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20/05/2011 | Cubarrobo.com

Daniel Morcate

Vengo de un país donde robar es una ley de la vida. Roba el trabajador, el parado, el policía, la maestra, el delincuente, el ministro. Y a todos les enseñó a robar el estado desde hace más de cinco décadas. El estado roba por bandido.

 

La gente, en defensa propia. Vamos que, el que allí no roba tampoco come ni alimenta a los chamas. Pero hay un robo especialmente alevoso y degradante para todos allí: el del patrimonio nacional. En ese país el gobierno se acostumbró a lucrar con la salida de cada ciudadano que se marcha al exilio, al que le confisca su vivienda, sus pertenencias y hasta su historia personal cuando puede. De modo que no sorprende que también lucre con las obras de arte, los manuscritos de autores muertos y vivos, la orfebrería, las joyas y cuanto objeto de valor pueda despertar la avidez de un coleccionista extranjero.

Esta descarga viene a cuento porque a activistas judíos se les ha ocurrido una idea que hoy quisiera compartir con los veteranos de esta columna. Los judíos, que en eso de sufrir saqueos y palos nos llevan largo trecho a todos, han creado un sitio de internet para recibir y brindar información precisa y verificable sobre la infinidad de piezas de arte, antigüedades y otros tesoros que les mangaron los nazis y sus numerosos cómplices en Europa y otras latitudes. Se llama NaziLootedArt.com y lo coordina la Comisión de Arte Saqueado en Europa. Varios gobiernos cooperan ya con el novedoso esfuerzo, inclusive los de Alemania, Israel, el Reino Unido y Estados Unidos. Algunos, como el británico, han incorporado la iniciativa a sus leyes, para que nadie se haga la ilusión de que merece quedarse con arte y tesoros hurtados a víctimas de persecución, destierro y Holocausto.

El patrimonio nacional es la suma de valores artísticos, literarios e históricos de un pueblo. Su memoria estética. Preservarlo es preservar el derecho de ese pueblo a seguir siéndolo. A llamarse una nación en el sentido cultural de la palabra que es, a fin de cuenta, el único que realmente importa, como enseñara el viejo poeta Johann Herder. Y ese es el patrimonio que peligra en Cuba. Se ha ido dispersando por el mundo a medida que la dinastía de los Castro y sus alabarderos han necesitado trocarlo por divisa. O lo han dilapidado los castristas para compensar a sus apologistas extranjeros, como ciertos escritores, académicos y diplomáticos de renombre internacional. Abundan las anécdotas de familias y coleccionistas exiliados que han apostado fortunas en las grandes casas internacionales de subasta para recuperar cuadros, esculturas y muebles de su patrimonio en Cuba.

Para contrarrestar este saqueo sistemático, convendría crear una página cibernética similar a la que han creado los hebreos. Podría llamarse Cubarrobo.com. Y en ella se inscribirían las obras de arte, los manuscritos originales y las ediciones históricas de libros, entre muchísimos otros artículos, que han ido desapareciendo de la isla a través de los años. Cada ficha llevaría el título y la descripción de la obra, el nombre de su autor, la fecha de su creación, el historial de su traspaso, las señas de su último dueño legítimo –que a menudo era un museo o la Biblioteca Nacional– y la más reciente información disponible sobre su posible paradero. Se presume que un alto porcentaje del patrimonio cultural cubano saqueado ha ido a parar a cuatro países: Canadá, España, México y Estados Unidos. De ahí que convenga solicitar formalmente la cooperación de sus gobiernos y entidades culturales para localizar las obras robadas.

Además de un problema estético y legal, el saqueo de arte patrimonial es una grave transgresión ética. Significa una traición al creador de la obra y a la persona, entidad o pueblo a quienes el autor originalmente la destinó. Pero, sobre todo, constituye una traición a la obra misma, que de alguna manera intangible pero muy real pierde algo de su valor intrínseco al exhibirse, o esconderse, como obra saqueada.

Fue la sensación que tuvo un amigo cuando vio clásicos de la pintura cubana colgando de las paredes en la residencia de un diplomático extranjero. Fue la que tuve yo al descubrir que donativos hechos a la Ermita de la Caridad del Cobre por oficiales mambises, incluyendo un antepasado mío, habían terminado en manos de un coleccionista canadiense. Son piezas valiosas que se han desprendido del único nacionalismo que vale la pena defender, del único en el que yo creo, el nacionalismo cultural cubano. Es un mal que puede tener, si no remedio, al menos paliativo.

www.twitter.com/dmorca

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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