Bueno, eso es lo que pasa en El Salvador con los servicios públicos y los partidos políticos en el gobierno. Los carros (los servicios públicos) están funcionando muy mal. El taller (el gobierno) cobra por adelantado y no los compone, de modo que los hospitales no funcionan, y la educación, la seguridad y el transporte público están cada vez peor. Pero en vez de arreglar esos servicios y proveerlos como Dios manda, el gobierno y los partidos políticos dan subsidios que son como espejitos y calcomanías, y se atropellan entre sí para decir que darán más que los demás. Y todavía quieren que les agradezcan, aunque el carro no camine y estén cobrando mil dólares por no repararlo.

La diferencia más grande entre los países desarrollados y los subdesarrollados como el nuestro es que en los primeros la gente vive de realidades y en los segundos de palabras y apariencias. Por eso es que la gente en El Salvador se siente feliz de que le den subsidios, creyendo que éstos son regalos que da el papá estado, mientras que en los países desarrollados exigen primero que los servicios públicos funcionen y luego analizan de qué tipo de subsidios les están hablando porque saben que éstos no son regalos de nadie, ya que se pagan con los mismos impuestos que ellos pagan.

Los políticos populistas se han aprovechado de esa actitud tan ingenua que surge de una población que no está acostumbrada a pensar para usar subsidios —cualquier subsidio, por tonto que sea— como pantallas para ocultar la falla fundamental del estado salvadoreño: su incompetencia para proveer a los ciudadanos con los servicios públicos básicos que son la razón de su existencia.

Así, el gobierno salvadoreño no es capaz de proveer a los ciudadanos de educación, seguridad, transporte público y salud decentes. Como consecuencia, los ciudadanos que desean tener estos servicios pagan dos veces por ellos —a través de los impuestos y directamente pagando una educación privada para sus hijos, pagando seguridad en sus colonias (un servicio privado que está extendido por todas las zonas y ciudades de El Salvador), comprando y usando sus carros para transportarse, y yendo a hospitales privados. Por supuesto, no todos los ciudadanos pueden pagarse estos servicios dos veces. Los pobres se ven forzados a ir a hospitales que no tienen medicinas ni materiales médicos, a ir a escuelas de bajísima calidad, a usar buses apretujados y sin frenos manejados por choferes drogados, y a sufrir los asaltos continuos que caracterizan a nuestro país. La clase media, que ahora es una mayoría en el país, tiene que luchar el doble para poder sacar adelante a sus familias.

Y, como compensación por cobrarles impuestos sin darles nada a cambio, los populistas inventan darles unos cuantos dólares por tambo de gas, y unos zapatos y unos uniformes, y unos pesos por kilovatio hora, y la gente es tan tonta que todavía les agradece.

Cuando uno hace ver estos puntos mucha gente critica diciendo que los zapatos o los uniformes no son importantes para los privilegiados, pero sí para los pobres, que tienen que luchar económicamente para sobrevivir. Pero por eso mismo es que es más importante para los pobres y para la clase media emergente que el gobierno les pueda dar los servicios esenciales que los saquen de la pobreza o los deje más firmemente en la clase media en vez de darles espejitos y calcomanías que son más baratos que los impuestos que les cobran.