Como era de esperarse, esta medida ha provocado reacciones encontradas. Para algunos analistas las extradiciones respondieron a las presiones de Estados Unidos y hay incluso quienes ven que la soberanía se ha visto afectada por ello.

Sin embargo, la discusión más álgida se ha dado en torno de la posible respuesta del narco a las extradiciones. Y en este punto la verdad es que no tenemos marco de referencia en México pues las extradiciones previas habían sido de narcos de nivel medio y, en el caso de Juan García Ábrego, su entrega a Estados Unidos se dio bajo la figura de la deportación, no extradición.

En esta discusión tenemos la experiencia de Colombia donde en la década de los 80 se registró una reacción violenta del narco a las extradiciones que comenzó a hacer el gobierno colombiano. Dicha respuesta incluyó atentados contra altos funcionarios e incluso acciones terroristas contra la población.

La experiencia colombiana ha hecho a algunos especular que podría haber una reacción similar del narco mexicano contra el gobierno de Calderón para presionar en contra de futuras extradiciones. Y lo cierto es que éste es un escenario que no podemos descartar aunque las probabilidades no son muy altas. El narco nunca ha desatado una guerra contra el Estado mexicano en el pasado. Cierto, se han dado ejecuciones contra policías e incluso ex procuradores estatales, pero no un enfrentamiento contra el gobierno federal.

Tampoco se han dado actos terroristas contra la población. Más de alguno dirá que ello ha sido así porque ha existido una complicidad del Estado con el narco y que, finalmente, no ha habido necesidad de tal enfrentamiento.

Puede ser, pero la verdad es que una guerra total contra el Estado mexicano puede ser un mal negocio para el narco debido a que, con todas sus debilidades, éste tiene una fortaleza institucional en el Ejército y porque en tal escenario el apoyo de Estados Unidos se daría sin regateos. No obstante, lo que sí parecería tener más posibilidades de darse sería un conflicto dentro de las bandas del narco por los reacomodos inevitables que van a generar las extradiciones de los capos de la droga. Para todos efectos prácticos, la extradición significa que los capos simplemente dejan de tener todo tipo de nexo con el negocio del narcotráfico. Ello obviamente implica un vacío que alguien más dentro de la organización criminal debe llenar, lo cual puede implicar el uso de la violencia. Así pues, en los próximos meses podemos ver esta violencia intranarco, pero es una situación que probablemente no duraría demasiado tiempo, sólo el necesario para que se dé un nuevo equilibrio.

A pesar de los costos que pueden tener las extradiciones, lo cierto es que también tienen algunos beneficios para el gobierno mexicano. Por un lado, el sistema penitenciario, cuyas debilidades están a la vista de todo el mundo, se quita una "papa caliente" al extraditar a los capos de la droga. En los últimos años hemos sido testigos de la fuga de El Chapo Guzmán de un penal supuestamente de "máxima seguridad" y del control que algunos capos tenían adentro de las cárceles en que se encontraban.

Es obvio que con las prisiones que se tienen en México mantener a capos de gran poder en ellas es una tarea complicada y los costos para el gobierno de que algún criminal escape o continúe operando desde la cárcel son muy altos. Así pues, si los jefes del narco son enviados a una cárcel estadounidense, es claro que el gobierno mexicano se va a ahorrar muchos conflictos con EU y la comunidad internacional.

Por otro lado, la relación con nuestro vecino del norte mejora de manera sensible a raíz de estas extradiciones. Este había sido un punto de conflicto entre ambos países desde hace años y aunque el envío de narcos mexicanos a cárceles estadounidenses va a tener poco o nulo impacto en el flujo de drogas a Estados Unidos y ciertamente no va a acabar con ese negocio, lo cierto es que va a ayudar a mejorar sensiblemente las relaciones con Washington.

No obstante, si se genera una ola de violencia por los reacomodos dentro del narco o, peor aún, si hay una ofensiva del narcotráfico contra el Estado mexicano, es muy probable que el gobierno de Estados Unidos proteste otra vez de manera ruidosa como lo hizo cuando aumentó la violencia en la frontera hace un par de años.

Esto es, las felicitaciones estadounidenses se pueden fácilmente convertir en recriminaciones. Ya veremos qué pasa. Por lo pronto, crucemos los dedos para que no tengamos una guerra entre el narco y el Estado mexicano. Si ello no ocurre, el país ya va de gane.

jorge.chabat@cide.edu

Analista político e investigador del CIDE