Aislarlo podría resultar fatal para los intereses de Estados Unidos y de Israel, ahora que el conflicto con Irán concentra todas las miradas.

Olmert es, de hecho, el principal defensor de la tesis de frenar el peligro demográfico que representa el mayor crecimiento de la población palestina. En el 2002, Olmert convenció a Ariel Sharon, postrado ahora en el hospital, para poner en marcha la construcción de un muro de separación. Terminado éste, se trata ahora de culminar - con acuerdo o sin él- el abandono de los territorios palestinos que empezó el pasado verano en Gaza. El objetivo último es limitar así a los palestinos en sus batustanes de Cisjordania y Gaza, habiéndoles sustraído la parte del territorio donde están los asentamientos de colonos más poblados y la capital, Jerusalén.

Después de haberse desprendido del Gran Israel bíblico, defendido por ortodoxos y por la derecha del Likud, partidarios éstos de expulsar a los palestinos al otro lado del Jordán, la alternativa que propone Olmert es: o los palestinos aceptan sus condiciones o Israel las aplicará unilateralmente. La opción es aplaudida por una buena parte de los congresistas y senadores norteamericanos, que el martes pasado aprobaron una dura moción contra el Gobierno de Hamas. Pero la Casa Blanca se resiste a romper los puentes con los restos de la laica Al Fatah y su líder, Mahmud Abbas, el único que puede empujar al Gobierno islamista palestino al pragmatismo. Especialmente ahora, ante el fantasma de Irán.