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06/02/2013 | Hillary Clinton: ¿adiós o hasta luego?

Sergio Muñoz Bata

Después de cuatro años de arduo trabajo, la secretaria de Estado Hillary Clinton deja su puesto con índices de popularidad tan altos en su país y en el extranjero que nadie sabe si su despedida fue un adiós o un hasta luego.

 

Y aunque Hillary no ha hablado de sus planes a futuro, la especulación sobre sus posibles aspiraciones presidenciales para el 2016 es sumamente intensa y no sin razón. Hoy, no hay en el horizonte ninguna figura ni dentro de su partido ni en la oposición que pudiera enfrentársele si es que decide volver a buscar la presidencia.


Según la última encuesta de opinión del Washington Post y ABC, siete de cada diez estadounidenses catalogan de excelente su desempeño en el cargo. Como era de esperarse, nueve de cada diez demócratas le reconocen por su labor, pero la gran sorpresa es que cuatro de cada diez republicanos concuerden con la mayoría de los independientes (65%) destacando su trabajo. Como punto de comparación, habría que señalar que solo 2 de cada diez estadounidenses aprueban la labor de los congresistas.
De los actos de la Secretaria en sus últimos días en el puesto destaco dos que a mi juicio muestran plenamente sus virtudes. Primero el conmovedor y multitudinario homenaje del personal del Departamento de Estado que le despidió con rosas, abrazos y besos como si fuera una estrella de cine o una madre muy querida que va a tomar una larga vacación.

El otro fue su comparecencia, a tambor batiente, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado para informar sobre el atentado al consulado estadounidense en Bengasi y en el que dio cátedra de su habilidad para enfrentar situaciones difíciles con inteligencia, serenidad y fortaleza. ¡Qué presidencial se vio ella y qué pequeños sus inquisidores!
El consenso mayoritario en los círculos de poder en este país y en el extranjero es que Clinton ha sido una secretaria de Estado muy competente que cumplió a cabalidad con el trabajo que le fue asignado y en la circunstancia histórica que le tocó vivir. No olvidemos que Clinton empezó su gestión con el objetivo de implementar una política exterior diseñada por su jefe, el presidente Obama, tan ambiciosa como difícil si no es que imposible: retirar las tropas estadounidenses de Irak y Afganistán; mejorar la imagen del país tan deteriorada por el peligroso aventurerismo del presidente George W. Bush; privilegiar el diálogo para resolver diferencias con los ayatolaes iraníes en vez de recurrir al conflicto armado; forjar un acuerdo de paz entre israelitas y palestinos que incluyera detener la construcción de nuevos asentamientos en la ribera occidental; instituir una nueva relación con los países árabes más cercana a la gente y más distante de sus corruptos dirigentes.

Y así, mientras Obama pronunciaba elocuentes discursos exponiendo su visión del mundo, a Clinton le correspondió aterrizarlos en acciones concretas. Es cierto que durante su gestión no hubo triunfos de gran alcance, como por ejemplo los que tuvo Henry Kissinger con su política de distensión con China, sobre todo, pero también con la URSS o la negociación para los acuerdos de paz en Vietnam. Pero tampoco intervino en los asuntos de otras naciones como el propio Kissinger lo hizo en América Latina. Establecer comparaciones con sus antecesores es un asunto complejo porque las condiciones históricas de cada uno de ellos son por lo general muy diferentes. Y también porque la calificación depende de la posición ideológica del que juzga.


Lo que no puede negársele a Hillary, sin embargo, es que su historial, su personalidad y su estilo personal de ejercer la diplomacia fueron clave para mejorar la deteriorada imagen del país en el mundo. Y aunque Hillary admitió su responsabilidad por el asalto al Consulado en Bengasi, la verdad es que este ni fue el primer ataque terrorista a sedes diplomáticas estadounidenses ni será el último.


En la política, cuatro años son una eternidad y es poco probable que sus niveles de aceptación se sostengan si Hillary dilata su reaparición en el escenario político. Pero lo que es indudable es que después de haber sido primera dama, senadora por Nueva York, candidata presidencial y secretaria de Estado, Hillary está más que preparada para ser la primera presidenta mujer de Estados Unidos.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 


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