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05/10/2011 | Oscuridad y globalización

Sergio Muñoz Bata

En sentido amplio, se podría argumentar que la globalización empezó en 1493, un año después del arribo de Cristóbal Colón al hemisferio americano. Esa fecha, escribe Charles C. Mann en su libro 1493, marca el momento en el que se inicia el tráfico de especies entre los continentes aunque, añade el autor, el intercambio no siempre ha sido equitativo. Mann es un científico, su tema es la ecología y lo que le preocupa son los impredecibles, incontrolables y devastadores efectos que este intercambio ha tenido y sigue teniendo en poblaciones que no están preparadas para resistirlos.

 

El lado oscuro de la globalización es también el tema y el título de un nuevo libro editado por los profesores Jorge Heine, chileno, y Ramesh Thakur, de la India. En la visión de la globalización que el libro propone predomina el equilibrio. Para los globalófilos, “el creciente intercambio transfronterizo de bienes, servicios, capital, tecnología, ideas, información, sistemas legales y personas es tan deseable como irreversible, habiendo impulsado la prosperidad a lo largo y lo ancho del mundo”. Para los globalifóbicos, “no es sino una expresión del imperialismo corporativo que saquea y se beneficia del consumismo rampante; los flujos de capital son asimétricos y los beneficios y costos de sobrellevar los lazos internacionales existentes están distribuidos desigualmente”.

Lo novedoso del libro, sin embargo, es el análisis que Garth Le Pere y Brendan Vickers hacen del “lado oscuro de la globalización” mostrando cómo el crecimiento de redes criminales transnacionales amenazan la seguridad del estado y de la sociedad civil en Africa. Un continente en el que el subdesarrollo económico y la debilidad de las instituciones en una treintena de países ha facilitado la penetración del crimen transnacional a través de seis patologías: la explotación ilegal de los recursos naturales, el terrorismo, el tráfico de drogas, personas y armas, y el lavado de dinero.

¿Cómo deben los países en desarrollo enfrentar la globalización?, pregunto. “El rechazo de plano a ella y el aspirar a una especie de autarquía no es viable ni deseable”, contestan Heine y Thakur pero, añaden, “la noción de que la liberalización, desregulación y relajación de todos los controles a la libre circulación del capital y todo lo demás (excepto el trabajo) constituye una panacea para asegurar el progreso y la prosperidad ha demostrado ser una quimera”.

“En el curso de la última década”, dice Heine, “América Latina se ha adaptado mucho mejor de lo que muchos habrían anticipado a los desafíos de la globalización. La forma en que se sobrellevó la Gran Recesión del 2008-2009 es el mejor ejemplo de ello, aunque a Sudamérica le ha ido mucho mejor que a Centroamérica y el Caribe en esta tarea”.

“En cuanto a las patologías”, dice Heine, “yo diría que se manifiestan con especial intensidad precisamente en Centroamérica y el Caribe. Hay allí una relación muy perversa con Estados Unidos, el principal mercado consumidor de drogas y de exportación de armas, con el cual se da también una circulación permanente de pandillas y de bandas criminales”.

¿Y qué se puede hacer para enfrentar las patologías que presentan las organizaciones criminales transnacionales? Según los autores la mejor manera de enfrentarlas es procurando “mecanismos de gobernanza regional que refuercen la capacidad de los estados para combatirlas. El compartir información, conocimiento, instituciones, herramientas de política, personal y otros recursos, puede ayudar a detener esta verdadera marea de actividades no deseables”.

Comparto con Heine y Thakur el diagnóstico de la enfermedad y la receta para la curación. Y dada la indiscutible responsabilidad de Estados Unidos por su insaciable demanda de enervantes, su incontrolable contrabando de armas y su negligencia para detener el lavado de dinero, le corresponde cargar con el peso mayor del combate regional.

Las dos grandes preguntas, sin embargo, siguen siendo: ¿cuál debería ser el alcance de la contribución norteamericana en esta empresa? y ¿hasta dónde estarían dispuestos a ceder soberanía los países que la requieren?

Miami Herald (Estados Unidos)

 



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