En la camisa entallada de Mohamed Adam Tiicey, un tipo cabalga tras una pelota de polo. En su gorra, también. A este somalí le gusta la ropa de marca. Nadie lo duda. Son testigos su reloj de pulsera tamaño familiar o su portafolios suizo. Un verdadero hombre anuncio cuya carta de presentación prefiere, no obstante, sea verbal. «En mi región, hemos erradicado completamente la piratería», confiesa con una sonrisa.

Desde 2008 y hasta junio pasado, Tiicey ocupó la Presidencia de la región semiautónoma de Himan y Heeb, considerado uno de los centros históricos de la piratería somalí. En la última década, en este territorio flanqueado por los apenas 100 kilómetros de arena, roca y sal que separan las ciudades de Harardhere y Hobyo, centenares de marineros han permanecido secuestrados a la espera del pago de su rescate. Sin embargo, en octubre, el presidente Tiicey iniciaba uno de los proyectos más ambiciosos de toda Somalia: la rehabilitación de bucaneros en pescadores y su integración en las fuerzas armadas.

«Erradicar la piratería no es una misión fácil. Es un reto temporal y económico. Lo habíamos intentado anteriormente con el uso de la fuerza, pero nos dimos cuenta de que hay cierta resistencia por parte de los piratas. Es entonces cuando decidimos utilizar la técnica del palo y la zanahoria», reconoce a ABC.

Para su cruzada, el mandatario contó con la colaboración de Mohamed Abdi Hassan «Afweyne», creador del negocio pirata moderno y fundador de los Somali Pirates, la principal milicia regional.

«Empezó de forma sencilla, les advertimos que la represión iba a ser brutal si no se rendían. Simplemente garantizamos que habría un diálogo con el Gobierno federal y que no iban a ser perseguidos de forma legal. Nos servimos de sus líderes», asegura este político de acento norteamericano.

Los éxitos han sido inmediatos. En lo que va de año, solo se han producido nueve ataques en aguas del Índico, unos números que contrastan con los 243 de 2011.

«En este espacio de tiempo hemos rehabilitado a más de 900 piratas. Ya no hay nuevos secuestros, los criminales operativos gestionan, nada más, las tripulaciones que quedan en su poder o son de clanes diferentes al nuestro. Pero tan pronto como limpien su casa se marcharán», asegura este político.

En el recuerdo, el hundimiento el pasado julio del «MV Albedo», propiedad de una empresa malasia y que fue secuestrado el 26 de noviembre de 2010. En aquel momento, era una de las dos únicas embarcaciones que permanecían en manos de los bucaneros.

Ni rastro de los rescates

¿Pero qué pasará con el dinero de los secuestros (entre 315 y 385 millones de dólares recibidos por los delincuentes, según el Banco Mundial)?

A la hora de responder, Tiicey amplía aún más su sonrisa. «El dinero no estaba incluido en el acuerdo de amnistía. Muchos de los piratas están muriendo o han sido arrestados. Se dieron cuenta de que no es posible la victoria. Cogieron el dinero y se marcharon. Para nosotros el beneficio es que no vamos a tener más problemas», recuerda el mandatario, que reside a medio camino entre Somalia y la ciudad estadounidense de Mineápolis.

Sin embargo, terminada su obra, Tiicey ha preferido dejar paso a nuevas generaciones. En junio, la región de Himan y Heeb celebró elecciones presidenciales y este líder político prefirió no renovar su candidatura. «Quise mandar el mensaje de que este asiento no pertenece a nadie. Ahora aconsejo al Gobierno central en cuestiones de piratería», asegura.

Sus enseñanzas parecen ser ya cátedra en la Administración de Mogadiscio. En febrero, el presidente de Somalia, Sheikh Hassan Mohamud, ofrecía una amnistía a los piratas que decidan abandonar sus operaciones en aguas del Índico. «Hemos estado negociando con los bucaneros indirectamente a través de los ancianos (...) La piratería tiene que terminar», dijo entonces el mandatario.

Los Gobiernos locales, segmentados en una amalgama de pseudo Estados, eso sí, se muestran algo escépticos sobre la viabilidad de estos acuerdos.

Debate en el resto de regiones

«Estoy a favor de conceder una amnistía a los piratas jóvenes, que desconocen el impacto de sus acciones», reconoce a este diario Abdiwahid «Joar» Hersi. «Pero nunca estaré de acuerdo en conceder clemencia a los inversores, ya que han cometido crímenes contra la humanidad», añade.

En 1993, este propietario de una pequeña compañía de pesca de langosta comenzó a detener buques extranjeros que practicaban la pesca ilegal en aguas del Índico y pedir una «multa» por su liberación. Desde 2004 ocupa la dirección general de pesca en el Gobierno de Puntland, región donde opera el otro gran grupo bucanero al margen de los Somali Pirates, el llamado The Puntland Group.

«Para frenar la piratería es básico contar con plena estabilidad institucional», asevera, por su parte, Mohamed Elmi Aden, también director general de pesca, aunque esta vez, de la región de Somaliland. El 18 de mayo de 1991, este país «de facto» se independizaba de forma unilateral de la metrópolis Mogadiscio tras la caída del dictador Siad Barre.

Desde entonces, Somaliland -situado al norte de su exgobierno y de tamaño similar a Grecia- goza de total autonomía (diferente capital, diferente presidente, diferente moneda, diferente visado), pese a no encontrarse «reconocido» por la comunidad internacional. Curiosamente, a pesar de su falta de amparo legal, Somaliland se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los principales socios globales a la hora de combatir la piratería. Su capital, Hargeisa, cuenta ya con un penal para albergar a 380 reclusos.

«Al contrario que en otras regiones (como Puntland o Himan y Heeb), aquí, los únicos criminales que podrá entrevistar se encuentran en la cárcel», destaca Aden.

Ajeno a estas palabras, el expresidente de Himan y Heeb, el «dandi» Tiicey, sonríe. Desde octubre, en su región, son los piratas quienes velan por el cumplimiento de la ley y el orden. La nueva guardia pretoriana de sus jugadores de polo.