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14/11/2007 | Colombia - FARC: En las manos de Chávez

Cambio Staff

¿Qué puede ganar Chávez con el intercambio humanitario? ¿Por qué se metió Uribe en esto? ¿Qué buscan las Farc? Análisis de CAMBIO.

 

Enfundado en su camisa roja y con el puño crispado y en alto, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, pidió a los adeptos que ese domingo 4 de noviembre se concentraron en la céntrica avenida Bolívar de Caracas "bregar duro" para sacar adelante el referendo con el que garantizaría su permanencia en el poder hasta el 2020. Sin embargo, cuando todos esperaban la presentación de su plataforma de campaña, el mandatario sorprendió con un anuncio coyuntural y estratégico: la llegada al país de los emisarios de las Farc encargados de sentar con él las bases de un acuerdo humanitario para liberar a 45 secuestrados.

El sábado 3, miles de opositores se habían volcado a las calles para protestar contra la intención de perpetuarse en el poder a instancias, según de ellos, de la imposición de una dictadura.  Por eso, los amigos de Chávez esperaban que su presencia dominical en la plaza pública fuera el comienzo de una contraofensiva política para frenar los ímpetus de sus contradictores. Pero para sorpresa de todos, prefirió concentrarse en un tema que en teoría sólo le interesaba a Colombia.

Analistas de distintas tendencias coinciden en que aquel no fue un gesto gratuito de Chávez, sino un mensaje expreso en el sentido de que su mediación para resolver un capítulo clave del conflicto colombiano es el punto de partida de una estrategia con la que busca no sólo convertirse en el más caracterizado líder regional, sino alcanzar otros objetivos ligados a los intereses de Colombia, Francia, Estados Unidos e incluso de las propias Farc.

A su juicio, la intervención de Chávez le servirá a Venezuela para aliviar tensiones con el presidente Álvaro Uribe; para abrir a través de Francia -país empeñado en la liberación de Íngrid Betancourt- nuevas compuertas ante la Unión Europea, y para demostrarle a Estados Unidos, su principal adversario, que él podría tener la clave para devolver a casa a los tres asesores norteamericanos que permanecen desde 2003 en poder de las Farc (ver recuadro).

Aunque su llegada transcurrió en un ambiente de sigilo y discreción, la avanzada de las Farc en Venezuela estaría integrada en principio por dos hombres llamados a jugar un papel crucial en el proceso: Rodrigo Granda, repotenciado como interlocutor a nombre de la guerrilla después de que el presidente Uribe le abrió las puertas de la cárcel, e Iván Márquez, miembro del secretariado de las Farc y el comandante más cercano a la línea de frontera con Venezuela. Si las predicciones se cumplen, con ellos alternarían Jorge Suárez, El Mono Jojoy, quien desde el comienzo ha tenido gran injerencia en el tema del canje y no se descarta un papel relevante de Raúl Reyes, quien ha estado presente en todas las actividades internacionales de las Farc. El miércoles 7, Chávez confirmó que había tenido una primera reunón con un representante de las Farc, aunque omitió su nombre.

Chávez y los emisarios de las Farc no están solos en esta misión. Como observadores y facilitadores también asisten al encuentro la congresista colombiana Piedad Córdoba, un enviado especial del Gobierno francés y un representante del Eln, comprometidos todos ellos en un pacto de discreción.

El Gobierno de Caracas se convirtió desde julio de este año en el epicentro del esfuerzo por lograr un acuerdo humanitario, tras una vertiginosa sucesión de hechos que por momentos amenazaron incluso con agravar las circunstancias del conflicto que gravita alrededor del propósito del canje.

En julio, la periodista venezolana Patricia Poleo, militante antichavista, aseguró desde su exilio en Miami que la ex candidata presidencial Íngrid Betancourt estaba confinada en una finca de Elorza, población del estado de Apure, y que el presidente Chávez se disponía entregarla al Gobierno de Francia. Aunque su versión nunca fue confirmada, el presidente Álvaro Uribe no parecía dispuesto a quedarse al margen de los acontecimientos  y designó a la senadora Piedad Córdoba, amiga de Chávez, como "facilitadora" del acuerdo humanitario.

El 12 de agosto, en el preámbulo de la sorpresiva designación que desconcertó a quienes siempre vieron en Uribe y Córdoba a dos enemigos irreconciliables, la senadora había hecho valer ya su acceso privilegiado al Palacio de Miraflores para pedirle a Chávez, bajo su cuenta y riesgo, que ayudara a Colombia como gestor del canje. La parlamentaria liberal, fuerte opositora de Uribe, aprovechó en aquella ocasión una invitación al programa Aló Presidente -tribuna favorita de Chávez- para hacer pública su solicitud.

La decisión de Uribe relegó a un segundo plano los esfuerzos desplegados hasta entonces por los países amigos del acuerdo (España, Francia y Suiza), la Iglesia Católica y algunos representantes de la sociedad civil, y abonó el terreno para que Chávez se convirtiera en el abanderado del proceso hacia el acuerdo humanitario. Su papel protagónico fue refrendado durante un encuentro en la hacienda presidencial de Hatogrande.

¿Habrá acuerdo?

Un encuentro entre miembros de las Farc de alto rango y el presidente Chávez tendría un significado político enorme para ambos. El mandatario venezolano se ha tomado muy en serio la mediación  porque significa una gran oportunidad para su imagen en el exterior. Chávez ha perdido terreno en sus esfuerzos por ganar aliados para la revolución bolivariana. Sus relaciones con gobiernos de izquierda moderada -Lula da Silva en Brasil, Michelle Bachelet en Chile, y Tabaré Vásquez en Uruguay- se han deteriorado, y hasta Rafael Correa ha mostrado que en algunas posiciones no quiere compartir el radicalismo de Chávez ni su agresivo estilo contra el presidente de Estados Unidos, George Bush.

Paradójicamente, Chávez encontró una válvula de oxígeno en Uribe, quien había sido su principal competidor en la política regional de América Latina, y su antítesis ideológico. La licencia para actuar como intermediario con las Farc para el acuerdo humanitario le permite presentar su posición revolucionaria como constructiva y con capacidad de tender puentes hacia las Farc. De paso, la convergencia con el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, le ha abierto también un espacio en Europa, donde cada vez hay más críticas a actitudes suyas que son vistas como amenazas a la democracia.

No menos importante para el mandatario bolivariano es la posibilidad de liberar a los tres ciudadanos estadounidenses y de enviarle un mensaje positivo al Congreso de mayoría demócrata y a un eventual futuro gobierno presidido por un miembro de ese partido. Jugarle, en otras palabras, a que su postura es más anti-Bush que anti-Estados Unidos, y abrir caminos para una relación mejor a partir de 2008.

En este sentido, ya ha recibido algunos adelantos de lo que podría alcanzar. "Nunca antes Estados Unidos había cedido en el tema penitenciario e incluso permitió que Piedad Córdoba se tomara fotografías con Simón Trinidad -le dijo a CAMBIO Carlos Lozano, director del semanario Voz-. Es un mensaje claro de su disposición para buscar que se libere a los tres norteamericanos".

Pero Chávez no es el único beneficiado con este proceso. El presidente Uribe también tiene mucho que ganar. "Este es un gana-gana para dos antiguos rivales que ahora son los mejores amigos", dice el ex ministro venezolano Teodoro

Petkoff, director del diario Tal Cual. Con lo que ya ha ocurrido, Uribe ha aliviado la presión de Francia, de las familias de los secuestrados y de la opinión pública, que lo acusaban por no haber hecho lo suficiente para buscar la liberación de los plagiados. El audaz gesto de haber involucrado a dos contradictores como Chávez y la senadora Córdoba despeja cualquier duda que pudiera existir, sobre todo en el exterior, acerca de la responsabilidad que les corresponde a las Farc por los secuestros.

Uribe puede ganar puntos tanto si el acuerdo se concreta como si fracasa. En el primer caso, por la eficacia de su estrategia para lograr el retorno de los rehenes a sus familias. En el segundo, porque fortalecería la idea de que las Farc han sido demasiado tercas, inhumanas e intransigentes. La conexión caraqueña, lo mismo que la francesa, le ha servido al Presidente para poner en marcha una posible negociación sobre intercambio humanitario sin renunciar al punto de honor que se impuso desde un comienzo: el rechazo al despeje de Florida y Pradera, exigido por las Farc.

Lo anterior no significa que las Farc no tengan, también, puntos por ganar en el complejo ajedrez político nacional e internacional. La inminente apertura de un canal de comunicación con un presidente de las características de Chávez es, a la vez, una gran oportunidad y un enorme desafío. Las Farc están acorraladas después de cinco años de Seguridad Democrática.

En el plano internacional entraron a formar parte de las listas de organizaciones terroristas, les cerraron la oficina que mantuvieron durante años en México, y han perdido capacidad de movilización. En el campo militar están mermadas y en el político ya no tienen la visibilidad que llegaron a alcanzar en los años del Caguán. Ahora, las nuevas realidades le permiten al secretariado recuperar aire. La idea del canje o intercambio humanitario ha sido una obsesión de Manuel Marulanda durante muchos años. La cita con un jefe de Estado tiene un valor como reconocimiento político, y si la mano estrechada es la de Chávez tiene sabor a encuentro entre revolucionarios.

Pero la guerrilla también se está jugando su credibilidad. Si el proceso no conduce a la liberación de los secuestrados, o si empieza a alargarse en forma indefinida porque Marulanda y los suyos persisten en las tácticas dilatorias de los últimos años, se aceleraría aún más su aislamiento de la comunidad internacional. Ya hay algunas señales de que Sarkozy se ha desencantado por la negativa de las Farc a dar pruebas de supervivencia de Ingrid Betancourt después de que el presidente Uribe aceptó su petición de liberar a Rodrigo Granda. Y una fuente de CAMBIO, cercana a los contactos de Caracas, asegura que "Chávez está sorprendido por lo difícil que es negociar con las Farc".

El secretariado sabe que puede sacarle ventajas a la internacionalización del acuerdo humanitario y a la participación activa de Francia, Venezuela y Estados Unidos. Pero si no libera secuestrados todo podría devolverse en su contra. Y hay razones para pensar que sus motivaciones son más estratégicas que humanitarias. Según Camilo Gómez, ex comisionado de Paz, "el punto para las Farc no es sacar guerrilleros de las cárceles sino generar un hecho político".

No sería extraño que los representantes guerrilleros traten de recuperar algunos de los espacios que han perdido en los últimos años. "Las Farc estarían buscando el camino para abrir oficinas en otros países que estuviesen dispuestos a reconocer su nueva condición política en momentos en los que tienen cerradas muchas de las puertas, en especial en Europa", asegura Gómez. Por su parte, Rodrigo Rojas, experto en negociación y conflicto, considera que la gran apuesta de la guerrilla es allanar el camino hacia la obtención de un estatus de beligerancia. Es decir, conseguir reconocimiento como fuerza política con posibilidad de acceder al poder. "Venezuela sería el primero de un grupo de países que accedan a tener interlocución directa con el movimiento insurgente", dice Rojas. Las Farc también podrían apuntarle a otras metas de alto significado político: ¿Asistir con uniforme a los encuentros con Chávez? ¿Profundizar la internacionalización del proceso? ¿Una visita de Chávez a Marulanda en las selvas de Colombia?

Estas preguntas podrían poner a prueba la química que hasta ahora han mostrado tener los presidentes Uribe y Chávez. El mandatario venezolano puede estar dispuesto a entregar más que Uribe a cambio de los secuestrados. Ahí está la mayor vulnerabilidad del proceso. Esto contrasta con la esperanza que han generado los últimos acontecimientos en las familias de las víctimas. Nunca antes sus rostros habían mostrado tantas expectativas. Al fin y al cabo, más que entrar en un juego de ganadores y perdedores lo que está entre manos es la libertad de 45 personas. "A mí no me importa si Chávez o Uribe ganan puntos si logran el acuerdo: ojalá suelten a los secuestrados", dice Petkoff.

Al final, la gran pregunta es qué puede hacer Chávez y a qué está dispuesto. Por la admiración que despierta en las Farc, y por la ambición de proyectarse como un líder continental, su intervención puede ser más efectiva que las de todos los que hasta ahora habían tratado de destrabar el acuerdo humanitario. Impredecible, radical y errático, lo cierto es que las esperanzas de libertad de las familias están en sus manos.

CUATRO ALFILES DE LAS FARC

Es probable que no todos aparezcan en la foto al lado del presidente Hugo Chávez, pero lo cierto es que Jorge Suárez, El Mono Jojoy, Iván Márquez, Raúl Reyes y Rodrigo Granda serán protagonistas de primer nivel en las conversaciones de Caracas con miras a un acuerdo humanitario para liberar a 45 secuestrados colombianos.

El interés del Mono Jojoy por el intercambio humanitario no es de ahora. Durante el gobierno de Andrés Pastrana, en el marco de las conversaciones del Caguán,  su intervención fue decisiva para la entrega de 242 miembros de la Fuerza Pública. "Por extraño que parezca, Jojoy contribuyó a desempantanar las conversaciones, pues cuenta con el respaldo de Marulanda", dijo entonces un miembro del equipo negociador del Gobierno.

Iván Márquez, quien hizo parte del equipo negociador de las Farc en Tlaxcala, México, y quien desde hace algún tiempo opera en la zona del Catatumbo, en la frontera con Venezuela, también será ficha importante. Su papel constituye una prueba de fuego en su propósito de llegar a la cúpula de las Farc como eventual sucesor de Tirofijo, y de consolidarse como alternativa frente a las aspiraciones de Raúl Reyes y de Alfonso Cano. Ha mantenido contacto permanente con Rodrigo Granda, desde el 4 de junio cuando éste fue liberado por el presidente Álvaro Uribe por solicitud expresa del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy. Su presencia se considera clave para abrirle interlocución a las Farc con algunos países europeos, con miras a que les quiten el rótulo de terroristas.

Raúl Reyes, que también hizo parte del equipo negociador entre 1998 y 2002, y quien está al frente de sus relaciones internacionales, es considerado el segundo al mando de las Farc, después de Tirofijo. Sin embargo, de los miembros del secretariado parece el menos inclinado al canje humanitario: durante los diálogos del Caguán no mostró interés alguno en el asunto que entonces propuso Marulanda.

CANJES ANTERIORES

EN 1997, durante el gobierno de Ernesto Samper se dio uno de los primeros intercambios humanitarios con las Farc. La guerrilla entregó en Cartagena del Chairá, Caquetá, a 62 soldados y 10 infantes de Marina que habían sido capturados durante el ataque a la base militar de Las Delicias. Las Farc exigieron un despeje de 45 días, transmisión por televisión y la presencia de una comisión internacional.

EN JUNIO DE 2001, en la administración de Andrés Pastrana, el coronel de la Policía Álvaro Acosta y otros tres uniformados fueron liberados como primer paso de un acuerdo de intercambio concertado como parte de las negociaciones que adelantaban Gobierno y Farc. En esa oportunidad fueron canjeados 42 soldados y policías por 13 guerrilleros presos con problemas de salud. Ese mismo mes, en La Macarena, Meta, las Farc devolvieron a 242 soldados y policías en un acto organizado por Jorge Suárez, El Mono Jojoy.

Revista Cambio (Colombia)

 


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