Es una de las “más de 700” propuestas de enmiendas a la Constitución. La reforma de Putin debe aprobarla el pueblo ruso, pero aún se estudia a través de qué tipo de votación.
Las discusiones sobre los cambios que se van a introducir
en la Constitución de la Federación Rusa permanecen en secreto desde que la
semana pasada la Duma dio el visto bueno en primera lectura a la propuesta de
reformas del presidente de ruso, Vladímir Putin. Algunas de esas propuestas se
van conociendo con cuentagotas, pero sobre todo una ha llamado la atención:
cambiar la denominación del jefe del Estado, y en vez de “presidente” llamarle
“líder supremo”.
El término tiene efluvios del pasado, ya que fue
utilizado por el almirante Alexánder Kolchak, caudillo del Movimiento Blanco,
cuando en 1918 se puso al frente del gobierno antibolchevique de Omsk. Pero en
la actualidad no se sabe qué función tendrá. Si, como se ha anunciado, se trata
de un cambio de nombre puro y duro, se supone que las mismas que el presidente.
El término en ruso sería verjovni pravítel , literalmente “gobernante supremo”
La propuesta no es nueva, porque el líder del
ultranacionalista Partido Liberal-Demócrata de Rusia, Vladímir Zhirinovski,
lleva lanzándola desde el 2014. Sin embargo, Pável Krashenínnikov, que
copreside el grupo de trabajo para preparar las propuestas de reforma, no ha
dado ningún detalle. Él ha sido quien esta semana ha desvelado que existe esta
propuesta en una entrevista en el diario estatal Rossískaya Gazeta . De hecho,
es una entre “más de 700”.
Puede tratarse de un globo sonda para chequear la opinión
pública. Ni el Kremlin ha querido pronunciarse. Su portavoz, Dimitri Peskov, ha
señalado que es una de muchas propuestas que pueden aprobarse o rechazarse.
“Todo se está discutiendo”, ha dicho sin decir nada.
Putin anunció un plan para enmendar la Constitución rusa
el 15 de enero durante su discurso sobre el estado de la nación. En particular,
propuso que el presidente cediese algunas de sus prerrogativas, como la de
proponer el nombre del primer ministro, que pasaría al Legislativo. También
puso sobre la mesa que la Constitución tenga prioridad sobre el derecho
internacional. La oposición liberal extraparlamentaria y no pocos observadores
creen que esta transición podría poner las bases para que Putin siga de alguna
forma en el poder después del 2024, cuando tenga que dejar el Kremlin tras dos
mandatos seguidos. Una de las hipótesis que se manejan es que lidere el Consejo
de Estado, un órgano consultivo hoy irrelevante que podría marcar la política exterior
y las prioridades de desarrollo social y económico.
Al mismo tiempo, nombró un grupo de trabajo para ayudar a
redactar enmiendas a la Constitución, formado por 75 personas, que incluye
legisladores y parlamentarios, pero también destacados representantes de la
sociedad rusa, como deportistas, escritores o actores.
La semana pasada la Duma aprobó en primera lectura y sin
ningún voto en contra el proyecto de ley sobre estas reformas. La segunda
lectura se prevé el 11 de febrero. Putin también propuso que fuese el pueblo
ruso el que tuviese la última palabra. Aún no está claro si este trámite se
realizará a través de un referéndum o de otro tipo de votación. Un grupo de
trabajo se ocupa de ello en la Comisión Electoral Central.
Entre las otras propuestas que se han filtrado destacan
dejar escrito en la Constitución que el cristianismo ortodoxo es la religión
principal de Rusia (una ley de 1997 dice que en Rusia hay cuatro religiones
tradicionales: además de la citada, el islam, el budismo y el judaísmo), así
como fijar para Rusia el estatus de “potencia vencedora” en la Segunda Guerra
Mundial.