La más benigna es la de que fue un intento más de integración que contribuirá al progreso de la región y a la superación de la pobreza. Pobreza inexplicable en países con riquezas inconmensurables y, sin embargo, castigados por la incapacidad administrativa de los gobiernos. Ni los frecuentes espadones del pasado ni los caudillos populistas del presente ni los demócratas que se han alternado con los otros que acabo de mencionar, consiguieron superar los dramáticos desniveles entre unos pocos ricos que lucran como elefantes y legiones de pobres que malviven sin esperanza.

La otra versión del encuentro fija su atención en los tics ideológicos de los participantes. Los presidentes reunidos se califican de socialistas pero, entre ellos guardan notables diferencias en el modo de entender el socialismo. Por un lado, la vanguardia más radical y por otra los más o menos moderados. En el primer grupo, indiscutiblemente capitaneado por el casi octogenario marxista-leninista, Fidel Castro (invitado), seguido por el bufón petrodolarizado Hugo Chávez y por su admirador Evo Morales. Este último espera concretar el ingreso de Bolivia como miembro pleno del Mercosur. En la otra orilla, el tardoperonista Néstor Kirchner, el prudente ´trabalhista´ Inacio Lula da Silva, la socialista moderada Michelle Bachelet (invitada), Tabaré Vásquez, de Uruguay, y Nicanor Duarte, paraguayo. Ambos de un socialismo si-es-no-es.

Todo esfuerzo integrador de las economías vecinas es positivo, con tal de que se mantenga en el marco político de la democracia y de una economía mínimamente uniforme de libre mercado. El ´opositum per diametrum´, que decían los escolásticos, sería querer integrar unas economías dirigidas y proteccionistas, con otras economías abiertas. ¿Qué integración pueden lograr si cada uno camina en sentido contrario?

¿O es que, más allá de un espacio común para ampliar las relaciones comerciales, se pretende formar un bloque que enfrente Sur contra Norte? El ingreso de Hugo Chávez en el Mercosur anuncia extravagancias populistas. La incompatibilidad de los EEUU con el régimen de Castro no cede. Evo Morales que introduce a Bolivia en el grupo integrador, no dejó de referirse a los EEUU en forma hostil, aunque sin nombrarlo. No es de extrañar, entonces, que el vicepresidente García Linera retornara de su expedición para prolongar la APTDEA con las manos vacías. La influencia ideológica de Castro, Chávez y Morales, podrían convertir al Mercosur en un bloque, no sólo alternativo sino hostil al país del

Norte. Si en lugar de posibilitar los mecanismos preferentemente pragmáticos que deberían facilitar las relaciones económicas, intentaran, por el contrario, sembrar las diferencias excluyentes en la relación natural entre Norte y Sur del continente, asistiríamos a mediano plazo al sepelio del Mercosur, y de una iniciativa integradora continental que pudo ser de capital utilidad para luchar contra la pobreza de los más pobres, en aras de la retórica tardíamente revolucionaria. En vez de ´mercado´ enriquecedor´, tendríamos ´consignas´ retardatarias.

*José Gramunt es sacerdote jesuita y director de ANF.