En los días pasados, en La Habana, se trató de consolidar los frágiles cimientos de una estructura integracionista que reúne a los países inscritos en el catálogo del socialismo-populista, alrededor de los caudillos Castro y Chávez. Los ambiciosos proyectos de este montaje multinacional abarcan, desde el intercambio comercial, una gran empresa petrolera (ya bautizada con el nombre de Petrocaribe), bancos propios y una moneda única (el bolívar) todavía limitada al comercio interno del grupo de naciones. La criatura se llama Alba que se traduce como Alternativa Bolivariana para las Américas.

Lo peculiar de esta Alternativa es su objetivo eminentemente ideológico y político. Nada menos que desplazar a los EEUU de su actual hegemonía sobre el resto de las Américas. En lo económico, salvando el petróleo venezolano, el ramillete de mercaderías que habrá que trasegar no es de alto valor ni es capaz de competir con el “imperio”. Si bien es cierto que sin voluntad política sería imposible cualquier integración, sin embargo, hay una notable desproporción entre la intención política del Alba y la cuantificación de su valoración económica.

Pero, mucho me temo que, aparte de los limitados bienes y servicios integrados, el proyecto del Alba, provoque un alto grado de inseguridad jurídica —como ya ha ocurrido en varios de esos países— que desincentivará las inversiones en los países del grupo. Es sabido que en Venezuela la desinversión alcanzó este año la fabulosa suma de 2.874 millones de dólares, según un estudio de la entidad que reúne a los empresarios privados de aquel país. Por lo demás, la desinversión es una de las hijas naturales de la corrupción. A mayor corrupción menos confianza y, como consecuencia, menos inversión legal. La ilegal (tráfico de droga y de personas, blanqueo etc.) prolifera en la cloaca. Así pues, si se examina el comportamiento de la empresa petrolera estatal venezolana, PDVSA, la corrupción ya no es una sospecha maliciosa sino una evidencia escandalosa. Es prudente conocer a los capitostes que dirigen la tropa bolivariana para saber a dónde la conducen.

Y ahora llega la guinda del pastel. El día de la inauguración de la Cumbre del Alba, el anfitrión, Raúl Castro, lanzó las campanas a rebato: “En América Latina se agudiza el enfrentamiento entre dos fuerzas históricas” ¡Ya estalló la guerra fría en países tropicales! Esta confrontación todavía no sangrienta, trae a la memoria la historia bíblica de David y Goliat. El Alba, nacida insuficiente y enteca, reencarnaría a joven David, desafiando al “imperio”, personificado en el filisteo Goliat. Ahora bien, el error está en que ni al Goliat que imaginan los bolivarianos, se lo derrumba de un hondazo, ni el David que el Alba imagina representar, cuenta con el poder imbatible de Yahveh.