El arte ha servido a lo largo de la historia para juzgar a los verdugos, vengar en cierto modo a las víctimas y mostrar al futuro lo que fue un pasado de sufrimiento, algo que no puede ser olvidado.Cuando robé —o tomé prestado— del escritorio de Roberta Garza el libro Diario de Oaxaca, no tenía la menor idea de lo que iba a encontrar. Los dibujos, escritos, fotos y divagaciones de Peter Kuper, impresos por Sexto Piso en un fino ejemplar de pasta dura, se convirtieron en mis acompañantes impredecibles durante las noches recientes. La primera vez, en Venustiano Carranza, Chiapas, abrí al azar el libro del dibujante estadunidense y me topé con una bella caricatura del plantón de la APPO en el Zócalo de la ciudad de Oaxaca, donde se delinean los rostros indígenas de los manifestantes y las pancartas exigiendo la renuncia de URO (abreviatura de Ulises Ruiz Ortiz).
Durante 85 años Oaxaca ha vivido gobernada por una dictadura del PRI, la cual, en años recientes, ha estado marcada por decenas de crímenes políticos no investigados. Algunos de los que vivimos en Oaxaca en 2006 nos dimos cuenta de que personas desprovistas de toda esperanza tuvieron por un momento la esperanza de algo, la esperanza de cambiar las cosas en una de las zonas de injusticia porfiriana que se mantienen en el país.
Hace unos días, el periodista Víctor Hugo Michel reveló una serie de documentos desclasificados de la CIA en torno a algo que se ha documentado de mil formas en Oaxaca: la existencia de mercenarios que al servicio del gobierno estatal se encargan de someter a los críticos y opositores de su administración.
Para darse una idea de la paradoja oaxaqueña ayuda leer los dos números anteriores de M Semanal, donde aparecen un reportaje titulado “Todos los muertos de Ulises Ruiz”, y luego una respuesta gubernamental barroca y hueca a la vez.
Tengo la impresión de que Peter Kuper, en su Diario de Oaxaca, también se dio cuenta de esta esperanza que surgió en 2006. A principios de ese año, el dibujante, autor del cómic Spy vs. Spy, decidió darse un año sabático y se trasladó a Oaxaca, pero unos meses después de haber llegado comenzó la rebelión en la ciudad. En lugar de salir despavorido, Kuper se quedó a explorar lo que sucedía bajo la guía de amigos como el admirado fotógrafo Antonio Turok.
Martín Solares, quien prologa el libro, dice: “Si todo artista es una espía, y sus creaciones informes en clave, en cada una de las páginas de este diario de Peter Kuper conviven dos elementos centrales de una gran investigación: las apariencias que puede adoptar un creador no para ocultarse, sino para revelarnos la realidad, y contar qué misterios advirtió en cada una de sus correrías. Lo otro es un mensaje en clave que el lector deberá descifrar antes de que estalle la bomba”.
Es verdad que el poder se vuelve cada vez más sordo en Oaxaca y que el arte poco sirve ante tiranías como la que ahí gobierna, pero la esperanza de 2006, captada con suma belleza por Peter Kuper en su Diario…, no se perdió para siempre en el horizonte.
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