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20/07/2009 | México - Narcotráfico : Los diarios del Jefe de Jefes

Diego Osorno

La portada de “El Jefe de Jefes”, uno de los diez discos en español más vendidos en México en 1997, es una fotografía de los cinco integrantes de Los Tigres del Norte en la prisión de Alcatraz. Ese año, la disputa a sangre y fuego por territorios del crimen, ya era una realidad y no parecía extraño que un corrido en honor de un capo de la droga se convirtiera en éxito del momento, por encima de los boleros de Luis Miguel. Todo el tiempo surgían bandas del narco a las cuales los policías apodaban con nombres de ciudades o estados como Juárez, Tijuana, Guadalajara, Durango, Sinaloa, o regiones del país como el Golfo, el Pacífico y el Sureste.

 

El corrido había aparecido en un momento inmejorable. La figura de “El capo” ya formaba parte del imaginario nacional. Tras su lanzamiento, una tienda de armas de California, Estados Unidos puso a la venta en dos mil dólares cada uno, 200 revólveres calibre 38 con el gatillo y el martillo inoxidables, los tornillos de oro y la frase de “El Jefe de Jefes” unida al grabado de un caballo bronco y el escudo nacional de México.

No en Alcatraz, pero sí en otra prisión de máxima seguridad inspirada en ella, Miguel Ángel Félix Gallardo, quien había conocido a varios jefes de los grupos que ya competían a balazos entre sí por el control del mercado de la droga, estaba a un año de cumplir su primera década preso.

El corrido de “El Jefe de Jefes” -cuya letra está basada en la ficción según su creador, el compositor Teodoro Bello- revivía las leyendas creadas en torno a él. La más importante era la de que antes de ser detenido, Félix Gallardo había logrado controlar él solo, todo el negocio de la droga en México: Que él era El Jefe de Jefes, el hombre -mito al que se canta en el corrido.

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Una década después del lanzamiento de “El Jefe de Jefes”, en la página www.miguelfelixgallardo.com creada en agosto del 2008 por la familia de Felix Gallardo, un internauta preguntó: “¿Se dice que el corrido Jefe de Jefes fue dedicado a él?”.

La respuesta apareció horas después: “Acabo de buscar la letra en internet y empieza diciendo así: “A mí me gustan los corridos” y para empezar a mi padre no le gustan. Él dice que agradece los que le han compuesto pero que él es de música más moderna y de lo romántico. Quizás el corrido “Jefe de Jefes” está basado en algún personaje de ficción y en algunos extractos de hechos reales, o viceversa, es algo muy común”.

A la par de una campaña para pedirle al presidente Felipe Calderón que Félix Gallardo reciba una mejor atención médica debido a los padecimientos que a los 63 años sufre en un oído y en los ojos, la página web en la que apareció la pregunta, cuenta con un foro de discusión que gira en torno a la vida de quien es considerado como el fundador del Cártel de Sinaloa.

Las dudas sobre el hombre nacido en Bellavista, pueblo del Valle de Culiacán que en los cuarenta no tenía calles pavimentadas, van desde cuáles eran sus pasatiempos preferidos hasta los detalles sobre las relaciones que estableció en los ochenta con su contemporáneo, el capo colombiano, Pablo Escobar.

Milenio, La Jornada, Reforma y Proceso publicaron notas sobre la página web, considerándola a grandes rasgos una curiosidad del ciberespacio. También hubo comentarios en las respectivas páginas de internet de las publicaciones, donde se criticaba a la página por exaltar al narco y hacer apología de la violencia.

A pesar de eso, los hijos mantuvieron el sitio web y continuaron, entre preguntas y respuestas, soltando retazos de la historia no conocida del Jefe de Jefes, como el detalle de que es un lector voraz que lo mismo lee el Diccionario filosófico de Voltaire que la revista Mecánica Popular o novelas como “Casí el paraíso” de Luis Spota y el semanario Time. O bien que era un comprador de la obra de la pintora Martha Chapa, quien según sus hijos le hizo un retrato que quedó destruido tras una incursión violenta a la casa de la familia; o que tenía entre sus curiosidades el pendón de una exposición que el pintor José Luis Cuevas le dedicó a él, diciéndole “amigo”; o incluso que la mayor biblioteca de Sinaloa, ubicada en las instalaciones de la universidad pública estatal, fue construida con dinero donado por él.

En cambio, de la vida en los extremos del dinero y de la muerte, se menciona poco en la página.

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Un día de noviembre de 2008, en el mismo foro de de la página web, un usuario acusó a Félix Gallardo de causar la violencia actual en el país y en especial la que se vive en Culiacán, Sinaloa. Uno de los hijos del viejo capo respondió: “Le informo que Miguel Félix Gallardo tiene casi 20 años en prisión y le aseguro que es muy poco probable que sea responsable de la ola de violencia que azota a nuestro país.

La prensa utiliza el nombre de mi señor padre para rellenar notas, también el gobierno lo usa para adornar detenciones de otros personajes que ellos mismos crean. Muchos medios aseguran que algunas personas desde el Altiplano dirigen organizaciones criminales, cosa que es poco razonable ya que todas las llamadas telefónicas, visitas familiares y entrevistas con los abogados son grabadas, debo añadir que incluso la correspondencia es revisada. Aunque no me lo crea yo también detesto lo que está ocurriendo en Culiacán”.

Tras leer esta respuesta envié un mensaje electrónico a uno de los hijos que administran la página, preguntándole más detalles sobre la opinión que tenía su padre en torno a la situación en el país y planteándole la posibilidad de una entrevista con él para abundar en el tema.

Así fue como inicié correspondencia con uno de los 17 hijos de Félix Gallardo, un joven treintañero al que tampoco le gustan los corridos y al que la reciente historia aparecida en periódicos europeos sobre el periplo del hijo de Bin Laden, buscando un país donde vivir, le pareció conmovedora, quizá porque algo de eso ha vivido él también. “No estudié leyes pero en algún momento quise hacerlo al igual que también algo de política, pero de haberlo hecho quizás no hubiera tenido éxito ya que la gente, cuando sabe de dónde vienes, le pone un “narco” a tu profesión. Por ejemplo narco-abogado, narco-político, etc. Así jamás te dejan trabajar. Los problemas de los padres a veces se heredan de cierta forma”, publicó el hijo de Félix Gallardo, en la página web dedicada a su padre.

Durante el intercambio de cartas, Jif -que es cómo se identifica por internet- me escribió: “Hay personas que escuchan el nombre de mi papá y lo asocian a sucesos lamentables en los que en general no tiene mucho que ver. Le tachan de envenenador y demás. Yo no puedo afirmar ni negar que haya sido traficante de drogas, eso un asunto legal en el que no me puedo meter. Lo que yo tengo entendido es que en los setentas y ochentas, México solo era un trampolín hacia Estados Unidos y que el “producto” no se quedaba aquí. En 1989, cuando mi papá fue detenido yo era muy joven. Lo que nunca olvidaré es que en las noticias lo presentaron acompañado de imágenes de niños de África desnutridos y otros aquí en México oliendo resistol, como si mi padre hubiera sido el responsable del hambre y las condiciones sociales del país”.

Cuando encontró el mejor momento para hacerlo, el hijo de Félix Gallardo le planteó mi inquietud a su padre. Él aceptó de inmediato recibirme en el Penal de Máxima Seguridad del Altiplano para concederme una entrevista, sin embargo, al poco tiempo me di cuenta de que podía ser más fácil que se legalice la mariguana en México que el que un reportero entre a Almoloya a tratar de hacer su trabajo.

A lo largo de la historia de la penitenciaría diseñada por el arquitecto Juan Pablo de Tavira, solamente los periodistas Julio Scherer, Carlos Marín y el fallecido Jesús Blancaornelas han podido tener conversaciones periodísticas con internos. En comparación con Colombia, donde más de un jefe del narcotráfico ha dado su testimonio sobre uno de los mayores negocios que existen en América Latina, en México pocos han sido los personajes importantes del crimen organizado que han relatado sus experiencias, como por ejemplo lo hizo antes Rafael Caro Quintero y ahora Sandra Ávila Beltrán, “La Reina del Pacífico”.
Hablar con el diablo nunca ha sido fácil.

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“El escrito le apena por la calidad en comparación con lo que hacía antes, esto debido a sus problemas de la vista y al tener que escribir a escondidas y con prisas.”, me dijo el hijo de Félix Gallardo que me entregó el manuscrito hecho por su padre durante los últimos meses en el interior de la cárcel. Tras revisar las 35 cuartillas del escrito pregunté a varios especialistas en el tema del narcotráfico, si conocían alguna reflexión escrita en primera persona por un capo mexicano de la droga. Ninguno recordó que existiera tal antecedente.
Estos diarios de “El Jefe de Jefes” que se publican a continuación, comienzan relatando los días previos a la detención de Félix Gallardo. Sus captores, los superpolicías de la época, Guillermo González Calderoni y Javier Coello, protagonizan el relato inicial. El entonces comandante de la policía judicial federal, González Calderoni, aparece descrito por Félix Gallardo como un amigo que lo traiciona por órdenes del subprocurador de la PGR, Coello Trejo. El 5 de febrero de 2003, González Calderoni murió ejecutado en Texas, después de varios años de haber huido de México, donde enfrentaba cargos por el asesinato de los propietarios del Café La Habana de la Ciudad de México. Por su parte, Coello Trejo, conocido como “El Fiscal de Hierro”, se retiró de la vida pública y de acuerdo con notas periodísticas, puso un despacho de abogados en Chiapas, estado en el que llegó a ser secretario de gobierno.
En sus apuntes, Félix Gallardo hace acusaciones y cuenta pasajes de sus días en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México, donde permaneció tres años antes de ser trasladado al Penal de Máxima Seguridad de Almoloya. Nunca se dice inocente y tampoco exige que lo liberen. Se queja en cambio de que sus propiedades le fueron arrancadas como un botín y relata el miedo que tuvo a ser ejecutado, mediante la ley fuga. “El Jefe de Jefes” a veces va sin avisar de un asunto a otro en los textos escritos hechos en su celda. Lo mismo recuerda su presentación ante la prensa o diserta sobre el caso de Enrique Camarena, agente de la DEA asesinado en 1985; equipara su detención con la de Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, ocurrida, al igual que la de él, durante el comienzo del gobierno de Carlos Salinas de Gortari; así como desvela que algunos policías, a través de la mediación de Amado Carrillo, lo visitaban en la cárcel buscando que los auxiliara a resolver crímenes famosos como el del periodista Manuel Buendía.
Almoloya es otro de los protagonistas en los diarios. La cárcel mexiquense lo mismo puede ser el lugar donde los internos discuten con el maestro de la Universidad Iberoamericana, Germán Plascencia, sobre el alzamiento del EZLN y la muerte de Colosio en 1994, que un sitio horrendo de donde nunca saldrá nadie con vida, y en el que hasta Raúl Salinas de Gortari puede padecer los mismos infortunios de los que se quejan los demás internos .

“El Jefe de Jefes” enseña parte de su árbol genealógico y lo compara con el de la familia Arellano Félix para rechazar el supuesto parentesco con los hermanos que dirigieron el Cártel de Tijuana. A Sandra Ávila Beltrán, “La Reina del Pacífico”, asegura que nunca la conoció. Félix Gallardo reflexiona en sus escritos sobre la histórica lucha contra el narco desde los tiempos de la Operación Cóndor en los setenta, hasta la fecha, y hace sus propias recomendaciones para acabar con la problemática. Vicente Fox, por quien, asegura, votó esperanzada toda su familia, lo decepciona como presidente, aunque defiende también su papel en la fuga de Puente Grande de Joaquín “El Chapo” Guzmán, a quien evita mencionar por su nombre.

“Cuando nosotros los viejos capos...”, escribe con un aire nostálgico en la penúltima hoja de sus diarios. Cuestiona el hecho de que la justicia lo haya alcanzado a él y a otros de los suyos como Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, pero no a los banqueros acusados de fraude, Carlos Cabal Peniche, Jorge Lankenau y Ángel Isidoro Rodríguez “El Divino”.

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En ningún momento, los diarios del primer hombre que organizó a gran escala el tráfico de cocaína a Estados Unidos, son los de alguien que se declara ajeno al mundo de las drogas. Nacido el ocho de enero de 1946, fue policía judicial a los 17 años y quedó asignado como escolta del entonces Gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis. A mediados de los setenta se involucró en el narcotráfico y en los ochenta, su poder ya cobraba proporciones internacionales.

Todavía en la década en que nació “El Jefe de Jefes”, los consumidores norteamericanos venían a México a buscar la droga directamente, no había intermediarios mexicanos importantes, se relata en “Protocolos de la hipocresía: Drogas y Política en México”, un estudio hecho por historiador sinaloense Froylán Enciso. De acuerdo con este documento, Alberto Sicilia Falcón, un cubano americano que vivía en México hasta que fue detenido, es lo más parecido a un capo en la historia del narcotráfico previa a la aparición de Félix Gallardo.

Enciso, quien actualmente radica en Nueva York, analiza que Carlos Salinas de Gortari sabía que la sombra del fraude electoral de 1988, lo obligaba a ganar la legitimidad necesaria para gobernar, si ya no en las elecciones, por lo menos, en el gobierno. “El tema del narcotráfico fue importante en ese aspecto. En los primero años de su gobierno hizo golpes espectaculares contra líderes sindicales y policías corruptos, así como del mayor narcotraficante del sexenio de De la Madrid, el que manejaba el flujo de cocaína, el que se ganó el respeto de sus colegas, el que los funcionarios de la DEA catalogaban hasta de elegante: Miguel Ángel Félix Gallardo”.

De lo que parecen no quedar muchas dudas es de que durante los años siguientes a la detención del Jefe de Jefes en Guadalajara, el 8 de abril de 1989, surgieron los Cárteles de la Droga que a la fecha protagonizan una enredada guerra entre sí y contra las corporaciones del Estado, la cual ha dejado más de 10 mil ejecuciones tan sólo durante los primeros dos años del gobierno de Felipe Calderón.

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“¡Los amos del narcoterror!”, parece gritar el cabezal de la portada de la revista Alarde policiaco, en su edición especial de abril de 1989, con motivo de la captura de Félix Gallardo. Rodeando el titular escrito con letras amarillas, aparecen fotografías del hondureño Ramón Mata Ballesteros, Rafael Caro Quintero, Juan José Esparragoza “El Azul” y del propio Miguel Félix Gallardo. En la portada se deja ver también un optimismo equivocado: “Totalmente exterminado quedó el narcotráfico al ser capturado el zar de la cocaína, Miguel Angel Félix Gallardo, quien ya se encuentra tras las rejas y haciéndole compañía a otros capos”.

El 9 de abril, un día después de la detención del “Jefe de Jefes”, la PGR emite el siguiente boletín: “La Procuraduría General de la República, a través de la Policía Judicial Federal, logró en un operativo relámpago realizado ayer por la tarde en Guadalajara, Jal., la captura del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, considerado el traficante de drogas número uno a nivel internacional. Félix Gallardo fue detenido como resultado de una investigación iniciada hace tres meses por judiciales federales, en la casa ubicada en la calle Cosmos 2718, colonia Jardines del Bosque de la ciudad de Guadalajara. Por lo sorpresivo del operativo, Félix Gallardo fue aprehendido sin que opusiera resistencia, a pesar de que tenía en su poder varias armas de grueso calibre.

Es importante destacar que durante esta acción no se registró ningún disparo de arma de fuego. Miguel Ángel Félix Gallardo, de 43 años de edad, originario de Culiacán, Sinaloa, inicia su carrera delictiva desde el año de 1971, fecha en que se gira la primera orden de aprehensión en su contra por delitos contra la salud. Durante los últimos años, Félix Gallardo se convirtió en el narcotraficante más buscado tanto a nivel nacional como internacional, pues varios países también giraron órdenes de aprehensión en su contra por el mismo delito.

Asimismo, se convirtió en parte importante del bajo mundo del narcotráfico, porque llegó a controlar la siembra, cultivo, cosecha y tráfico de enervantes. Con la captura de este peligroso delincuente, buscado durante los últimos nueve años, se reafirma la voluntad política del Presidente de la República, licenciado Carlos Salinas de Gortari de combatir hasta sus últimas consecuencias este cáncer social y de que la PGR trabaje intensamente en esta guerra por el bienestar de los mexicanos”.

Javier Coello Trejo, el fiscal que capturó a “El Jefe de Jefes”, aseguró en una entrevista periodística que brindó en 1989, que Félix Gallardo era un hombre inteligente. “No te puedes imaginar cuánta inteligencia natural tiene. Estudió hasta el tercero de secundaria, pero en 20 años dedicados al narcotráfico se arregló para controlar todas las bandas de narcos... es una persona seca, no es malhablado, no es grosero, habla muy directo, y es una persona muy extraña, porque es muy católico, incluso, por medio de otras personas ha donado dinero a la iglesia”.

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Teodoro Bello, el compositor del Jefe de Jefes, reconoció a principios de 2009 en una entrevista con El Universal que había escrito canciones inspiradas en Amado Carrillo, Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo. “Pero son gentes que las detuvieron (sic) y son corridos de cosas que la gente ya sabe, de lo mismo que escribe la prensa”, aclaraba. Preocupado por la ola de violencia desatada hoy en día en el país, Bello aprovechaba la entrevista para recomendar a los noveles compositores que los corridos de ahora debería ser bien narrados y no deberían vanagloriar ni menospreciar a nadie en particular.

Cuestionado por el reportero sobre la aparición de un corrido en honor de Santiago Meza, el sujeto que disolvió en Tijuana más de 200 cadáveres humanos en ácido y se ganó el apodo de “El Pozolero”, Bello, respondió: “Hay autores que se cuelgan del momento para ganarse un dinerito y hacerse publicidad con el boom, pero son corridos que se van. Yo me voy a morir un día y oirán el Jefe de Jefes y otras, porque son canciones que nacen para quedarse”.

En la penumbra de la cárcel del Altiplano, Félix Gallardo escribe. “El Jefe de Jefes” tampoco quiere que lo olviden.

Milenio (Mexico)

 


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