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25/08/2006 | México - ¿Y el narco?

Jorge Chabat

En las últimas semanas, la atención pública ha estado centrada en la definición de la elección presidencial, en las protestas pacíficas y algunas no tanto de la coalición Por el Bien de Todos y en las declaraciones imprudentes del presidente Vicente Fox. Llevamos ya un buen rato discutiendo que si hubo o no fraude, que si éste fue cibernético o a la antigüita o si de plano es una invención de López Obrador.

 

Consecuentemente, también llevamos semanas discutiendo quién debería proclamarse presidente y si Calderón debería o no apoyar el recuento de votos y si eso le importa o no al TEPJF. En fin, llevamos casi dos meses metidos en un conflicto postelectoral que hoy por hoy no sabemos bien a bien cómo se va a resolver.

Sin embargo, mientras eso ocurre, el narco sigue actuando. Junto a las declaraciones quemantes de AMLO y los llamados a la colaboración de Calderón, tenemos todos los días noticias preocupantes: decapitados por aquí y por allá y noticias que en otra época hubieran acaparado la atención de los medios durante semanas como la captura de Francisco Javier Arellano Félix, alias El Tigrillo, uno de los jefes del cártel de Tijuana. En otras palabras, el hecho de que haya un conflicto postelectoral no ha resuelto los problemas que teníamos antes de las elecciones. Y el narcotráfico es, sin duda, uno de ellos.

Lo que hemos visto en los últimos meses es que la guerra entre el cártel de Sinaloa y el del Golfo se ha agudizado y eso explica las constantes ejecuciones. Esta es una guerra que, por cierto, se desató debido a los éxitos del gobierno de Fox al atrapar a varios capos de la droga. Esta situación obviamente empieza a ser preocupante, pues llevamos ya por lo menos año y medio de este conflicto y no parece haber visos de que vaya a terminar. De hecho, en los últimos meses se ha agudizado y ha involucrado a nuevos actores: además de los trágicamente famosos Zetas, ya está colaborando con las bandas del narco tanto maras como kaibiles, lo cual ha sido sin duda un ingrediente fundamental del incremento de la narcoviolencia. Ante este escenario, cabría preguntarse cuál es el efecto que tendrá la captura de El Tigrillo en los equilibrios del narco y en la violencia.

A raíz de este arresto, el subprocurador para la Delincuencia Organizada, José Luis Santiago Vasconcelos, alertó sobre una posible ola de violencia provocada por el descabezamiento del cártel de Tijuana. En otras palabras, es probable que estemos frente a más ejecuciones provocadas, de nuevo, por las acciones del gobierno contra los cárteles.

Si ello es así cabría preguntarse si no es mejor que las autoridades ya no agiten el panal de abejas. Claro, en este caso resulta que quien capturó a El Tigrillo fue el gobierno de Estados Unidos. Así que si tenemos una nueva ola de narcoviolencia, habría que achacársela a nuestros vecinos.

Sin embargo, el problema de fondo radica en la debilidad de las instituciones de seguridad en nuestro país. A estas alturas ya debe quedar suficientemente claro al gobierno mexicano que no tiene mucho sentido andar atrapando capos del narco sin hacer antes una reforma integral de las instituciones de la cadena de seguridad: policías, sistema de impartición de justicia y sistema de prisiones. No tiene ningún caso desmantelar bandas si al final el gobierno es incapaz de lidiar con la violencia que esas capturas generan o de mantenerlos en la cárcel. De hecho estamos frente a una paradoja: la eficiencia del gobierno mexicano en capturar a líderes del narco no sólo no afecta el negocio del tráfico de drogas, las cuales siguen llegando sin problema a manos de los consumidores, sino que genera una violencia que afecta a toda la sociedad e incluso tiene consecuencias económicas negativas sobre el turismo y la inversión.

Por si eso no fuera suficiente, la narcoviolencia también genera fricciones con Estados Unidos, lo contrario de lo que se buscaba originalmente al capturar a los capos del narco.

No cabe duda que el próximo presidente, quienquiera que sea, tiene muchos retos por delante. El más obvio, mantener la gobernabilidad, dado lo polarizado del ambiente político. Tiene también que hacer varias reformas estructurales: la fiscal, la energética, la laboral, la política. Todas ellas son importantes y difíciles de acordar. Sin embargo, la reforma de seguridad, sistema de justicia y sistema penitenciario es la más urgente. Tal vez no sea la más importante, pero sí la más urgente.

La seguridad es el requisito fundamental para que un país funcione. Una vez lograda la seguridad, todas las otras actividades de la sociedad pueden tener lugar. Así, el reto para los próximos años es lograr una reforma integral y simultánea de todos los aspectos de la cadena de seguridad que haga posible enfrentar al narco de manera más eficiente, de tal forma que éste deje de ser un problema de seguridad nacional y pase a ser un problema de seguridad pública. Esa es la meta.

jorge.chabat@cide.edu  

Analista político e investigador del CIDE

El Universal (Mexico)

 


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