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19/11/2009 | Mexico, Colombia - Hay que perderle el miedo al narcotráfico

Diego Osorno

Gustavo Bolívar es uno de los escritores de Colombia más conocidos a nivel internacional. Sin tetas no hay paraíso, una de sus novelas adaptada a la televisión y pronto al cine, se ha visto en una docena de países. La atmósfera del mundo del narcotráfico colombiano y el deslumbre de jovencitas quinceañeras por éste, son retratados de manera cruda.

 

Para alimentar sus historias, que suelen girar en torno al mundo del crimen organizado, Bolívar está regularmente en México. Durante un viaje relámpago para participar en un seminario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, dice en entrevista con MILENIO que ve a los periodistas mexicanos “menos tímidos con el tema del narcotráfico”. Sin embargo, considera que “todavía falta enfrentar un poco más el fenómeno, perderle el miedo a los narcotraficantes, porque en la medida que el coro de la opinión pública y de todos los periodistas sea más grande, pues a ellos les va a quedar más difícil hacernos daño a todos”.

Bolívar estima que si, como sucedió en Colombia hace muchos años, eleva la voz un solo periodista “es muy fácil que esa persona se vuelva blanco de los criminales, pero si son todos, si es todo México levantado en pie de lucha contra el crimen, seguramente no van a tener la decisión de disparar”.

¿Entonces crees que el tema del narco no se aborda como debería?

Sinceramente sí noto mucha precaución entre los periodistas mexicanos para abordar el tema del narcotráfico. Tienen toda la razón del mundo, se sabe que estas bandas criminales son muy violentas; pero lo que les digo, el consejo es unirse, hacer una gran convención de todos los periodistas de cómo vamos a enfrentar este flagelo en su país para que no suceda lo que sucedió en Colombia, que a medida de que hablaba uno por uno, los iban eliminando, los iban matando, hasta que un día llegamos, nos pusimos de acuerdo toda la prensa y empezamos a criticar el narcotráfico, a denunciarlo, a hablar fuerte contra ellos y ya no tuvieron un blanco fijo.

Tú has escrito sobre el tema del narcotráfico, de hecho tu reciente obra, próxima novela, El Capo, aborda de nueva cuenta este tema. ¿Desde tu punto de vista, cómo se puede combatir o solucionar esta problemática que une a Colombia y a México?

Bueno, nosotros, con toda la experiencia nefasta que hemos tenido en Colombia, les podemos decir con toda desprevención, sin apasionamientos: que el narcotráfico es el flagelo y es el delito más grande que tiene la humanidad, es lo peor que le puede pasar a un país. Mira, nosotros en Colombia estamos viviendo un fenómeno muy triste y es que el narcotráfico nos dejó como herencia enseñarle a los jóvenes a enriquecerse muy rápido y de manera muy fácil. De ahí nace Sin tetas no hay paraíso, de cómo una niña prefiere salirse del colegio a conquistar el mundo y a ganar dinero en las fincas de los narcotraficantes porque considera que el estudio no sirve para nada, eso mismo pasó con los sicarios. Es decir, tengo dos opciones: estudiar 15 años para que el Estado me dé un sueldo de miseria por ser un médico o me enriquezco matando a otra persona por 100 mil, 900 mil dólares. Esa es una de las herencias que ha dejado
el narcotráfico.

¿Sobre la legalización de las drogas, tú qué posición tienes?

Creo, que la única salida al narcotráfico es la legalización. Honestamente ya se ha visto todos los esfuerzos que se hacen en Estados Unidos, inclusive Colombia, se han invertido casi 10 mil millones de dólares en diez años y los resultados no varían, matan a un narcotraficante y nacen dos, matan a dos y nacen cuatro, porque es un problema social, es un problema de pobreza. Los narcotraficantes no se dan en abundancia, no se dan, digamos, nacidos en Suiza, Dinamarca, países con niveles de vida muy altos. La única manera de acabar con el narcotráfico es acabar con el negocio y esto se hace con que los gobiernos se asuman la producción de la droga, la suministren ya técnicamente; y con campañas educativas a los drogadictos y que nos dejen de estar matando a las personas que no consumimos.

Sobre El Capo, tengo entendido que hay una parte de investigación que hiciste en México para el momento de escribir. ¿Qué hay de esto?

El año pasado tuve la fortuna de conocer el norte de México. Me financiaron unas horas de helicóptero, estuve en pueblos que creo a veces hasta negados para la fuerza pública, como Santiago de Papasquiaro, estuve en Durango, en Tijuana, bueno estuve en muchas ciudades, hablé con narcotraficantes y es lo que estamos hablando ahora. Para nosotros es el peor crimen de la humanidad; pero para ellos es una alternativa de vida, para ellos es una herramienta de trabajo. En ese sentido no los crítico porque han nacido en países donde faltan las oportunidades de educación y empleo, donde los ricos se enriquecen cada vez más sin pensar en las políticas sociales. Pero tampoco hay que justificarlos en la manera salvaje con la que están acabando a la gente.

¿Cómo ves a México, cómo se ve desde Colombia, cómo lo ves tú en cuanto a la esta situación de violencia que se vive por el narcotráfico?

Mira, yo vine a México hace tres años o cuatro por primera vez, cuando nos conocimos en Monterrey y me preocupó bastante que el tema del narco estaba tan callado. Los narcotraficantes estaban haciendo sus fechorías de una manera tan escondida que los medios de comunicación poco sacaban de esto.

“Pero a partir del año pasado que empezaron a llegar noticias del gran avance de la fuerza pública contra el narcotráfico, empecé a sentir satisfacción, porque es un país decidido a luchar contra un mal que ya tiene dentro. Es una realidad que no pueden desconocer. Y mientras se legalice la droga, que creo yo es la solución, pues creo que las fuerzas coercitivas, las soluciones de fuerza son las que se antojan más a la mano, porque no hay otra forma de combatirlos”.

Similitudes y diferencias entre México y Colombia
.

Bueno, este salvajismo que se está viviendo en las bandas criminales del narcotráfico, ya se vivió en Colombia hace unos 20 o 30 años. En este momento ya andan en otra onda que es camuflarse. Hemos visto casos de bandas que se han descubierto cuyos miembros a pesar de ser multimillonarios, para no dejarse detectar de las leyes de la policía, por ejemplo, piden un carro a crédito, compran las cosas a crédito, piden préstamos, se embargan las cosas que tienen, hipotecan las cosas que tienen e incumplen en estos pagos para que los embarguen, para que parezcan personas comunes y corrientes, cuando en realidad manejan fortunas muy grandes.

¿Por qué escribir del narcotráfico, por qué interesarse en estos temas, por qué no escribir de las flores, de la primavera, del arte, por qué tomar el tema del narco?

Yo creo que cada escritor tiene un nicho, a mí por suerte me tocó este nicho, este género…

Pero tiene que ver con una historia personal

No, yo sí he visto morir muchos compañeros de mi colegio, muchos se metieron por ese camino. He estado de cerca, pues yo también nací en un barrio popular, elegí diferente a mis compañeros, el estudio, el camino largo de la vida, el del éxito mucho menos inmediatista, pero sí he estado muy cercano a la realidad. Además, vivo en un país muy violento. En la época en la que empecé a hacer televisión, el narco estaba vivo, fui asistente de un ministro de Justicia que fue baleado por Pablo Escobar y anduve varios meses en un carro blindado por las amenazas de Escobar, porque era asistente de Enrique Parejo González, que era el ministro.

¿Te hubiera gustado conocer a Pablo Escobar Gaviria?

Me hubiera gustado muchísimo conocer a Escobar Gaviria y hablar con él y decirle unas cuantas verdades.

Military Review (Estados Unidos)

 


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