Ucrania es el baluarte en la defensa de valores ante la barbarie: respeto a la legalidad internacional, a la democracia y a los derechos humanos.
La apuesta es alta. Veremos.
MIAMI, Florida.- La decisión del presidente Biden de
pedir 33 mil millones de dólares para apoyar a Ucrania en la guerra defensiva
contra Rusia le asegura un lugar en la historia.
El costo será una (tal vez) ligera recesión en Estados
Unidos, y que su partido pierda las próximas elecciones.
Biden ha optado por frenar el tsunami populista, belicoso
y retrógrado que tiene su epicentro en Moscú.
En pocas palabras: su intención es acabar con la Rusia de
Vladimir Putin.
Desde luego los actores centrales son los ucranianos, que
sufren los estragos de la invasión, y han mostrado un heroísmo extraordinario
en su resistencia a la segunda potencia militar del mundo.
Con la ayuda militar de Europa y Estados Unidos, Ucrania
es el baluarte en la defensa de valores ante la barbarie: respeto a la
legalidad internacional, a la democracia y a los derechos humanos.
Que Biden haya solicitado esa cantidad, 33 mil millones
de dólares para aplicarse desde ahora hasta el fin del año fiscal, al terminar
septiembre, quiere decir que la guerra será larga.
La visita a Kiev de los secretarios de Estado y Defensa
de Estados Unidos, Antony Blinken y Lloyd Austin, trajo esa conclusión.
El presidente Biden convirtió el conflicto en Ucrania en
una guerra indirecta de Estados Unidos contra Rusia.
Una guerra entre la democracia liberal y el populismo
autoritario y expansionista.
Es muy posible que el Congreso apruebe los 33 mil
millones de dólares en ayuda a Ucrania, porque demócratas y republicanos han
cerrado filas en torno a esa causa. Además, porque el costo político lo pagará
Biden.
Con la misma visión, el Congreso se ha convertido en
socio de la estrategia de la Casa Blanca: aprobó en tiempo récord sucesivas
asignaciones de fondos, primero por trece mil 600 millones de dólares, después
por mil millones, y una última en trámite por 800 millones.
Apenas ayer la Cámara de Representantes votó una
iniciativa para vender los bienes de lujo que han sido decomisados a oligarcas
rusos ligados a Putin, objeto de sanciones, y usar los fondos para ayuda
militar y humanitaria adicional a Ucrania.
La iniciativa fue aprobada por 417 votos a favor y ocho
en contra, que refleja un apoyo bipartidista sin precedentes, muy ilustrativo
del nivel de consenso que tiene la política antirrusa en Washington.
Ahora seguramente aprobarán esa cantidad, que implica la
prolongación del conflicto, lo que va a meter en problemas económicos a Estados
Unidos, donde ya hay señales de malos tiempos.
El PIB de este país se contrajo a una tasa anualizada de
1.4 por ciento en el primer trimestre de 2022, lo que empezó a generar temores
de que Estados Unidos se encuentra en una senda hacia la recesión.
La economía estadounidense había experimentado un año de
crecimiento veloz, a pesar de la pandemia. El bache, señalan los especialistas,
se debe tanto a las presiones inflacionarias subyacentes como a la
inestabilidad e incertidumbre que ha generado en los mercados la guerra en
Ucrania.
De hecho, se trata del primer tropezón económico desde
abril de 2020, cuando se diluyó la recesión económica provocada por la
pandemia.
La duración de la guerra por mucho más tiempo de lo
calculado, sin embargo, traerá problemas económicos a este país y a buena parte
del mundo.
Estados Unidos tiene fortalezas para afrontar lo que
viene, como el mercado laboral. Su economía ha generado más de 400 mil empleos
al mes durante los últimos 11 meses.
Ciertamente no hay guerras sin consecuencias, y las
habrá. Pero abandonar a Ucrania sería capitular ante un enfermo de poder que
pronto llevaría sus guerras expansionistas al resto de Europa.
Esa historia la conocemos con una amarga experiencia de
60 millones de muertos, y Joe Biden no está dispuesto a ser el moderno Neville
Chamberlain.
La recesión es un riesgo, el consecuente malestar por la
caída de la economía es otro, y el impacto electoral para los demócratas y el
propio Biden también parecen inminentes.
Incluso estamos (todos nosotros) en riesgo de una guerra
nuclear, como anunció Putin luego de la visita de Blinken y Austin a la capital
ucraniana.
En lugar de atemorizarse, Biden dio un paso al frente.
La estrategia de la Casa Blanca es cada vez más clara:
con un creciente apoyo a Ucrania, Estados Unidos busca frenar las aspiraciones
expansionistas de Rusia, debilitar su economía y su maquinaria de guerra.
De esa manera, la crisis que arruinará a Rusia volverá a
consolidar a Estados Unidos como la única verdadera potencia global.