Apenas el 5 de enero, Byron Dorgan, senador demócrata de Dakota del Norte, anunció que no buscaría la reelección. Lo hizo apenas 24 horas antes de que Chris Dodd, senador de Connecticut, soltara un anuncio similar. El gobernador demócrata de Colorado, Bill Ritter, también indicó que se retirará al final del año y, para empeorar las cosas, Parker Griffith, representante de Alabama, cambió de color, para convertirse ahora en republicano.

Todas son pérdidas significativas, pero la salida de Dorgan, en particular, supone un duro y peligroso revés político para los demócratas en la Cámara Alta, donde cuentan con una frágil mayoría y necesitan, en cada debate legislativo, 60 votos para frenar cualquier táctica dilatoria de la oposición republicana. Son nubes en el horizonte del proyecto de reforma de la salud, quizás el pulso político más ambicioso de la administración Obama en lo doméstico.

La Cámara y el Senado ya aprobaron el proyecto, pero en versiones separadas que ahora deberán ser unificadas en una negociación que se aventura difícil y desgastante. Obama había prometido que, llegado el momento, las negociaciones serían públicas y televisadas. Hoy todo indica que se harán a puerta cerrada. El clima político es desfavorable, pues cerca de la mitad de los estadounidenses, según las encuestas, rechazan la reforma.

El año también comenzó para Obama con cifras de desempleo muy por encima de lo pronosticado. Aunque los expertos habían previsto que no se perderían más de 10 mil puestos de trabajo en diciembre, las cifras del Departamento del Trabajo -reveladas el viernes pasado- indican que el país perdió en ese mes alrededor de 85.000 plazas. El Presidente dijo que la persistencia de los altos niveles de desocupación demuestra que la salida de la crisis económica del país será "prolongada y azarosa", pero es un hecho que incluso sus más fieles defensores siguen esperando muestras de que la recuperación prometida está, al menos, en camino.

Perder o perder

Las promesas de cambio que, según analistas, le valieron la elección a Obama, sin duda le pasarán factura este año. Nada más el lunes, organizaciones de derechos humanos recordaron en Washington el octavo año del penal de Guantánamo, que sigue abierto pese a la promesa de Obama de cerrarlo. Frente a la Casa Blanca un grupo de manifestantes pidió de nuevo la clausura  del centro de detención.

Este año Obama tendrá que empezar a concretar la salida de las tropas estadounidenses de Irak y a la vez deberá ofrecer alguna perspectiva real de éxito en Afganistán. A estos dos focos de tensión amenaza con sumarse el que plantea Yemen, todavía fresco el susto del atentado fallido contra el vuelo 253 de Northwest Airlines en la pasada Navidad.

Yemen es un verdadero dolor de cabeza para el joven Presidente, que lejos de ver cumplidas sus promesas de bipartidismo y unión, ha enfrentado desde su llegada un ácido clima de partidismo en el que cualquier acción del Gobierno está condenada a recibir durísimas críticas.

Si Obama anuncia acciones de fuerza contra los reductos de Al Qaeda en Yemen, se lo acusará de estar abriendo un tercer frente de guerra para las tropas estadounidenses.

Si, en cambio, opta por vías diplomáticas, se le acusará de no hacer nada frente a una amenaza real a la seguridad del país.

No contentos con el 'mea culpa' presidencial de comienzos de la semana pasada, los críticos del Gobierno quieren, cuando menos, ver rodar cabezas. El lunes, el ex candidato presidencial y senador republicano John McCain, dijo: "No podemos volver a la vieja rutina de Washington de que todos somos responsables, así que nadie es responsable".

Pero incluso en los temas en los que Obama ha cumplido casi al pie de la letra sus promesas, las perspectivas no son necesariamente positivas.

El Presidente ha sido consecuente con su promesa de mantener el embargo contra Cuba como mecanismo de presión, pero eliminando restricciones a los cubano-estadounidenses en materia de visitas o envíos de dinero a la isla. Ambos compromisos se vieron honrados a poco tiempo de la posesión de Obama, hace un año. Sin embargo, el "nuevo comienzo" ofrecido a Cuba no ha logrado el menor cambio en materia de reformas por parte del gobierno de Raúl Castro.

Una vez más, los críticos están prestos a anotar que Obama mantuvo el bloqueo, pero lo dejó "sin dientes". Quizás, si la reforma de salud no se desdibuja por completo, si avanza la negociación de un nuevo tratado de no proliferación con los rusos y si los indicadores de la economía comienzan, por fin, a repuntar, Obama pueda anotarse algunos puntos. 

Pero lo cierto es que, a corto plazo, el panorama luce sombrío, a pesar de las buenas intenciones que el mundo aún le reconoce y que le valieron, según explicó el comité encargado, recibir el Premio Nobel de Paz. Obama prometió, es cierto, vientos de cambio, pero su horizonte sigue poblado de nubes negras.