Kiev procesará a aquellos que ayudaron a los ocupantes rusos en las zonas liberadas.
Su firma es un garabato ilegible, algo así como
"Tuss", pero la letra de niño se entiende a la perfección. El alcalde
de Trostianets, Yuriv Bova, que habla ruso, ha guardado como un tesoro el
diario que un soldado enemigo adolescente dejó olvidado en su trinchera. Bova
lee las primeras frases escritas el día 5 de marzo: "Nos dijeron que
veníamos a luchar contra los nazis, pero nos estamos comportando como
fascistas". Pasa las páginas y selecciona otro párrafo curioso:
"Dijeron que teníamos que liberar Ucrania, pero aquí todos nos
desprecian". El diario, según asegura su actual dueño, irá directo a un
futuro museo.
Yuriv Bova fue elegido en unas elecciones locales, pero
viste ropa militar como todo el gobierno de Zelenski. Cuando comenzó la
invasión de Ucrania, su nombre estaba en las listas negras que manejaban los
rusos. Su ciudad es una de las más prósperas de la región de Sumi, fronteriza
con Rusia, así que los invasores no tardaron en llegar. Antes de que los
tanques de la Z entraran, Bova se escondió en los bosques cercanos con un grupo
de resistentes y un teléfono desde el que iba a tratar de seguir dirigiendo el
pueblo a distancia. "Si me hubieran cogido en aquel momento me hubieran
torturado hasta la muerte", asegura.
Su grupo ayudó al ejército ucraniano a localizar y
combatir a los rusos que se instalaron en la localidad. Con un preciso ataque
de artillería, destruyeron una columna entera de blindados rusos estacionados
en el centro de la localidad, junto a un viejo tanque soviético T34, colocado
en un pedestal, que también resultó dañado.
Con aquel ataque, Yuriv Bova y los suyos consiguieron
echar a los ocupantes, pero ahora se enfrentan al mismo problema que afronta
toda la Ucrania liberada: perseguir y juzgar a aquellos ciudadanos ucranianos
que decidieron colaborar con ellos. "Los rusos nos hubieran fusilado.
Nosotros les daremos un juicio justo", dice Bova.
El alcalde quiere dejar claro que las autoridades
distinguen dos tipos de personas: los que tuvieron que ayudar al enemigo porque
su vida peligraba, entre los que hay muchos profesores ucranianos, obligados a
dar clase en el sistema educativo ruso, y sólo en ese idioma, y aquellos que lo
hicieron de manera voluntaria por obtener beneficios de ello. Todas las aldeas,
pueblos y ciudades liberadas tienen de ambos. A los primeros no les sucederá
nada. Muchos de los segundos han huido a Rusia o están escondidos. Hay cientos,
por no decir miles de casos, en proceso abierto.
BAJO INVESTIGACIÓN
Bova describe un caso claro de colaboracionismo en
Trostianets: "Tenemos a varias personas en la calle bajo investigación.
Todos los vecinos saben que colaboraron con los rusos, pero necesitamos
pruebas. Se trata de una familia de panaderos que alimentaban a toda la
población", afirma Bova.
"Durante la primera semana de la invasión se
quedaron sin harina y me llamaron para decírmelo. Yo tenía sacos de harina en
un almacén que mantenía oculto. Decidí decirles donde estaba para que pudieran
seguir horneando pan para la población de Trostianets. Dos semanas después,
estos panaderos revelaron la localización del almacén y robaron todo lo que
había, que estaba destinado a los civiles. Durante el robo, el jefe de la
panadería estuvo presente. Días después los ocupantes rusos convocaron a la
población civil y presentaron a ese mismo hombre como gauleiter ruso (líder de
zona, en terminología nazi). Es evidente que él aceptó ese papel ante los
invasores", conforma Bova, que se enfada conforme la historia avanza.
NEGOCIOS PERMITIDOS
"En la ciudad todos los negocios fueron saqueados.
No dejaron ni los imanes en las puertas de los frigoríficos, pero su panadería
y su farmacia siguieron funcionando con total normalidad. Lo hacían bajo el
permiso de los ocupantes rusos. Sus compañeros de la panadería se convirtieron
en delatores del resto de los vecinos. No existe mayor traición. Durante esos
meses de ocupación los rusos mataron a 50 civiles. El pan se repartía también
al ejército ruso desplegado en la región y los propios militares rusos
alimentaban el obrador con toneladas de harina traída desde Rusia",
asegura el alcalde de Trostianets. "Tenemos fotos y vídeos de todo, pero
de momento sólo uno de ellos está en la cárcel, el que fue nombrado como
gauleiter. Son colaboracionistas, sin ninguna duda".
Muchos militantes de partidos prorrusos, como los de
Viktor Medvedchuk o Viktor Yanukovich, auténticos satélites pagados por Rusia,
han colaborado abiertamente con los invasores en cada uno de los pueblos de
Ucrania, pero no es eso lo que preocupa a las autoridades de Kiev: bajo la ley
ucraniana, muchos bomberos, policías, médicos y empleados públicos decidieron
seguir en sus puestos obedeciendo al enemigo. La distancia entre el terror a
los invasores rusos y la ayuda intencionada es en algunos casos demasiado
corta. La justicia ucraniana tratará, según aseguran desde Kiev, ser precisa en
ese tipo de actuaciones para no provocar el efecto contrario.