El presidente Evo Morales, el pasado 12 de octubre convocó a la clase media a darle su apoyo decidido. ¿Es que sus cocaleros y otros movimientos sociales no le otorgan el respaldo suficiente para la estabilidad del Gobierno y para hacer efectivos los cambios que promete en sus frecuentes actuaciones públicas en cuanta celebración se produce en cualquier parte del país, como si estuviese en campaña electoral? ¿Por qué esta convocatoria a la malcomprendida clase media y no a la clase laboral? Pues porque esa clase media tan diversa y difícil de delimitar, es la columna más débil sobre la que se sustenta el conglomerado político que es el MAS.
Sin entrar en disquisiciones alambicadas, la clase media suele llamarse también burguesía. De la burguesía ilustrada francesa salieron los revolucionarios que acabaron con el poder de la nobleza, sin muchos reparos en utilizar la guillotina para cortar cabezas. Los pequeños burgueses rusos, atiborrados de Marx y Engels, canalizaron la ira de los soldados que escapaban de los frentes de batalla, derrotados y harapientos; asesinaron a la familia reinante, Romanof e implantaron la dictadura del proletariado. Los impulsores de la “gloriosa” revolución de Abril de 1952 fueron burgueses de clase media que derrocaron a los “barones del estaño”. Etc.
Paradójicamente la clase media suele ser, a la vez, el grupo más estable y dinámico de la sociedad. Tiene mucho que perder y mucho que ganar: perder su condición relativamente bienestante y ganar el acceso a niveles de vida superiores. Procura vivir en paz como condición indispensable para trabajar y progresar. La clase media suele poseer muchos valores, necesarios para una sociedad saludable y laboriosa. La misma Revolución del 52 se propuso la promoción de una clase media nacional, precisamente para lograr paz, justicia y progreso. Dio pasos importantes en esta dirección, aunque insuficientes como para satisfacer a tiempo las legítimas exigencias de la mayoría nacional.
No sé si llamar “revolución” a los cambios que Evo Morales y sus colaboradores quieren llevar adelante. Por de pronto, el “capitalismo andino” que se propone frente al neoliberalismo, o no ha sido suficientemente aclarado o es un mal remedo del fementido neoliberalismo que se dice combatir. Explico: si se habla de capitalismo, se repite la odiada acumulación de la riqueza y el libre mercado. Si se le añade el calificativo localista de “andino”, hace pensar en su estrechez de miras pues se reduce a una determinada área geográfica. Es pues una fórmula contradictoria y llamada al fracaso. Por el contrario, la corriente del progreso busca la apertura de los mercados. Los países que últimamente han accedido al bienestar de sus habitantes, son precisamente aquellos que se han abierto a los grandes mercados, con lo que han aumentado la producción, el empleo y el bienestar. Objetivos que no alcanzarán los que desean seguir anclados en el pasado.
Si el Presidente reclama la adhesión de la clase media, debe asegurarle la paz, el trabajo y la libertad. Y crear las condiciones para que todos tengan acceso a los niveles de vida que califican a la clase media. ¿Habrá voluntad política para garantizar estos mínimos indispensables?
