Recordemos que el asesinato del empresario Jorge O’Connor, a principios de este año, vinculado con la gran estafa atribuida principalmente al dirigente político Santos Ramírez, provocó una grave crisis en el seno del Gobierno. Ahora, uno de los sobres-bomba que explotó, iba contra el dirigente de la Coordinadora Nacional por el Cambio, órgano político del Movimiento al Socialismo. El otro explosivo no parece relacionado con asuntos políticos.

Como es frecuente en estos hechos delictivos, los autores intelectuales se valen de sicarios, la mayoría de ellos, con un prontuario delictivo “respetable”. El factor político vuelve a complicar el caso. No podría ser de otro modo ya que uno de los destinatarios del explosivo es un alto dirigente de la Conalcam. La pregunta es entonces si hubo una motivación política en el intento de homicidio. El Presidente, antes de que la Policía o la Fiscalía den su opinión, ya se adelantó al día siguiente de los hechos, afirmando que “tenemos informaciones que estos atentados vienen de la derecha”. Convengamos en que hablar hoy día de derecha o de izquierda se presta a equívocos. Bárbaros y delincuentes los hay en todo grupo político radicalizado. Es más, dentro de la campaña política que el Gobierno desarrolla con tanta intensidad, y la oposición hace lo que puede, abundan las mutuas denuncias, no importando su gravedad. La opinión pública debe estar muy atenta para no caer en juicios temerarios que pueden dañar gravemente la honorabilidad de ciudadanos inocentes.

En el campo minado de las sospechas se repite una hipótesis de fuerte tinte político. Y es que el intento de asesinato pudo haber salido de las filas de la izquierda. La “guerra interna” en el MAS por las pingües canonjías que reparte la maquinaria gubernamental, cuando se desmandan las concupiscencias, puede llevar al crimen. Esta versión ha sido desmentida por el propio Presidente, al mismo tiempo que daba por supuesto que los “chicos malos” son de derecha. Por cierto, el Sr. Presidente no perdió la oportunidad —era de esperar— para propinar una caricia a Estados Unidos que —según él— habría entrenado a unos malos peruanos. En cambio, esta vez Morales fue cauteloso al calificar de malos a los peruanos supuestamente implicados en los actos terroristas que comento. ¡Cuidado que el Gobierno de Lima se mosquee!

Total, la impresión general es que aumenta la inseguridad ciudadana, el factor político que envuelve ciertos crímenes complica aún más la investigación y polariza los ánimos ciudadanos, el Presidente hace política electoralista al acusar a la derecha, y hace política internacional al zurrar de nuevo a EEUU y al motivar susceptibilidades peruanas.