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05/01/2006 | Un agente de Su Majestad en el corazón del IRA - Blair y Gerry Adams se niegan a investigar un caso del que pueden salir manchados.

Rafael Ramos

Un donjuán norirlandés y gordinflón, con sangre de horchata en su cuerpo y labia de encantador de serpientes, ha puesto patas arriba la política del Ulster al confesar que durante más de veinte años fue uno de los principales dirigentes del IRA y, al mismo tiempo, un espía de los servicios de inteligencia británicos en pleno corazón del movimiento republicano

 

Dennis Donaldson, que así se llama el cincuentón 007, ha lanzado la bomba y a continuación ha desaparecido como si se lo tragara la tierra en la campiña de la República de Irlanda, bajo protección -váyase a saber- del MI5, la policía, el Ministerio de Defensa, el Gobierno de Dublín, un sector del IRA interesado en que no cuente más de lo estrictamente necesario o todos ellos a la vez. En Belfast nada es nunca lo que parece, las aguas son turbias y la hipocresía reina por doquier.

Las preguntas son muchas más que las respuestas, como suele ocurrir en el mundo turbio y oscuro del espionaje. ¿Cómo es posible que Londres tuviera un espía en el epicentro del IRA durante dos décadas? ¿Por qué ha sido destapado ahora? ¿Quién sale ganando? ¿A qué responde la connivencia entre Tony Blair y los republicanos para echar tierra sobre el asunto? ¿Qué tienen que ocultar?

La confesión de Donaldson es el sensacional desenlace de un escándalo conocido como Stormongate. El protagonista era el administrador del Sinn Fein -brazo político del IRA- en el Parlamento de Belfast cuando fue acusado por la policía de Irlanda del Norte, junto con otros tres individuos, de dirigir una red de espionaje que había robado documentos secretos con los nombres de agentes y enlaces en Estados Unidos, Irlanda y Gran Bretaña. A más de doscientas personas se las trasladó y cambió de identidad con un coste de 500 millones de euros.

El caso, con un argumento propio de una novela de Grisham o Le Carré, constituye un problema potencialmente grave para Gerry Adams, líder del Sinn Fein y del movimiento republicano. Un rumor que zumba cada día con más insistencia en las calles de Belfast es que Dennis Donaldson es un chivo expiatorio para ocultar la auténtica identidad de un espía británico en lo más alto del IRA, que permitió a Londres negociar la paz del Ulster en el absoluto conocimiento de que los provos tenían decidido cambiar las armas por la diplomacia.

Y en el mejor de los casos, aunque los rumores no tengan fundamento y ese James Bond inglés no existiera o no fuera ningún nombre comocido, la reputación de Adams como astuto negociador de la transición política en Irlanda del Norte ha perdido lustre. No es que haya llevado a los británicos por la vereda que más le convenía al IRA, sino que los británicos sabían en todo momento a lo que aspiraba el movimiento republicano, lo que estaba dispuesto a conceder y cuáles eran sus líneas rojas.

El Gobierno Blair tampoco sale bien parado del escándalo, porque entró en el juego de denunciar la existencia de una red de escuchas del IRA en Stormont y desmanteló las instituciones autónomas bajo la presión protestante, a sabiendas de que el acusado era en todo caso un agente doble a sueldo del MI5. El único espionaje probado es a cargo de las fuerzas de seguridad del Estado para echar por tierra un gobierno democráticamente elegido, pero Londres y el Sinn Fein están de acuerdo en que no es necesaria una investigación de la que ambas partes saldrían salpicadas de barro.

La consecuencia inmediata del Watergate norirlandés es demorar aún más el restablecimiento del Gobierno y Parlamento autónomos, para satisfacción del reverendo protestante Ian Paisley -principal líder unionista desde la caída de David Trimble-, que no tiene prisa por liderar una administración que legitime definitivamente al IRA tras la desrucción de sus arsenales. A sus votantes les revolvería las tripas y prefiere disputar las próximas elecciones sin contaminarse con los republicanos.

Un factor decisivo en el destape de Donaldson es la lucha entre los diversos servicios de inteligencia -el MI5 británico, el ejército, la policía del Ulster- que operan en Irlanda del Norte y algunos de cuyos dirigentes comparten la visión protestante de que el IRA-Sinn Fein no está suficientemente reformado y no tiene derecho a participar del poder. Agentes del Estado colaboraron con paramilitares lealistas en el asesinato del abogado republicano Pat Finucane y podrían estar implicados en el Stormongate.

El IRA solía liquidar a los espías británicos de un tiro en la cabeza, y metía el cadáver en un saco que arrojaba al lado irlandés de la frontera. Pero Dennis Donaldson -que compartió celda con Bobby Sands en la legendaria prisión de Maze y fue el embajador republicano ante la Administración Clinton- ha confesado su crimen y ha desaparecido como si tal cosa en un país donde se sabe todo, con la venia de la cúpula de una de las bandas armadas más temibles de Europa y la protección del Gobierno del Reino Unido. Más de uno tiene algo que ocultar, aunque nadie sepa muy bien qué.

La Vanguardia (España)

 



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