La guerra sin cuartel desatada por el Gobierno de Felipe Calderón desde el arranque de su mandato, hace ahora tres años, deshilvanó un sutil entramado de intereses (de los que no era ajena la clase política) que mantenía la red del hampa en difícil pero efectivo equilibrio: una alianza conocida como «La Federación» que repartía el territorio entre los siete grandes cárteles que operan en México: del Golfo-Los Zetas, Sinaloa, Beltrán Leyva, Tijuana (de los Arellano Félix), Juárez (de los Carrillo), el de los hermanos Valencia y La Familia Michoacana.
El despliegue del Ejército en los nidos del crimen organizado provocó el llamado «efecto cucaracha»: las mafias tuvieron que abandonar sus feudos tradicionales y extenderse y disputarse nuevos territorios.
La captura de Alfredo Beltrán Leyva, «El Mochomo», fue calificada por su hermano Arturo, fallecido ayer, como una traición de Joaquín «El Chapo» Guzmán, líder del cártel de Sinaloa o del Pacífico, y se desató una lucha sin cuartel. Además, el cártel del Golfo se habría dividido entre Los Zetas (un grupo de antiguos militares de élite mexicanos) y la banda de Eduardo Costilla, «El Coss».
15.000 muertos en tres años
«El de Beltrán Leyva es uno de las cárteles más violentos, que trafica con cocaína y marihuana, especialmente en el Estado de México y en Morelos», reconoce a ABC Arturo Chávez, procurador (fiscal) general al tiempo que estima en 15.000 los muertos en esta guerra entre el Estado y los cárteles mexicanos desde su inicio hace tres años.
Fuentes de la inteligencia mexicana calculan que en el país medio millón de personas trabajan para los cárteles, de los cuales unas 300.000 en el cultivo de marihuana y amapola, unas 160.000 en el transporte y comercialización de la droga, y los restantes 40.000 son sicarios.
La muerte de «El jefe de jefes» en México podría desatar una guerra total de cárteles
Lo persiguieron por seis días. Se escabulló en Puebla, camino de Tepoztlán. Lo acorralaron en Cuernavaca. Lo hostigaron a tiro limpio durante cuatro horas. Y lo mataron.
Una operación de la Infantería de Marina mexicana acabó con Arturo Beltrán Leyva, «El jefe de jefes» (y «El Barbas», y «La Muerte», y «El botas blancas»): uno de los más avispados y sanguinarios capos de la droga en el país; uno de los tres criminales más buscados, por el que la Procuraduría (Fiscalía) General de la República ofrecía una recompensa de 30 millones de pesos (millón y medio de euros) a quien proporcionara información que condujera a su captura.
Los servicios de inteligencia militar lo habían localizado en Ahuatepec en una fiesta organizada por su jefe de sicarios, Édgar Valdés («La Barbie») y amenizada por dos bandas muy populares: Los Bravos del Norte de Ramón Ayala y Los Cadetes de Linares. La Marina intentó capturarlo, pero logró escapar. Le siguieron el rastro junto a varios de sus pistoleros. Y lo localizaron en una urbanización de lujo.
El operativo fue de película. Los uniformados llegaron por tierra y aire: las fuerzas especiales de la Armada descendieron a rápel desde los helicópteros que rodeaban el exclusivo condominio Punta Vista Hermosa Altitude donde se guarecía. Beltrán y sus sicarios respondieron con armas largas y granadas. La ciudad quedó sitiada, mientras varios retenes eran emplazados en las localidades vecinas.
Algunos secuaces trataron de distraer a los soldados, atacando con granadas el helipuerto de la Cruz Roja y disparando las instalaciones de la XXIV Zona Militar, frente a la Secretaría de Protección y Auxilio Ciudadano de Cuernavaca. Pero unos 400 uniformados mantuvieron el cerco al complejo de cinco torres con más de 10 pisos de altura y dos piscinas privadas.
Todos los vecinos fueron identificados y sus apartamentos sometidos a registro en busca de armas o drogas. Decenas de civiles fueron evacuados a las canchas deportivas de la ciudad. Luego, cuatro largas horas de fuego mortal. Siete delincuentes muertos. También fallecieron un militar y un civil que conducía borracho por la zona.
Desde Copenhague, el presidente Felipe Calderón dijo que, «en el marco de la estrategia integral de seguridad que hemos emprendido desde el inicio de mi administración, esta acción representa un logro muy importante para el pueblo y el Gobierno de México y un golpe contundente contra una de las organizaciones criminales más peligrosas de México y del continente».
La operación contra Beltrán Leyva, efectivamente, apuntala su lucha contra los cárteles de la droga en un momento en el que su popularidad cae en picado.
Otro Leyva, como sucesor
Arturo Chávez, procurador (fiscal) general, detallaba a un grupo de periodistas que la eliminación de Beltrán Leyva podría desatar una ola de violencia en su propio cártel y una guerra con otros cárteles: «Es un golpe muy fuerte para cualquier organización criminal, así que no es descartable que se desate la violencia dentro de la misma hasta que se defina un nuevo jefe. Y el debilitamiento de cualquier cártel puede ser aprovechado por otro grupo que le disputa territorios, y traducirse en mayores enfrentamientos».
Hasta que se reacomode la estructura interna del clan, fuentes especializadas en delincuencia organizada apuntan a otro Beltrán Leyva, de nombre Mario Alberto o Héctor, conocido como «El General», como posible sucesor.
