Dice Maquiavelo -una especie de santo patrono de los pol�ticos de hoy en d�a- que si como gobernante aceptas que cada una de tus acciones debe aprobar un examen moral, con toda seguridad ser�s derrotado por un adversario que no se somete a semejante prueba moral. �Para conservar el poder no s�lo has de dominar las artes del enga�o y de la traici�n, sino tambi�n estar dispuesto a emplearlas cuando sea necesario�, aconseja El Pr�ncipe.
La necesidad es el principio rector de Maquiavelo. Antes de Maquiavelo se consideraba que la ley moral era la ley suprema para todos. Cuando se infringía la ley moral esto era algo lamentable, pero al fin y al cabo los dirigentes eran meramente humanos y era comprensible su actuación. La posición de los tiempos actuales, la maquiavélica, nos dice que infringir la ley moral está justificado cuando sea necesario.
Bajo estos principios que rigen la política moderna, no es difícil suponer el origen de las tantas mafias que padecemos. ¿Cómo nace una mafia? Lo hace ante la ausencia de la ley en una sociedad donde el aparato gubernamental no consigue demostrar su control con base a la fuerza, la persuasión política y las normas jurídicas. Ante una situación así, las relaciones entre las personas quedan determinadas por oscuras fuerzas que detentan el poder sin el aval democrático.
Para ser eficientes, fundamentalmente, las mafias se imponen dos reglas: La implacabilidad y la secrecía. La mafia política de Nuevo León ha sido implacable incluso con aquellos de sus miembros que han desafiado su mandato. En este apartado, veáse el caso del abogado Leopoldo del Real en un sentido extremo.
Hoy vivimos el influyentismo, la prepotencia, la corrupción y el hambre causada por una mafia de cuello blanco enquistada en el aparato gubernamental desde hace quién sabe cuánto tiempo atrás. Lo que sí sabemos es que el protagonismo de esta mafia política precede al de esas bandas de mafiosos que hoy viven con estridencia su bonanza en las calles de la ciudad, extorsionando giros negros.
La mafia de cuello blanco de Nuevo León nació para defender los intereses de una clase política sin escrúpulos, capaz de convertir en un fraccionamiento con campo de golf hasta el mismo Cerro de la Silla, o pretendiendo erigirse para sí misma un santuario en áreas naturales protegidas, poniéndole como nombre -sin el menor atisbo de rubor- de Valle de Reyes.
Si hace ya tiempo que estos mafiosos de la política se han apropiado de un Estado inepto y han impuesto en lugar de las leyes de todos, sus propias leyes, ¿por qué no hay un combate frontal contra ellos desde las zonas aún no contaminadas del gobierno?
¿Existen esas zonas?
Ateniéndonos a la definición del diccionario, un mafioso es aquél que extorsiona al dueño de una tienda de autopartes robadas para que le pague una cuota de protección, pero un mafioso es también el político que entrega algo que es de todos, como el lecho del río Santa Catarina, a cambio de una tajada de dinero para sus propios intereses, o los de su grupo, su mafia.
La mafia de Nuevo León ha convertido en un método de vivir la corrupción y el influyentismo, y conforme pasa el tiempo y la impunidad, éste método de supervivencia se va imponiendo para todos, he ahí la aparición de nuevas mafias bandoleras acechando refaccionarias, tugurios y yonques chuecos.
En una sociedad mafiosa, las hegemonías personales mandan por encima de los intereses de la mayoría democrática. Ya que estamos en época de rechazo a las mafias, rechacemos a todas.
¿O qué esa no es también una necesidad?