Cuando hace cuatro años y pico llegué a Rusia enviado por La Vanguardia quedé sorprendido al comprobar que la mayoría de mis conocidos rusos (muchos de ellos jóvenes con carreras universitarias; otros, veteranos tovarishi que primero creyeron en el sueño comunista y después en el libertador de Boris Yeltsin) me decían con toda naturalidad que no había más alternativa que Vladimir Putin.

Desde las elecciones presidenciales del 2004, en las que Putin arrasó con un 71% de los votos, la opinión de la calle se ha mantenido invariable. La explicación es muy sencilla: aunque se ha debilitado el sistema democrático, el país se ha enderezado económicamente tras los caóticos y corruptos años 90. En principio, esta situación podría muy bien resultar satisfactoria para la democracia dirigida de Putin. Pero en la recta final de otras elecciones presidenciales, las del 2 de marzo del 2008, se ha convertido en un problema. El problema sucesorio del emperador.

El presidente ruso, de acuerdo con la Constitución, debe dejar el poder el año que viene después de dos mandatos en el cargo. Putin, que ha reiterado su voluntad de no reformar la ley, lanzó la carrera por su sucesión en el 2005, cuando promocionó a dos de sus colaboradores, Dimitry Medvedev y Sergei Ivanov. Recientemente ha relevado a este último de sus funciones al frente del Ministerio de Defensa, lo que se interpreta como un nuevo impulso en una carrera que de momento parecía encabezar Medvedev.

La iniciativa del propio Putin les ha convertido en los favoritos de todas las apuestas. Sin embargo, ahora se plantea otro problema de difícil solución: ¿Cuál será el futuro de Putin? ¿Se irá al sector privado, como hizo en Alemania el ex canciller Gerhard Schröder? ¿Permanecerá en la penumbra, como Felipe González o José María Aznar en España? ¿O se dedicará a las relaciones públicas, retiro glorioso de algunos ex presidentes estadounidenses?

El principal interesado permanece en silencio y a veces parece disfrutar con un misterioso futuro que sólo él debe conocer. "Daré mi opinión sólo cuando se inicie la campaña electoral", nos dijo a los periodistas en su última rueda de prensa, el pasado 1 de febrero en el Kremlin. En el momento de dejar el poder, "retendré lo más importante que una persona que se dedica a la política debe apreciar: la confianza de ustedes. Y usándola, seremos capaces de ejercer influencia en la vida de nuestro país y garantizar su desarrollo", dijo en octubre.

La dirección del partido oficialista Rusia Unida debe haberse tomado muy en serio esa insinuación de que Putin se va, pero no del todo. El actual líder de la formación, el presidente de la Duma, Boris Grizlov, ha dicho que no descarta que, en el futuro, Putin pueda encabezar la formación. En círculos políticos se asegura que la afirmación de octubre es cierta, y que el actual inquilino del Kremlin no quiere quedar muy alejado del poder. O bien para seguir manejando los hilos, o bien para tener una plataforma segura ante una eventual vuelta en las elecciones presidenciales del 2012. El diario electrónico gazeta. ru revelaba hace una semana que la dirección de Rusia Unida discute actualmente esta posibilidad.

Putin nunca ha querido vincularse al partido para dar así un halo de independencia a su presidencia. Además, a finales del año pasado se fundó un nuevo partido a la vera del poder: Rusia Justa, liderado por el presidente del Consejo de la Federación (el Senado o Cámara Alta), Sergei Mironov. Y muy bien podría servir a los mismos intereses. Por esta teoría apuesta el politólogo Alexei Makarkin, subdirector del Centro de las Tecnologías Políticas de Moscú. "De otra forma, no se entendería para qué se fundó Rusia Justa. Putin dará pronto una señal de entendimiento con Rusia Unida, pero no entrará en el partido.

Así tendrá más libertad de maniobra, y Rusia Unida podrá seguir vinculada al Kremlin incluso después del 2008", pronostica el experto.

Otros no tienen claro que el futuro de Putin se encuentre en la cumbre de un partido político. Y manejan otras variantes: que Putin dirigirá Gazprom, el imperio del gas que apoyado en el poder crece día tras día; que será el presidente del Tribunal Constitucional, o que se convertirá en un primer ministro con verdadero bastón de mando y no un simple moderador de las reuniones del Gobierno, como ocurre ahora con Mijail Fradkov.

Los que sitúan a Putin al frente de Gazprom se basan en la enorme fortaleza que está adquirido el monopolio estatal ruso del gas en los últimos años. Desde sus oficinas se podrá controlar dentro de poco el fundamental sector energético. Y al frente de este otro imperio, Putin no echaría de menos el poder del Kremlin.

Aunque la clase política parece haber aceptado que Putin se irá, sigue habiendo voces que confían en un tercer mandato. "Hasta el 2 de marzo del 2008 los bienintencionados seguirán pidiendo, rogando e incluso intentando convencerle para que se quede", explica en el diario Izvestia Georgy Ilichev. El mismo presidente ruso ha rechazado varios intentos de la Duma y de grupos de diputados regionales para cambiar la Constitución. Este movimiento recibió un nuevo impulso cuando el cerebro gris del Kremlin, el vice jefe de la Administración presidencial, Viacheslav Surkov, comparó a Putin con el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt (1933-1945). Y recuerdan que el dirigente americano se quedó en el poder no sólo un tercer mandato, sino incluso un cuarto. "A ambos les unen dos situaciones concretas: unas crisis colosales, la gran depresión de Estados Unidos y los años 90 en Rusia; y que son líderes morales, que han traído vida después de la muerte, bienestar para la mayoría", opina Dimitry Orlov, director general de la Agencia para las Comunicaciones Políticas y Económicas.

Putin ha dicho que comenzó a pensar en su futuro incluso en el año 2000, cuando ganó sus primeras elecciones. Y a pesar de eso hoy su sucesión sigue siendo un problema. Además de Sergei Ivanov y Dimitry Medvedev, la prensa local ha lanzado multitud de nombres: Valentina Matvienko, gobernadora de la ciudad natal de Putin, San Petersburgo; Vladimir Yakunin, director de los Ferrocarriles Rusos, y como Putin ex agente del KGB; Sergei Sobianin, actual jefe de la Administración del Kremlin; Grizlov o Mironov; Sergei Chemezov, que dirige el monopolio de exportación de armas Rosoboronexport y que trabajó con Putin como funcionario de inteligencia en Alemania Oriental. Nada justifica que se les califique de "presidenciables" salvo su proximidad al líder.

Tampoco hay que descartar que Putin guarde un comodín en la manga, alguien con el que ningún experto cuente, pero con buena prensa entre el pueblo. "A esas personas las conoce todo el mundo, aunque sus nombres no se mencionan", ha reflexionado el propio Putin. Él mismo, incluso, sigue siendo candidato. Y es que, como el emperador,no puede dejar de ser lo que es de la noche a la mañana. Por eso, su futuro de momento no existe.