincuencia común escaló hasta convertirse en delincuencia organizada ni las autoridades municipales, estatales y federales fueron capaces de contenerla. Frente a este negro panorama las opciones no son muchas. Urge revertir el desarrollo de la delincuencia organizada con una acción policiaca mucho más eficaz que la mostrada hasta ahora, con acciones de inteligencia que ubiquen a los grupos delictivos y proceder a su desmantelamiento con la fuerza pública. Una vez logrado eso, hay que instrumentar medidas de prevención para evitar que el problema se agrave de nuevo. Ésa ha sido la receta en ciudades que han logrado recuperar la convivencia ciudadana de manera exitosa, como Medellín en Colombia. Primero se desmantelaron las bandas del narco y luego se aplicaron las medidas preventivas. Obviamente, ello va a llevar tiempo, si es que se hace de manera correcta. En otras palabras, no hay recetas mágicas. Ello no son buenas noticias para Ciudad Juárez. Lo único bueno dentro de toda esta tragedia humana, es que por lo menos ya se encendieron las alarmas en los niveles gubernamentales. Ahora falta que las cosas se hagan bien.

jorge.chabat@cide.edu

*Analista político e investigador del CIDE

El Universal (Mexico)

 


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