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04/06/2006 | La desintegración energética

Humberto Vacaflor

En “O Globo”, el experto Adriano Pires dice que se está dando la desintegración energética en Sudamérica. Menciona todos los intentos por lograr esa integración en la región y lamenta cómo todo se vino abajo por la “miopía regulatoria de Venezuela, Argentina y Bolivia”.

 

Para su país, la necesidad de la integración, por lo menos con Bolivia, comenzó en 1938, con los primeros acuerdos para garantizar que los hidrocarburos del Chaco boliviano puedan servir para el consumo de Brasil.

Pires concluye diciendo que la situación creada por la nacionalización boliviana ha hecho que el gobierno del presidente Lula anuncie un paquete de medidas con una marcada “incoherencia estratégica”, como anunciar el autoabastecimiento y al mismo tiempo impulsar el proyecto de integración con el gasoducto del sur.

En efecto, esto que el experto llama desintegración está dando lugar a que cada país busque soluciones por su cuenta, con el claro propósito de prescindir de la energía que pudieran comprar en la región. Brasil invertirá 18.000 millones de dólares para aumentar su producción y sustituir las importaciones de gas boliviano lo antes posible. Argentina quiere hablar en serio, de volúmenes, precios y plazos. Pareciera que sospecha que Bolivia ha dejado de ser un proveedor seguro, no porque tenga por costumbre nacionalizarlo todo, sino porque no tendrá una producción suficiente para atender su demanda inmediata de 20 millones de metros cúbicos diarios. Chile está abriendo la zona de Magallanes para que todos puedan sacar el gas natural que allí, al parecer, existe. Avanza también la construcción de una planta de regasificación que se instalará en el golfo de Quintero. Y los tres países, Brasil, Argentina y Chile, acarician proyectos para contar con plantas nucleares. Plantas “puras y seguras”, como dice ahora George Bush, sin advertir que está siendo incoherente respecto de la política de su país hacia Irán.

Es decir, cada quien con sus propios yacimientos y sus propios recursos. O integrarse sólo con países de ultramar: Brasil instalará cuatro plantas de regasificación. El proyecto de las hidroeléctricas del río Madeira es probable que haya sido afectado por el enfriamiento de las relaciones boliviano-brasileñas.

En medio de este acelerado proceso de desintegración regional, todos miran a Bolivia, unos como ejemplo a seguir y otros como una aberración que hay que evitar. Algunos cínicos dicen que, en realidad, la nacionalización sólo fue en el nombre, pues se trata de una recompra de acciones. La Enron, cuándo no, advirtió este oculto significado de la medida boliviana y ofreció sus acciones en Transredes. Si el Estado boliviano está comprando, pues nosotros vendemos antes de que nos pregunte cómo fue que lo adquirimos.

Y hay otra visión cínica. Dice que cuando hayan pasado las elecciones para la Constituyente, es decir el lunes 3 de julio, el gobierno de Evo Morales llamará a las empresas y les dirá que olviden todo, que la dureza era sólo un mensaje a la platea. Que él será inexperto pero que no es tonto.

Como quiera que sea, el susto que ha dado a todos es muy grande. Y la desintegración energética de Sudamérica ha sido atribuida a la “nacionalización”.

*Humberto Vacaflor G. es periodista

La Razón (Bo) (Bolivia)

 



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