La iniciativa, que llevaría como nombre Consejo Suramericano de Defensa, será presentada por Brasil en la próxima cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

El proyecto buscaría fortalecer la cooperación entre los ejércitos y servir de paraguas para evitar que incidentes como el de Colombia y Ecuador desemboquen en guerras. Así, por lo menos, lo sustentó el ministro de Defensa brasileño, Nelson Jobim, durante un reciente viaje a Washington. "El Consejo será un ambiente de diálogo, principalmente en el sentido preventivo, anticipando problemas, neutralizando tensiones", le dijo a la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice.

Jobin, no obstante, le pidió a E.U. "mantener su distancia" para no aguar su nacimiento. La idea genera un agudo debate. En 2006, cuando se propuso por primera vez, se habló de proteger los recursos naturales de la región, entre ellos el petróleo, el agua y la biodiversidad, contra eventuales agresiones externas.

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, también ha apoyado alguna fórmula semejante. "Lo que es con alguno es contra todos", dice, aunque deja ver un tono de defensa común frente a Estados Unidos, que no necesariamente coincide con la concepción brasileña.

Steven Donehoo, de la firma McClarty Associates y ex miembro del Comando Sur, cree que es una muy buena idea siempre y cuando sea lo más universal posible. "Debe ser de todos los países de Suramérica y no solo de unos pocos, para que tenga legitimidad", dice.

La idea de Chávez, originalmente, era que se integrara con países del Mercosur (Chile, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay) más Venezuela únicamente. "Tener algo como la OTAN para la región puede ser muy bueno. Permite acercar a los militares, estandarizar equipos y ahorrar recursos", dice el analista. Además, según Donehoo, puede ser puesto en función de muchas cosas como la atención de desastres naturales o la lucha contra el narcotráfico.

La crisis diplomática que sacudió a la región Andina a comienzos del presente mes puso de presente la necesidad del fortalecimiento de un mecanismo multilateral de cooperación militar. Paradójicamente, al mismo tiempo demostró hasta dónde se ha debilitado el consenso, en especial frente a temas sensibles como, precisamente, los de seguridad y defensa. ¿Se puede hablar de comunidad cuando los países no comparten idénticos conceptos sobre la democracia y la integración? ¿Puede forjarse una alianza militar como la OTAN -que fue inspirada en el sentimiento anticomunista de la época- cuando la lucha antiterrorista es un motivo de división?

Si se dejan por fuera ideologías políticas y se establece un marco de acción que refleje el interés de la mayoría, el Consejo podría ser un paso adelante pues la integración militar de la región conviene a todos. Si por el contrario termina siendo un vehículo para profundizar la brecha entre los llamados ejes de izquierda-derecha, serán dos pasos hacia atrás.