Así las cosas, y a pesar de la naturaleza cambiante e impredecible de la actividad política, el tema de la reforma migratoria debe seguir siendo la prioridad principal de la agenda de Obama para el 2013. Para lograr su objetivo, el presidente tendrá que emplear su capital político con mayor efectividad para convencer a un puñado de legisladores republicanos moderados de la necesidad de la reforma migratoria integral, no parcial.

Al igual que en el caso del precipicio fiscal y en el de la posible legislación para restringir la venta de ciertos tipos de armas, Obama necesita no solo de apoyo de la inmensa mayoría de los demócratas en ambas cámaras del Congreso sino de un puñado de republicanos moderados que tengan el valor civil para aumentarle los impuestos al 2% de la población, los súper ricos, y sobre todo para enfrentarse a la poderosa NRA, o Asociación Nacional del Rifle.

En este sentido, entre mis deseos de año nuevo asumo, esperanzado, que aceptando su obligación de coadyuvar para evitar que el país caiga al precipicio fiscal, el ala moderada del Partido Republicano rechazará la ceguera ideológica del sector de derecha radical dentro de su partido y se sumará a la propuesta que el presidente Barack Obama les presentará antes de que termine el año.

En lo referente a la reforma migratoria la opinión de los expertos es casi unánime. Thomas Saenz, presidente de la organización defensora de los derechos de la comunidad mexicano americana MALDEF, sabe que el apoyo de los republicanos moderados es necesario pero opina que “el programa de legalización que el presidente proponga debe ser lo más amplio posible”. Semejante es la opinión de la ex comisionada de inmigración Doris Meissner, “el paquete debe ser amplio y además de la legalización debe incluir una reforma al sistema de visas para darle flexibilidad que esté basado en las necesidades del mercado laboral para asegurar que la inmigración contribuya al desarrollo futuro de la economía. Y todo esto tendrá que venir acompañado de un reforzamiento de los mandatos de ley, sanciones a los patrones, reforzamiento de fronteras y detenciones”.
Respecto al tema del control de armas, pienso que Greg Treverton, director del Center for Global Risk and Security de la Rand Corporation, ha encapsulado a la perfección cuáles serán los términos del debate. “Creo que los trágicos acontecimientos en Newtown, Connecticut,” dice Treverton, “han marcado un parteaguas y que el Congreso se ha percatado que no puede seguir ignorando el tema. El meollo del asunto es qué tan profundos y significativos serán los controles que se implanten. Supongo que se enfocarán en las armas de asalto, en los cargadores de munición, y alguna que otra medida de precaución pero si ves las encuestas te darás cuenta que la propaganda de la Asociación Nacional del Rifle parece haber tenido un gran efecto en la opinión pública y eso, aparte de ser algo muy deprimente indica que habrá pocos cambios”.

Concuerdo con Treverton. Mientras la mayoría de los ciudadanos, políticos y jueces de este país siga pensando que el texto de la segunda enmienda de la Constitución garantiza a cualquier persona el derecho a tener cantidades ilimitadas de armas de fuego, incluyendo fusiles que disparan 50 balas en cuestión de segundos, yo tampoco creo que las leyes que emanen del Congreso vayan a evitar nuevas matanzas en escuelas, cines, almacenes y calles de ciudades y pueblos estadounidenses. No hay solución posible mientras no se destierre la cultura de violencia prevaleciente en el país.