Es diciembre de 2004. El gobernante acaba de llegar a su cargo y está preocupado. Nadie le celebró haber mandado a un grupo de vándalos a apropiarse de las instalaciones del periódico Noticias, el único que lo cuestiona. Tampoco parece haber reacciones favorables ante las órdenes de aprehensión giradas en contra de su principal adversario en la pasada contienda electoral, en la cual, por cierto, se cayó el sistema de conteo de votos en tres ocasiones. A algunos de los hombres de su grupo más cercano, conocido como La Burbuja, tampoco les parece muy adecuado que el gobernante haya decidido cambiar la sede oficial de su administración a una oficina ubicada en el interior del cuartel de la policía estatal. Un mensaje de demasiada dureza, piensan. Además, las marchas de protesta en contra como quiera continúan.

El teniente Manuel Moreno Rivas, un Kaibil experto en aniquilar movimientos sociales que el gobernante contrató como director de la Policía Ministerial, hace lo que puede. Sí, es cierto que una decena de fastidiosos activistas ya fueron detenidos, que hay otros cuatro que están en Canadá en calidad de refugiados y que tres de los más beligerantes murieron asesinados extrañamente. Sí, eso es cierto, pero la inconformidad no cesa y el gobernante está desesperado porque su viejo amigo, Roberto Madrazo Pintado, es el candidato presidencial del PRI y él es su principal operador electoral, o como se le quiera decir a los que colaboraron, como él, con la vieja tradición priista de simular elecciones en tiempos en que la democracia mexicana consistía en un simple dedazo del mandatario saliente.

Gobernar Oaxaca distrae al gobernante de su trabajo en la campaña presidencial del PRI. Es común que se queje de que no lo comprenden aquí, de que no ven sus ideas modernizadoras. ¡Yo debí ser gobernador de Sonora o de Nuevo León!, bromea de vez en cuando ante sus más cercanos.

• • •

Conocí al peor gobernante del México actual un domingo del 2006 al mediodía en una hacienda amurallada. Me pareció un político ordinario, como cualquiera de esos sobrevivientes del viejo régimen. Esos que todavía hoy, en pleno siglo XXI, permanecen poderosos. Por entonces, al gobernante no se le notaba en los ojos esa mirada indiferente —que luego se volvería tan característica— ante los asesinatos impunes y documentados, uno tras otro, de una veintena de mecánicos, maestros, obreros, indígenas y activistas opositores a su gobierno. Al final una de sus asistentes me acompañó hasta el auto. La guapa mujer soltó: ¿Cuánto dinero vas a querer por la entrevista?”. Por un momento me quedé callado. Ella continuó explicando: es un apoyo del gobernador para tu trabajo. También te podemos ayudar con lo del hotel y si quieres también te podemos poner a un chofer.

Yo tenía unos cuantos días de haber llegado a la ciudad. Iba a reportar para el periódico donde trabajo una huelga de maestros que terminó siendo una insurrección. La insurrección que le recordó a México que lo peor del PRI no se ha ido con el siglo pasado.