Los banqueros más influyentes han pasado estos meses por el Capitolio para dar explicaciones de sus estrategias. Unos lo han hecho con cierta mesura, incluso asumiendo algunas responsabilidades, y otros con arrogancia. Entre los más altivos y suficientes está el presidente de Goldman Sachs, uno de los pocos bancos de negocios que apostaron a favor de la crisis y ganaron dinero todos los años, en la euforia y en la recesión, incluso contra los intereses de sus clientes.

Pero los de Goldman han tropezado ahora con la SEC, el organismo supervisor que acaba de trasladar al fiscal un expediente por posible fraude en alguno de los productos que inventaron. Y al rebufo, varios Gobiernos europeos, con bancos perjudicados por los productos de Goldman Sachs y sus colegas, han abierto del mismo modo investigaciones para determinar si hay responsabilidades que pueden exigir a los bancos de negocios.

También la crisis griega ofrece la hipótesis de algún cooperante (banco de negocios) en los engaños contables que jalonan su desastre.

Los bancos afectados por la reforma dibujada por el expresidente de la FED, Paul Volcker, y asumida por Obama despliegan la mayor trama de influencias para descarrilar una ley que impone controles incómodos. Pero con la fiscalía (varias fiscalías) en los talones las cosas se complican para quienes se resisten a la reforma.