Para tener las respuestas conté, en el curso de 30 días, con testimonios directos de dos amigas bolivianas que vivieron en esos países en medio de la crisis.

Ambas miran con familiaridad la crisis boliviana de estos días. Miran los hechos con la actitud de quien está viendo una película por segunda vez.

La que viene de Sudáfrica dice que la injusta distribución de la riqueza que se da en Bolivia es muy parecida a la que se daba allá antes de la llegada de Mandela. La empleada que ella tenía en Sudáfrica vivía en un barrio de negros. Tan lejos, dice, como viven las empleadas en La Paz o Santa Cruz. Y con incomodidades y privaciones parecidas.

La que viene de Yugoslavia dice que por los días previos a la disolución nacional, la gente hablaba allá de los mismos temas que se habla aquí ahora. Estas discusiones las ha escuchado antes. Las diferencias culturales que existían en Yugoslavia eran muy grandes. Hay una escalofriante relación entre la actividad económica predominante en cada región y la actitud de la gente ante la vida.

Los temas de discusión más recurridos aludían al origen de cada uno de los diferentes grupos humanos que habitaban Yugoslavia. Si los antepasados de unos habían llegado antes que los de otros, era motivo de odios. El idioma de cada grupo social era también factor de división. Algunos querían imponer su idioma sobre los otros.

Pero el elemento más poderoso que causó la disolución de Yugoslavia fue el religioso. Las diferencias eran muy grandes. Y estaban distribuidas por regiones. La solución a semejante cantidad de diferencias fue la disolución de Yugoslavia.

Al ver lo que está pasando en Bolivia, ella cree que las cosas no son tan graves, sobre todo si no surge lo religioso como factor de división. Pero ha advertido que alguien está moviendo esas peligrosas arenas en el país.

Respecto de Sudáfrica poco se sabe, excepto que acabó el apartheid. Un empresario me contó que las cosas se resolvieron allí de una manera muy pragmática. Los negros quedaron en control del gobierno y los blancos de la economía. Las oficinas del gobierno, los barrios donde están los ministerios, han quedado un poco descuidados. Es como si en un mismo territorio conviviera el gobierno de un país subdesarrollado con un empresariado de un país desarrollado. Pero la convivencia avanza.

La amiga que vivió en Sudáfrica dice que las diferencias raciales, los odios raciales, han desaparecido. Quizá sea como consecuencia del entendimiento que se dio entre negros y blancos y la distribución de las responsabilidades a que alude el testimonio del empresario.

Pero la boliviana que vivió en Sudáfrica dice que el mayor mérito para que ahora en ese país se viva en paz es de Nelson Mandela. Recuerda que en la ceremonia de posesión del cargo, el ex prisionero del régimen racista dio una lección al mundo entero. Invitó a la ceremonia, para que se siente muy cerca de él, a su carcelero, al policía blanco que lo estuvo vigilando 27 años en la cárcel. Y en su discurso, Mandela dijo que había decidido ser libre. Y que para ser libre necesitaba dejar de ser prisionero del pasado, de los odios y las venganzas.

Gran hombre este Mandela.