La movilización, llevada a cabo tras las oraciones islámicas de los viernes, fue la más numerosa desde que el gobernante resultó herido el 3 de junio durante una explosión en una mezquita en la que oraba dentro de su palacio presidencial. Salé sufrió quemaduras graves y fue trasladado a Arabia Saudí para recibir atención médica junto con varios funcionarios de alto rango de su régimen que también resultaron heridos en la explosión. Los aliados del presidente auguran el regreso de éste en unos días y rechazan las exigencias de Estados Unidos y Arabia Saudí de que emprendan una transferencia del gobierno.

Salé, que ha gobernado casi 33 años, se aferra al poder a pesar de una oleada diaria de protestas que dieron inicio a finales de enero en demanda de su dimisión y que devinieron en la agitación política del país. Antes de que Salé resultara herido, jefes tribales de la oposición se rebelaron contra él y escenificaron combates con las fuerzas gubernamentales.

En la plaza Tagyeer, o del «Cambio» en Saná, la multitud de manifestantes exige al vicepresidente, que ahora es el jefe de Estado en ausencia de Salé, que permita la creación de un nuevo gobierno. «La gente quiere un gobierno de transición», coreaban los manifestantes.

El jefe tribal jeque Sadeq al-Ahmar encabezó a unas 100.000 personas que marcharon desde la plaza hasta el cementerio en la capital mientras los manifestantes coreaban «el pueblo quiere el enjuiciamiento del carnicero», en referencia a Salé. Los integrantes de tribus de oposición marcharon por la plaza con los cadáveres de 41 de sus combatientes que afirman murieron hace una semana durante el bombardeo contra la casa de uno de sus líderes. El ataque fue lanzado por efectivos del ejército.

En otra parte de la ciudad, a unos cinco kilómetros (tres millas) de distancia, miles de partidarios de Salé efectuaron una protesta afuera del palacio presidencial. No se tiene constancia de enfrentamientos entre ambos bandos.