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08/03/2009 | Las esclavas domésticas

Rosa Meneses

Miles de asistentas del hogar procedentes de países como Filipinas o Sri Lanka sufren maltratos y abusos a manos de sus empleadores en Oriente Próximo.

 

Reducidas a simples esclavas. Así trabajan miles de empleadas domésticas en los países de Oriente Próximo. Sus jornadas duran desde que sale el sol hasta bien entrada la noche. Duermen en camastros improvisados. Cobran salarios irrisorios y no tienen derechos laborales. Aisladas en chalés de lujo o en viviendas, sufren maltrato físico y otros abusos.

«Se trata de un ejemplo más de la crueldad de un ser humano hacia otro. Las asistentas domésticas sufren esta situación en muchos países: Israel, EEUU, los países de Africa... Pero en el Golfo Pérsico es donde viven en peores condiciones», señala Nisha Varia, vicedirectora del departamento de Derechos de la Mujer de Human Rights Watch.

Victoria, de 42 años, fue encerrada en una habitación y golpeada durante días por los dueños de una agencia de contratación. La agencia también se quedó con todo su dinero, unos 270 euros.Había venido desde Filipinas a Kuwait para trabajar como empleada de hogar. Pero, tras siete meses de trabajo, la devolvieron a la agencia porque padecía hipertensión. La empresa abusó de ella hasta que escapó, refugiádose en la embajada filipina.

Como ella, otras 120 mujeres se encuentran refugiadas en el piso de arriba de la legación diplomática, habilitado como centro de acogida para empleadas domésticas que sufren maltratos y abusos por parte de sus empleadores pero también por parte de las agencias que negocian sus contratos en origen.

«Si de mí dependiera yo no enviaría a ninguna mujer a trabajar en las casas. Aboliría este trabajo. Es la única forma de acabar con este problema», dice afectado P., el abogado de la embajada filipina, que no quiere facilitar su nombre para no provocar un conflicto diplomático.

«Es muy difícil protegerlas porque nadie puede entrar en la privacidad de una vivienda. Las criadas no poseen sus pasaportes [los empleadores o las agencias suelen apropiarse de ellos], se encuentran en un país extranjero sin sus documentos. Están aisladas. Esto es esclavitud», añade P. desde su despacho de la embajada, situada en Jabriya, uno de los barrios bien de Kuwait City.

En Kuwait trabajan 130.000 filipinos, de los que 60.000 son trabajadores domésticos. El Gobierno filipino ha establecido como condición para enviar a sus nacionales que obtengan un sueldo mínimo de 320 euros al mes. Pero en realidad, cuenta P., los empleadores no pagan más de 60 dinares kuwaitíes, unos 160 euros. «Me siento muy mal. Tenemos arriba a 120 mujeres que han huido de sus empleadores por trato cruel, impago, abusos verbales y físicos, o violación», confiesa el abogado.

En las ricas sociedades del Golfo se carece de un sistema legal que proteja a los trabajadores de abusos. El sistema de inmigración, llamado kafala, exige un espónsor para obtener un visado. Este permiso de trabajo pasa a ser propiedad del patrón, que incluso se apropia del pasaporte del empleado. Además, las agencias de contratación en origen cobran a los trabajadores cantidades que los dejan fuertemente endeudados.

Human Rights Watch hace continuos llamamientos a los Gobiernos del Líbano, Jordania, Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Arabes Unidos para proteger con leyes a los trabajadores domésticos.También lo exige a los países de origen: Sri Lanka, Indonesia, Filipinas o Nepal.

Poco a poco se abren paso algunas iniciativas gubernamentales para mejorar el trato hacia los trabajadores extranjeros. Desde hace meses, una campaña en varios canales por satélite saudíes muestra desaprobación contra el trato inhumano hacia los trabajadores domésticos.

El diputado kuwaití Walid al Tabtabei propuso al panel de Derechos Humanos elaborar una lista de empleadores que abusen de sus trabajadores y pidió que se enfrentaran a duras condenas. El Gobierno kuwaití ha prometido regulaciones para proteger a las asistentas del hogar.

La realizadora libanesa Carol Mansour lanzó en 2005 un documental titulado Maid in Lebanon (Una criada en el Líbano), que cuenta la historia de varias asistentas del hogar. Algunas como Vimala, son víctimas de violencia. «De entre el colectivo de trabajadoras domésticas, las de Sri Lanka son las más desprotegidas», explica Varia. Provienen de áreas pobres, sin formación ni recursos.

En la embajada de Sri Lanka en Kuwait un grupo de mujeres espera en una sala, rodeadas de maletas. Son empleadas del hogar que van a ser repatriadas tras sufrir abusos. Otras se quedan, tras acabar el viaje en tragedia.

 

El Mundo (España)

 


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