Esta reflexión, la de la decepción, la hacía Irina Yermakova, una estudiante universitaria que este sábado todavía se planteaba si ir a su ciudad natal, Vologda, para votar en las elecciones regionales que ayer se celebraban en 14 regiones de Rusia, desde la provincia de Moscú hasta Siberia. Estos comicios son los primeros de un año electoral que terminará con las presidenciales del 2 de marzo del año que viene, fecha marcada para que el presidente Vladimir Putin deje el poder, ya que según la Constitución no puede optar a un tercer mandato consecutivo.

Las elecciones se celebraron en medio de las quejas de los partidos liberales, que acusan al Kremlin de apartarlos de la política. Una reciente reforma electoral perjudica especialmente a las fuerzas pequeñas, ya que este año se ha elevado el porcentaje mínimo para conseguir escaño del5% al 7%. Además, en las provincias de Moscú y Leningrado, así como en la república de Daguestán, se ha suprimido la elección directa de candidatos y los escaños sólo se ocuparán por listas de partido. Para la oposición liberal, ésta era una buena opción para meter en las asambleas al menos a sus líderes regionales, que podrían atraer votos por su popularidad. El Kremlin justificó estos y otros cambios debido a los ataques terroristas del año 2003.

Pero los partidos liberales de Yabloko y la Unión de Fuerzas de Derechas (SPS) se quejan de que durante la campaña electoral ha habido una intervención directa para apartarles de las listas. Para Nikita Belij, líder del SPS, "están haciendo todo lo posible para mantenerse en el poder los próximos 10-15 años aunque carezcan del apoyo de los votantes". Sus listas no fueron admitidas en cuatro regiones. En una de ellas, Belij asegura que no realizaron el pago a tiempo porque les dieron adrede un número de cuenta bancaria equivocado.

Analistas y politólogos rusos interpretan los principales acontecimientos de estas elecciones regionales mirando a las elecciones presidenciales del 2008, y especialmente a la marcha de Putin. De hecho, muchos apuntan que ésta ha sido la causa de la reciente creación desde el poder de un nuevo partido, Rusia Justa, que dirige el actual presidente del Consejo de la Federación (la Cámara Baja o Senado), Serguei Mironov. "El Kremlin no quiere correr ningún riesgo y se esfuerza para que todo quede fijado de antemano", ha dicho Tatiana Stanovaya, analista del Centro para las Tecnologías Políticas.

Aunque en estas elecciones Rusia Justa se ha presentado como un partido opositor, nada hay más lejos de la realidad. Mironov tuvo la ocurrencia en el año 2004 de presentarse como candidato en las elecciones presidenciales con el fatuo argumento de apoyar a Putin. Como él mismo demostraba, todo el mundo interpretó aquí que era una forma de intentar dar legitimidad a unos comicios en los que Putin arrasó.

Precisamente Rusia Justa era uno de los dos partidos favoritos en las elecciones de ayer. El otro, Rusia Unida, es la formación que hasta ahora ha apoyado el Kremlin y que según las encuestas realizadas a la salida de los centros de votación mantendría su liderato al ganar en 9 de las 14 regiones que ayer elegían a su asamblea.

Los liberales de Yabloko se han visto fuera de las elecciones en San Petersburgo, según la junta electoral, porque más del 10 por ciento de las firmas que presentaron no eran válidas. Su portavoz en la capital del norte, Boris Vishnevsky, culpa directamente a la gobernadora de la ciudad - y estrecha colaboradora del presidente Putin-, Valentina Matveyenko. "No hemos visto algo semejante desde el colapso de la Unión Soviética. Han utilizado métodos vergonzosos", se queja.