Los asentamientos de las favelas cariocas tienen su origen en invasiones y autoconstrucción en los cerros que cercan una parte de la ciudad de Río, como resultado de la indiferencia de distintos gobiernos al reto de la vivienda popular. Cientos de miles de familias de trabajadores viven ahí y junto a éstas se ha asentado, también desde hace décadas, el crimen organizado, que primero empezó con formas aparentemente inocuas de delito, como las loterías clandestinas o pequeños robos y el contrabando, hasta controlar la distribución de drogas. La asociación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, con el narcotráfico, elevó la peligrosidad de las mafias de las favelas, pues encontraron un nuevo proveedor de drogas, especialmente cocaína, a cambio de armas desde Brasil. Como retratan fielmente películas como Ciudad de Dios, varias de las favelas se habían convertido en territorios controlados por las mafias en los que las fuerzas  del orden no podían entrar.

Algunos en México sostienen que, de no haber “pateado el avispero” del crimen organizado en nuestro país, éste estaría muy tranquilo replegado en los territorios que controlaba. Algo parecido pensaron en Brasil, bajo la fantasía de que los delitos más violentos estarían restringidos a las favelas  y que el atractivo turístico de Río no estaría amenazado por la violencia. Pero el crimen organizado está sujeto también a las leyes económicas: requiere crecer —aunque no se le moleste— y en la última década claramente desbordó los límites de las favelas. Aumentaron de manera dramática las muertes por balas perdidas, aun en las mejores zonas de Río, así como violentas demostraciones en las zonas turísticas, del poderío de las mafias o “bandidos” como les llaman allá.

Desde 2005, la Fundación Getulio Vargas, FGV, institución privada sin fines de lucro, con gran experiencia en análisis y formulación de políticas públicas, se propuso abordar el problema de la violencia desde el análisis del presupuesto del estado de Río, especialmente el dedicado a la seguridad. En coordinación con la delegación regional del Tribunal de Cuentas de la Unión, una institución pública que audita el ejercicio gubernamental del presupuesto, la FGV estudió cuidadosamente el presupuesto y encontró serias deficiencias en las áreas de inteligencia, capacitación y equipamiento de las fuerzas de seguridad de Río.

Con base en este análisis y en coordinación con el entonces ministro de Justicia, Tarso Genro, actual gobernador de Río Grande do Sul, la FGV propuso una serie de acciones remediales que fueron consideradas por el gobierno estatal fluminense que tomó posesión en 2006, encabezado por el gobernador Sergio Cabral. De esta manera, la entrada de las fuerzas de seguridad que tomó reductos tan famosos del crimen organizado, como el Complexo do Alemao, estuvo respaldada por un intenso trabajo de inteligencia, capacitación y equipamiento que antecedió con cuatro años la luz verde para la acción.

Muchos otros factores acompañaron ese exitoso despliegue, varios de ellos ajenos al trabajo formal de la FGV, pero que sin duda contribuyeron al éxito. Citaría, en primer lugar, la expansión del empleo formal que mermó las filas de reclutas del crimen organizado, seguida por una conciencia renovada y aguda de la sociedad carioca del peligro que representa el delito. Parte de esta conciencia fue reactivada y fortalecida por películas y trabajo de los medios no tanto en el espíritu de “estamos hasta la madre” sino de cómo colaboramos todos para vencer esa amenaza. 

**Para ver esa posibilidad nos vemos en Twitter: @ceciliasotog

*Cecilia Soto, Analista política

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