¿Es éste el país que deseamos dejar a nuestros hijos? ¿Es ésta la democracia por la cual han luchado muchos, pero muchos bolivianos de todos los colores y en todos los tiempos?

Qué duda cabe que era necesaria cada vez más inclusión social, era necesaria la presencia de nuevas élites en la política, era importante que más sectores populares accedan al poder, pues la cuestión de la inclusión social y la discriminación eran indudables e inocultables en Bolivia. Claro que Bolivia clamaba por la lucha o la eliminación de la exclusión, pero nada de eso implicaba que se deba excluir a otros, que se deba cerrar los oídos al criterio, al pensamiento y a los valores de los otros.

Bolivia no necesita construir otro país donde los que antes eran excluidos pretendan excluir, a su vez a otros, pues ésta no es la hora de la venganza, es más bien el momento del inicio de una construcción democrática, sí democrática, pero ello significa crear un lugar para todos, cabida para todos, para hombres, mujeres, regiones, colores políticos, etc.

Las buenas democracias se construyen con base en el respeto del otro, no acallando su voz por medios violentos o autoritarios, no es hora de alzar la voz, de levantar el dedo para acusar o definir quién existe o quién desaparece, es más bien la hora de levantar juntos las manos para construir un país viable. Las victorias de la violencia y de la imposición crean odios, no edifican paz, crean naciones en lucha, de dientes apretados, pero no cultivan el camino de la viabilidad.

Hace casi dos siglos que se discute si Bolivia es viable o no lo es, cada vez más gente piensa en la segmentación del país, muchos nos miran con ojos de polonización, pero los más de los bolivianos sabemos que a pesar de esos dos siglos de dudas somos una nación viable, pero, lo seremos si tenemos la paz, racionalidad y el desprendimiento de construir un país entre todos, no arrinconando o negando la voz a algunos. Este país es de todos, así como de todos es la responsabilidad de darle viabilidad para salir adelante.

El conflicto no genera desarrollo y menos equidad, la violencia únicamente destruye las bases de la creación de la convivencia. Hay que dejar de mirar a la nación con ojos de coyuntura, hay que tener la capacidad de levantar la cabeza para mirar el horizonte, y ese futuro no puede ser hecho negando la voz de nadie, el futuro posible es entre todos, de no ser así seremos una nación que camine cojeando, limitando su desarrollo, sin capacidad de vencer todos los obstáculos que impiden nuestro crecimiento. Es hora de la grandeza de los líderes políticos y sociales, es hora de la grandeza de las autoridades, de la Iglesia, de las instituciones y de los ciudadanos. No podemos permitir crear un país que nos separe, necesitamos edificar una nación que nos una.