Hay que ser claros: el impacto (ya sea positivo o negativo) de la estrategia de Calderón no se podrá evaluar sino hasta después de que termine su administración. Tal vez pase más de una década antes de saber si se tomaron las decisiones correctas.

Sin embargo, hay varios factores que nos pueden dar algunos indicios del éxito o el fracaso de la estrategia calderonista.

En el caso de las reciente extradiciones a Estados Unidos de 15 mexicanos, entre ellas las de los líderes de los cárteles más fuertes y violentos, estamos hablando de narcotraficantes de la talla de Osiel Cárdenas, jefe del cártel del Golfo, y Héctor El Güero Palma, del cartel de Sinaloa, muchos comentaristas y analistas anunciaron con bombo y platillos que esta decisión no terminaría con el negocio del narcotráfico y que, por el contrario, se ha puesto en riesgo al país por enviar a estos criminales a ser enjuiciados en Estados Unidos. Los críticos de cierta forma tienen razón, en el sentido de que la figura de la extradición por sí sola no puede terminar con el fenómeno del crimen organizado en México.

Las extradiciones son parte de una estrategia integral. Lo que está por definirse es el impacto en las organizaciones del descabezamiento de los líderes y qué tanto se desata la violencia y las guerras intestinas entre los grupos criminales y los cárteles. Un diagnóstico de la PGR señala que los cárteles del narcotráfico iniciaron una recomposición, algunos formaron alianzas entre ellos, además de que reclutaron a bandas locales para extender su poder y que los sitios que dejaron los jefes aprehendidos fueron ocupados de inmediato por sus familiares y su estructura se mantuvo intacta (EL UNIVERSAL, 22 de febrero de 2007).

Y ahí es donde está el gran reto de Calderón. ¿Va a poder detener esto y asegurar que esas organizaciones y las guerras entre bandas no vayan a retomar el poderío de las que fueron desarticuladas?

El segundo factor es la capacidad del gobierno federal para continuar llevando a cabo una estrategia coordinada entre las secretarías, algo que no ocurrió en la administración pasada, y de continuar llevando a cabo estos operativos civil-militares para mantener la presión a las organizaciones durante todo el sexenio. Mucho se ha criticado que estos operativos sólo producen el efecto cucaracha y esto es cierto, pero lo que le toca al gobierno es seguir correteando a las cucarachas a donde vayan y asegurar que estas organizaciones no tomen como rehén a municipios enteros, como sucede hoy día.

El tercer factor que determinará el éxito o el fracaso de la estrategia calderonista tiene que ver con las reformas al sistema de justicia que incluyen, entre las más importantes, la unificación de los cuerpos policiales federales, y establecer los juicios orales en los procesos penales.

Y aunque México requiere cambios urgentes a la forma que se procura justicia en el país, la realidad es que a corto plazo estas reformas podrían traducirse en caos, parálisis y más ineficiencias (e injusticias) hasta que las instituciones tengan la oportunidad de adaptarse a las reformas. Y viendo la experiencia en otros países, esto podría durar décadas.

Cuáles son las nuevas tendencias de producción, tráfico y consumo de estupefacientes no solamente en México, sino en otros países, es otro factor fundamental para calibrar el éxito de Calderón a largo plazo, como por ejemplo, el que representantes de la narcoguerrilla colombiana de las FARC tengan vínculos con los cárteles mexicanos (EL UNIVERSAL, 21 de febrero de 2007) o el que los cárteles internacionales estén usando a México para traficar cocaína a Europa.

El éxito o el fracaso de Felipe Calderón necesariamente va ligado a lo que está pasando en el exterior y la capacidad que tiene el gobierno mexicano de adaptarse o, mejor todavía, de anticipar nuevas tendencias de grupos delictivos además de la capacidad que tenga para coordinarse con las naciones que sufren y/o atacan el mismo problema.

salazaropina@aol.com

Analista política