La paz con las FARC puede estar cerca pero entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos siguen sonando tambores de guerra. El presidente agitó una bandera blanca y en la orilla contraria interpretaron el gesto como una nueva maniobra política cargada de veneno.

Santos envió una carta a su otrora venerado jefe para solicitar una reunión que les permitiera abordar las diferencias respecto al proceso de paz. Pero antes de que llegara a manos de Uribe, de viaje por diversos países europeos, fue aireada en medios de comunicación, una de las razones por la que los uribistas consideraron que no existía sincero interés en tender puentes sino en dárselas de conciliador.

La larga misiva, ampliamente difundida ayer, Santos elogia a Uribe, al que ha fustigado con dureza desde que asumió su cargo. Le dice que ejerció sus gobiernos "con entereza y convicción... y con la mente y el corazón puestos en un futuro mejor" y le invita "desde el fondo de mi corazón, a que nos ayude, con su indiscutible liderazgo y sin abandonar su independencia crítica, a aprovechar la oportunidad única de paz". Después sigue una amplia disertación, igual que los discursos que pronuncia en diferentes foros, sobre lo que significa el proceso de paz que negocia en La Habana.

La respuesta de Uribe, emitida en la mañana del miércoles desde Roma, fue la esperada. Breve y directa, por twitter, e idéntica a otras del pasado: "Es inútil invitar a un diálogo para notificar lo resuelto", trinó. Agregó que considera "dañino para la democracia" que "personas con responsabilidades públicas aparenten diálogo para claudicar ante el terrorismo e imponer a sectores ciudadanos, que expresan argumentos críticos, la adhesión a lo claudicado y ya consumado".

Los partidarios de uno y otro bando se dedicaron a calentar el ambiente ya caldeado con diatribas hacia la iniciativa presidencial y la negativa del actual senador, según donde se encuentren, con lo que se ponía punto final a un vano intento por acercarles. No solo les distancia enormes diferencias respecto a las negociaciones de La Habana, sino un desprecio personal mutuo que se antoja irreconciliable.

Varias han sido las ocasiones en que personajes cercanos a los dos políticos han buscado acercarles, pero siempre fracasan. Santos tiene un día la mano para acusar al uribismo a continuación de ser un partido de "extrema derecha", un "enemigo de la paz" que necesita la guerra para sobrevivir. Y el uribismo no ceja en su empeño de mostrar a Santos como un dirigente traidor que entrega el país a la guerrilla sin importarle las consecuencias.

Ante ese panorama, algunas voces clamaban hoy en los programas radiales que no haya más intentos de acercamiento con Uribe, que representa casi a la mitad del electorado, y que sea el futuro plebiscito sobre el proceso de paz el que resuelva la pelea.