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23/10/2012 | Túnez, atrapado en la violencia salafista

Rosa Meneses

Mientras Túnez da los últimos pasos para aprobar su anhelada nueva Constitución, cada vez más su proceso democrático se ve empañado por la violencia ejercida por los radicales salafistas.

 

Este martes, 23 de octubre, se presenta ante el Parlamento el borrador de Carta Magna que debe ser estudiado y aprobado, como fecha límite, el 14 de enero. Pero la tensión sociopolítica en la que está inmerso el país amenaza con hacer descarrilar el calendario.

"Hemos acordado por consenso cuál será el futuro régimen político tunecino: una república semipresidencialista", anuncia Tuhami Abduli, secretario de Estado de Exteriores tunecino, durante una entrevista con ELMUNDO.es en Madrid. "Tendremos un presidente y un jefe de Gobierno que cohabitarán con atribuciones claras y que se controlarán el uno al otro. Se trata de una fusión entre el sistema francés y el portugués", explica.

Según este sistema mixto, el presidente será elegido por sufragio universal y el Parlamento formará el Gobierno. Si todo va bien, la fecha elegida para los comicios es el 23 de junio de 2013.

Si todo va mal, será un borrón para el faro de la Primavera Árabe. Pese a los logros y los avances que se han vivido en Túnez en los últimos meses en materia democrática y de derechos humanos, todavía persiste la inestabilidad social y los problemas económicos. Pero lo peor son los brotes de violencia cada vez más frecuentes.

Una violencia que mostró su lado más oscuro el pasado 14 de septiembre, con el asalto a la embajada estadounidense. Y que esta semana traspasó una nueva línea roja, con la muerte el jueves del coordinador del partido opositor Nidaa Tunis en Tatauine, Lofti Naguedh, en medio de enfrentamientos entre partisanos y manifestantes próximos a En Nahda, el partido islamista moderado en el Gobierno.

El ex primer ministro tunecino Beji Qaid Esebsi, jefe de Nidaa Tunis, calificó lo sucedido como "el primer asesinato político después de la revolución". "Es imperativo y prioritario en Túnez un pacto contra la violencia suscrito por todos los partidos políticos y sindicatos. Un pacto claro, sin ideología ni politización. Sin este pacto, tengamos Constitución o no, no avanzaremos en el proceso democrático", insiste el intelectual tunecino Ridha Tlili. "Es urgente una acción para defender la transición democrática y tender una frontera entre los que practican la democracia y los que se valen de la violencia", añade en conversación telefónica con este diario, desde la capital tunecina.

El foco que está generando los más graves enfrentamientos violentos es el movimiento salafista. Y desde la opinión pública se tiene la sensación de que desde En Nahda no se le cortan las alas a los violentos, que el pasado agosto no dejaron pasar ni un día sin salir a manifestarse o perpetrar ataques o palizas. "Nos estamos moviendo hacia la confrontación porque los salafistas no comprenden los límites de la libertad", señala Abduli. Algunos observadores hablan de "guerra civil" y de una atmósfera de "miedo".

"La gente está cansada de tanta religión y quiere hablar de problemas reales. Se tiene la sensación de que En Nahda muestra condescendencia con los salafistas, que está centrando todo en la religión y dando de lado a los problemas prioritarios", apunta un periodista occidental.

"Los salafistas acusan a En Nahda de traición y por eso los islamistas moderados en el Gobierno creen que para calmarles tienen que mostrar cierta tolerancia", señala Tlili.

Aunque constituyen una minoría –el Gobierno tunecino calcula que son entre 3.000 y 5.000–, los salafistas violentos son uno de los mayores desafíos a la naciente democracia tunecina. "Son un fenómeno peligroso al que se ha asociado el banditismo y el benalismo [los simpatizantes del antiguo régimen]. Somos conscientes del peligro del salafismo, pero son una minoría, aunque muy molesta", insiste Abduli.

Pese a ello, el secretario de Estado de Exteriores tunecino opina que es "exagerado" pensar que la Revolución tunecina ha traído como consecuencia una radicalización de la sociedad. "Es normal que en toda post revolución haya mayor conflictividad social", asevera.

Descontento

Observadores consultados por este diario advierten del gran descontento que existe en las calles, sobre todo en las regiones más deprimidas del país, las del interior. Ciudades como Kaserin o Gafsa –donde los jóvenes se movilizaron durante la revolución contra Ben Ali y hubo decenas de muertos– se encuentran en plena ebullición.

"Hay huelgas y manifestaciones frecuentemente", reconoce Abduli. "Nos encontramos en una situación muy delicada", admite. "Nuestra revolución continúa, está en progreso", añade este político, miembro del partido socialista Etakatol, que forma parte de la coalición de Gobierno.

Tlili, profesor universitario e hispanista, explica que, pese a los problemas, hay razones para ser optimista: "Esta crisis va a cambiar la cartografía política y va a promover una plataforma en pro de la transición que aísle a los grupos violentos y radicales. Los partidos políticos van a despertar a un nuevo nacionalismo democrático incluyente, solidario e integrador de las regiones del interior y los barrios populares".

Según Tlili, los salafistas acusan al líder de En Nahda, Rachid Ganuchi, de romper un pacto firmado en 2009 para convertir Túnez en una república islámica. También han conseguido atraer a "jóvenes violentos procedentes de un entorno criminal que piensan que la democracia es un proyecto de la burguesía occidentalizada", explica.

"Túnez es un Estado civil. Los tunecinos no queremos ninguna influencia del islam en la vida política o social. No queremos una islamización, pero el islam es nuestra identidad. Estamos en el proceso de democratizar el islam no de islamizar la democracia. La democracia no puede ser vinculada a la religión. En la historia, la religión ha demostrado ser una enfermedad para la democracia. Túnez es y seguirá siendo un Estado secular", afirma rotundo.

El Mundo (España)

 



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