Como este columnista no estuvo presente, se vale de lo que la prensa en general le atribuye haber expresado, lo que se puede sintetizar a los efectos de este análisis, en lo siguiente: ``la persistente hostilidad entre Israel y algunos de sus vecinos limita de alguna manera nuestra capacidad de lograr que prosperen nuestros intereses en la región. Las tensiones israelí-palestinas suelen desembocar en violencia y enfrentamientos armados a gran escala y este conflicto alimenta un sentimiento antinorteamericano basado en la apariencia de que EEUU favorece a Israel''. Aquí está el general Petraeus del sí.

Poco tiempo después --extendidas por múltiples canales de difusión tales expresiones que le fueron atribuidas-- el comandante de las zonas de guerra de ultramar de los Estados Unidos se disculpa con el comandante de Tsahal, las Fuerzas de Defensa de Israel, Babi Ashkenazi, por haber dicho que el actuar intransigente del gobierno de Israel era ``un problema'' para los militares que luchan en el Medio Oriente. Claro que el vicepresidente Joe Biden contemporáneamente se había pronunciado de modo similar: Israel ponía en peligro las vidas de los soldados americanos. En carne propia sufrió el propio Biden cuando en su última visita a Israel se anunciaba, a su llegada, un plan del gobierno anfitrión: se ejecutarían 1,600 viviendas en Jerusalén Este. Pese a las disculpas --sólo por la oportunidad y no por el plan-- desenmascara cómo puede llegar a valerse de hipocresías la gestión de la ``diplomacia''. Esta vez --deliberadamente-- entre comillas.

Volviendo al prestigioso comandante al que hasta se le atribuyó en un tiempo pretensiones presidencialistas --que él negó, es cierto-- digamos que este general Petraeus es el del no.

De todos modos sabrá muy bien el lector, estadounidense o de otras latitudes del planeta que acceden al conocimiento de lo que publica El Nuevo Herald en su versión por internet que no interesa tanto si Petraeus lo dijo como apareció o si su desmentida (hablando de un clásico ``fuera de contexto'' por los periodistas) y disculpa ante su homólogo israelí Ashkenazi deben tenerse presentes. Lo que sí interesa es que quienquiera elija decir lo propio atribuido a Petraeus no hará sino reflejar una realidad contundente, insoslayable.

Está a la vista de todos, de los estadounidenses y del mundo entero, que la relación Estados Unidos-Israel va mucho más allá de un pacto bilateral y se centra --principalmente-- en la defensa. ``Tus enemigos son mis enemigos''. Los Estados Unidos se comprometen y garantizan la seguridad del Estado judío en grado tan intenso como el que surge de tantas votaciones en las que los dos países suscriben al unísono en casi cualquier foro, principalmente en la ONU. Si no fuera por la admirable epopeya del pueblo judío, el originario y el que usó como vertiente plurinacional a la diáspora, y por la singularidad de su historia asumida como documento incuestionable en la gestión política, podríamos aventurar sin equívocos que ese enclave territorial en el Medio Oriente podría asumirse como posesión de ultramar, como Hawai o distante como Alaska. ``Estados'', en suma, de USA. Que nadie se llame a engaño ni a ofensas. Esta es una mera especulación teórica que pretende poner en claro qué es Israel para Estados Unidos. Un aliado protegido, un protectorado autónomo (valga aquí la aparente contradicción).

En suma, es tanta la interrelación entre protector y protegido y la fuerza que éste atesora con el correr de los años (y los asentamientitos a ultranza mientras se debate la ``Hoja de Ruta'' del Cuarteto para la Paz en el Medio Oriente) que bien podría decirse -y se sabe, no es una burda aseveración- Israel, de alguna manera cogobierna con los Estados Unidos en los asuntos de su incumbencia, vía el más poderoso lobby del que se tenga noticia.

Ya no importa si dijo no o sí el general Petraeus. Que se haya disculpado, como lo ha hecho, no deja de abonar lo que este columnista quiso exponer.